sábado, 16 de marzo de 2019

PAULINA GAMUS, LA JAURÍA


Mis conocimientos sobre historia de la volubilidad humana no alcanzan para saber si existe otro país distinto de Venezuela, en que la popularidad de un líder político de oposición se desplome con tanta rapidez. Hoy fulano está en la gloria, es aclamado como el salvador, el héroe, el supremo, y mañana, por algunas circunstancias: un error o alguna declaración que no le cae bien,  la jauría tuitera lo transforma en traidor, vendido, indeseable y colaboracionista, sin obviar alusiones ofensivas a sus supuestas preferencias sexuales.

Hace seis años las masas aclamaban a Henrique Capriles casi con la misma pasión con que hoy rodean y aúpan a Juan Guaidó. Pero como Capriles decidió no inmolarse ni llevar consigo al matadero chavista a una parte de la población que lo apoyaba,  pasó a ser merecedor de todos los epítetos antes mencionados y especialmente el de cobarde.  Ahora que el mundo entero vio de lo que son capaces los criminales que se mantienen aferrados al poder, con la movilización abierta de los Colectivos, los sucesos de Ureña y el asesinato a mansalva de los Pemones, el 23 de febrero último, podrán cuando menos agradecer a Capriles haberle evitado ese duelo a muchas familias venezolanas.

Otros no han tenido mejor suerte, por ejemplo Julio Borges. Siempre ha sido un eficiente operador político al que se debe en gran parte el rumbo que ha tomado Venezuela desde el 23 de enero de este año 2019. Juan Guaidó no deja de reconocerle esos méritos. Pero la jauría logró instalar en las mentes de muchos opositores un odio que Borges no merece. Todavía hay irracionales que lo acusan de pactar con el gobierno de Maduro en el llamado diálogo de 2018 en República Dominicana cuando fue Borges quien denunció las trapacerías de Jorge Rodríguez y se levantó de la mesa sin acordar nada.

Desde entonces diálogo, negociación o acuerdo, se han convertido en palabras prohibidas. Quien desde el lado opositor las pronuncie o asome siquiera, debe ir preparándose para un linchamiento tuitero que podría llegar hasta físico Y es aquí justamente donde quiero detenerme: he vivido mucho, no aspiro a la gloria terrena, mucho menos a la inmortalidad y cada vez me importan menos las opiniones ajenas.  Por consiguiente pregunto, ¿cómo es que se van a ir el usurpador Maduro y su camarilla?

Veamos algunas opciones

Invasión militar estadounidense

Aunque muchos la piden abiertamente y otros la anhelan soto voce,  ya sabemos que no va a ocurrir. Basta oír y leer las declaraciones de los altos funcionarios del gobierno de Trump que se han manifestado con mayor entrega en el caso venezolano, para convencerse de lo lejano de esa posibilidad.

Golpe Militar

Desde hace veinte años muchos acarician este sueño que no pasa de ser eso.  El de abril de 2004,  cuando la fuerza armada no había llegado al grado de cubanización que padece hoy día, fue si embargo una tragicomedia de equivocaciones.  Mejor bájense de esa nube quienes cuentan con la fuerza armada actual integrada por enchufados, arrodillados y aterrorizados.

Acción del Mosad

El chavismo lleva veinte años acusando al MOSAD israelí de intervenir en Venezuela. Supongamos que esta vez éste decide demostrar su pericia y actuar contra Maduro con un teléfono trampa, como hicieron con el terrorista palestino Yehie Ayash.  ¡Ajá! ¿y qué hacemos con los otros: Cilia, Diosdado, los hermanitos Rodríguez y los Tarek, sin dejar a un lado a Padrino López?  Opción descartada.

Presionar y presionar

¿Que nos queda entonces? Una presión in crescendo, interna y externa y unas sanciones económicas que padeceremos todos. Esta vez si, la verdadera guerra económica que obligue a los usurpadores a sentarse en una mesa con representantes de la oposición y veedores internacionales  y así pactar su salida. Es decir, el cese de la usurpación. De allí dependen el gobierno de transición y las elecciones libres.

A Juan Guaidó le tocará encabezar este proceso como presidente de la Asamblea Nacional. Ya hay algunos ladridos desde  la jauría que buscan horadar el afecto y la confianza en su liderazgo. Si esta tendencia se extiende, la jauría le habrá hecho una vez más la cama al régimen.  Si no tenemos la entereza y la racionalidad para mantenernos firmes ante todas las adversidades que se avecinan y para ratificar el apoyo a Juan Guaidó y  a la Asamblea Nacional, habremos perdido la mejor oportunidad, en los últimos veinte años, de liberarnos de la tiranía.

Paulina Gamus
@paugamus

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