lunes, 21 de enero de 2019

LEONARDO MORALES P., 23E: PRUDENCIA Y BUEN JUICIO


El 23 de enero es una fecha emblemática para los venezolanos. Al cumplirse 61 años de la salida del poder de Marcos Pérez Jiménez y de instaurado el régimen democrático que se mantuvo durante el resto del siglo XX, nuevamente se conmemora un nuevo año de aquel importante episodio para los demócratas y para la vida política y social de esta nación.

En lo que va de siglo XXI los corazones no se observan inflados de democracia, no laten con la intensidad de otros tiempos; las dudas sobre el régimen de gobierno instalado en La Casa de Misia Jacinta, oprimen la certeza respecto a los objetivos civilistas que se habían planteado. Dictadura, autoritarismo, tiranía entre otros calificativos atraviesan las mentes de los venezolanos al confirmarse la distancia existente entre la democracia aspirada, la disfrutada y eso otro que sus procreadores denominan “Socialismo del siglo XXI”.  

Un doble propósito anima la fecha: digamos que, en primera instancia, la de encontrarnos para fortalecer los necesarios nexos entre los que aspiramos seguir profundizando la democracia como la mejor forma de gobierno y, además, dar una nítida demostración del apego, de la mayoría de los que aquí vivimos, a los valores y normas que acompañan los ideales democráticos. Insistir en que el destino de la república debe ser conducido por un orden civil que obtiene su legitimidad de la voluntad popular expresada a través de la institución del voto, son aspectos de primer orden que nunca deben ser soslayados.

Un segundo propósito está atado a las dificultades del presente, esto es, a la presunción de que la democracia venezolana está profundamente agraviada por un gobierno que caricaturiza sus formas. El 23 de enero ha de constituirse como el encuentro de una extraordinaria mayoría que afirme categóricamente su disposición a defender el sistema democrático. 

El esfuerzo iniciado este año en ocasión del nombramiento de la AN y de su nueva directiva encabezada en esta oportunidad por el diputado Juan Guaidó, debe estar despojado de la venta de ilusiones y de promesas que conduzcan a la creencia de soluciones mágicas e inmediatas. Luego de 4 años políticamente desacertados, procurando atajos, estimulando salidas existencialistas y afectando severamente la institución electoral, corresponde al liderazgo democrático actuar responsablemente.

La aparente recuperación de la confianza en la AN y de su liderazgo puede hacer posible una muy buena manifestación el 23 de enero, pero por sí misma no es una condición suficiente para que el régimen de Maduro salga del poder, así como tampoco para que por algún extraño arte se decrete una transición. Ya había dicho Whitehead que las teorías y experiencias democratizadoras chocaban con “cualquier suposición a priori de un solo camino o resultado necesario o, de hecho, de un avance irreversible.”

La política de hitos y solución final se corresponde a una narrativa generadora de lamentables desesperanzas y nuevas frustraciones que debe abandonarse para prepararse para un largo proceso, de mucho forcejeo y de pulso permanente con un gobierno que ha dado muestras de no querer entregar el poder.

La política y sus líderes democráticos no deben ser rehenes del determinismo ni del inmediatismo. Hay experiencias que pueden iluminar la ruta, dar pautas al desarrollo de una fuerza social intimidadora del régimen actual, pero no deben, stricto sensu, considerarse como una cartilla que, cumplida literalmente, nos coloque a las puertas del Edén.

El largo camino a recorrer está minado, lleno de obstáculos, poblado de los viejos adversarios, cosa que sabemos, pero también hay otros, no tan lejanos, más bien cercanos, de los cuales hay que cuidarse y ocuparse. Frente a la envidia, al desespero y a la zancadilla solo el valor de la prudencia y el buen juicio para juzgar las acciones más adecuadas, podrán hacer posible el objetivo común que anhelan todos los venezolanos.

Leonardo Morales P.
@LeoMoralesP

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