jueves, 1 de agosto de 2019

CARLOS CANACHE MATA: EL FORO DE SAO PAULO

 ¿Adónde vamos?

 Se había caído el Muro de Berlín en 1989 y  la implosión de la Unión Soviética se produciría en 1991, cuando Fidel Castro y el Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva fundaron en 1990 el Foro de Sao Paulo, en la ciudad brasilera homónima.  Partidos y movimientos sociales de la extrema izquierda de América Latina y el Caribe, sintiéndose en la orfandad política y con la pérdida de una importante fuente de financiamiento, se integraron al Foro, bajo el auspicio antes señalado. Después del desplome de la madre-patria del comunismo, se intentaba mantener en nuestro sub-continente la ilusión de la utopía.

Desde los años sesenta, con el apoyo militar y logístico de la Cuba de Fidel Castro, se escenificaron movimientos guerrilleros en varios  países de la región, los cuales fracasaron. Ante el derrumbe internacional del comunismo y la frustración de capturar el poder por la vía armada, se cambió el atajo de la violencia por la vía electoral, como lo señalan los analistas políticos, en lo que jugó un rol importante el Foro de Sao Paulo. Luis José Oropeza atinadamente apunta que “las derrotas militares al castrismo habían estimulado a ese grupo militante a entregarse al diseño de fórmulas inéditas de arribar al poder, es decir, buscar esquemas electorales alternativos de lograr lo que por tantas décadas se había hecho imposible conquistar por medios armados”. Posteriormente, ya activo el Foro de Sao Paulo y, en el marco de la nueva estrategia, por la vía del voto fue como llegaron al poder Hugo Chávez  en Venezuela el año 1999 y Lula Da Silva en Brasil el año 2003, que devinieron en dadivosos financistas  de ese organismo de la extrema izquierda latinoamericana. Chávez murió y Lula está preso por varios delitos de corrupción, pero el causahabiente de la impropiamente llamada “revolución bolivariana”, Nicolás Maduro, sigue costeando gastos del Foro, que se reunió en Caracas entre el 25 y el 28 de julio, ocasionando un desembolso de 200 millones de dólares a las finanzas venezolanas.

Lo anterior ha ocurrido mientras Venezuela ha visto desaparecer más de la mitad de su economía (“durante todo 2019 la actividad económica continuará su declive y finalizará con un tamaño que representa un poco más de un tercio de lo que representaba en 2013”, acaba de declarar el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB); cabalga en una hiperinflación sin precedentes (en junio, la canasta alimentaria se acercó a los 3 millones de bolívares, en tanto que los venezolanos apenas tienen un salario mínimo de apenas 40.000 bolívares mensuales),  hasta el punto que el director de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha apreciado que Venezuela “prácticamente perdió su moneda”; el hambre galopa en todo el territorio nacional, con degradantes filas de gente buscando comida en los cestos de basura (“hoy, nuestra estimación es que 21,2 millones de personas pasan hambre en Venezuela”, declaró también el citado director de la FAO); un nivel de pobreza de ingresos de más del 80% de la población; la virtual destrucción de PDVSA; una deuda externa de alrededor de 150.000 millones de dólares, a pesar del boom petrolero que hubo entre 2007 y 2014; más de cuatro millones de venezolanos que se han visto obligados a irse del país; unos servicios públicos que no pueden estar peor; en fin, un desastre que no tiene nombre. Cobra dolorosa realidad la frase de Churchill, según la cual el comunismo o lo que intenta parecérsele, “es el reparto equitativo de la miseria”.

Carlos Canache Mata
@CarlosCanacheMa

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