viernes, 27 de diciembre de 2019

JHONASKI J. RIVERA RONDÓN: EL PRESTAMISTA SINIESTRO Y SUS MENTIRAS DEL FUTURO



Toda actividad del hombre comprende cierto rasgo lúdico, el cual envuelve su mundo social y cultural, por ello el historiador Johan Huizinga dijo que; “El juego es más viejo que la cultura; pues, por mucho que estrechemos el concepto de ésta, presupone siempre una sociedad humana, y los animales no han esperado a que el hombre les enseñara a jugar.”[1] 

Por consiguiente, es inevitable que lo agonístico y competitivo intervenga en nuestra interacción con los demás, por lo que la metáfora de los juegos de apuesta puede servir para reflexionar sobre la democracia. Esto sería un ejercicio intelectual para analizar nuestra experiencia política, actividad reflexiva posible si seguimos los presupuestos del filósofo alemán Hans Blumenberg, quien entiende las metáforas como “…fósiles guía de un estrato arcaico del proceso de la curiosidad teórica.“[2] 

Avances teórico en el aspecto lúdico de la realidad social han sido desarrollados profundamente desde la teoría de la mente y la teoría de los juegos. No obstante la literatura ha logrado retratar la sensación subjetiva de los momentos límites del hombre en estos escenarios de juego, especialmente en los juegos de apuestas, tal como podemos percibir en novela El jugador, de Fiodor Dostoievski, quien alcanzó a birndar bocetos psicológicos del éxtasis adictivo que envuelve tomar decisiones en cada ronda de apuesta, sometiendo nuestras vidas a la tensión de los cambios bruscos que implica ganar o perder. Sin necesidad de ser jugadores compulsivos esta sensación límite de cada decisión puede encontrarse en otros tipos de decisiones que se dan en nuestra cotidianidad, la tensión aumenta según el valor por lo que se está apostando, por ello que el filósofo italiano, Nicola Abbagnano dice que: 

“Con cada decisión es un venir al encuentro del ser, por eso es el porvenir. (…)Este venir del ser al encuentro del hombre es el porvenir, como determinación fundamental de la temporalidad. Pero es un venir al encuentro problemático, que no elimina el riesgo del hombre, y justo por esto es un porvenir.”[3] 

Por más que se tenga todo minuciosamente calculado, ningún método logra suprimir del todo ese margen de error que deja el azar y la fortuna en el porvenir, esa incertidumbre es lo que pone en tención cada decisión importante, bien sea compartir y cultivar con una persona o emprender y construir algún proyecto, todo ello significa una apuesta de tiempo y energía donde solo el porvenir sentenciará si hemos ganado o perdido. En una perspectiva más amplia sucede algo similar cuando apostamos a un proyecto político. 

Pero en las democracias la dinámica lúdica varia un poco a los juegos de apuesta, el principio de las mayorías suprime por completo que solo una decisión llegué a ganar por completo, en las democracias es necesario el consenso para conseguir la victoria. Aunque la historia de la democracia guarda una relación peculiar con el azar, y ello servirá para comprender históricamente el fenómeno electoral. 

En la Grecia antigua los gobernantes eran escogidos al azar, tal cual como los juegos de apuesta, los cargos se sorteaban entre los ciudadanos (y en ese momento no todo el mundo era ciudadano), de este modo evitaban el dominio de las mayorías, evitando así que la polis sucumbiera a la homophonia, y perseguir a lo que Aristóteles decía, la symphonia[4]. En consecuencia, la fortuna le podía sonreír a cualquier ciudadano. 

Para encontrar la relación histórica de nuestras actuales técnicas electorales de las que se ufanan muchas democracias actuales, habría que prestar atención a las órdenes religiosas. Durante la Alta Edad Media dentro de los gruesos muros de los conventos y monasterios, los monjes tenían que escoger a sus superiores, y de allí que escoger la investidura de poder absoluto no podía regirse ni por el principio de la fuerza ni de la herencia, sino fue más por el principio de las mayorías, siendo así todos coparticipes de tal asunto en el que igualmente les competía y afectaba a todos los miembros de la iglesia. A partir de esta experiencia, en la Edad Moderna el principio de la mayoría pudo adecuarse como recurso constitucional para reducir el margen del conflicto[5] y aumentar la capacidad de participación política, y así la democracia se despoja parcialmente del estrato histórico que lo une al azar como eje rector de las decisiones políticas. 

Tener en cuenta este estrato histórico de las elecciones electorales de algún modo puede explicar porque en las campañas electorales pueden adquirir un cierto tinte misionero y religioso. Si bien con el mero voto no puede simplificarse la democracia, si puede concebirse como aquella oportunidad en la que los ciudadanos pueden escoger a sus gobernantes, lo que también implicaría apostar por una serie de valores, de promesas y especialmente por proyectos políticos, y de este modo puede expresarse la “voluntad general”, esto último entendido en el sentido histórico al que refiere el historiador Pierre Rosanvallon 

“La afirmación de la voluntad general presupone para los revolucionarios norteamericanos o franceses una capacidad permanente -al menos en cada generación- de invención del futuro de manera tal que lo que una generación ha elegido libremente no se convierta para las siguientes en un destino inexorable.”[6]

Siguiendo lo referido, en las democracias modernas el principio de las mayorías no suprime la posibilidad de error que supone cada decisión, especialmente cuando toda una generación toma una participación de ello. En nuestra historia política la figura histórica de generación quedo plasmada con la Generación del 28, contando con líderes político de la talla de Rómulo Betancourt, quienes se dieron a la tarea de instituir lo político en Venezuela, y construir el régimen político más sólido que ha tenido la nación, para que mediante la democracia representativa la sociedad civil pudiera disponer de su propio destino político, permitiéndole a toda una sociedad la oportunidad de apostar por su porvenir.

Pero hay momentos cruciales de la historia en el que la decisión por apostar es un todo o nada, y resultó que en los 90’ llegó, la propuesta de una democracia “más participativa y protagónica” resultó la promesa para superar la crisis política y económica de ese momento, esto significaba una jugosa invitación a una apuesta riesgosa en los comicios electorales del 98. La historia es conocida, la  balanza se inclinó por un nuevo proyecto político que apostaba por el renacer utópico del socialismo. 

Antes de proseguir, consideremos la figura del prestamista siniestro, puede entenderse como aquel jugador quien invita a jugar sabiendo el estado crítico del otro, y también sabiendo la poca posibilidad de ganar que tiene su invitado, la finalidad de esto, afianzar la dependencia con los otros a partir de vanas esperanzas y promesas para así secuestrar su vida y su libertad. 

Esta figura pueden representarlas muchos candidatos políticos que invitan a apostar por sus promesas y valores, cuyo mensaje puede apuntar a aquellos “jugadores” más vulnerables, cuya decisión es mucho más susceptible a ser sugestionada. Teniendo en cuenta esto, resulta necesario recordar que para 1998 el índice de pobreza en Venezuela registró un 45% en toda la población, una amplia cantidad potencialmente capaz de votar, casi una mitad de la sociedad que podía estar sedienta de otro porvenir, y aquí valdría distinguir el tipo de mentira que operó aquí. 

Según el filósofo francés, Jean Jacques Rousseau, existen dos tipos de mentiras, las de hecho y de derecho: “la de hecho, que se refiere a una acción pasada, y la de derecho, que es la que tiene relación con lo futuro.”[7] De allí que promesas que no se piensan cumplir alimenten a esta última, y es así que “La mentira de derecho todavía es menos natural, ya que las promesas de hacer o de abstenerse son actos convencionales que salen del campo natural y derogan la libertad.”[8] 

Y por ello que todo prestamista siniestro a pesar de la bancarrota del otro, lo invite a seguir apostando hasta anular totalmente su libertad, y fue esa la apuesta que promovió el sistema chavista, hacer de promesas populistas y mesiánicas un recurso para hacer más dependientes a los pobres de un petro-Estado, y por ello que erradicar la pobreza hubiera significado perder asegurado sus victorias electorales. 

Pero cuando la magia de la bonanza petrolera desenmascaró las mentiras de derecho del chavismo, ya el daño estaba hecho, y después del 2013, entre más precarización material, la dependencia igualmente aumentaba, y sumieron a gran parte de su población a una condición de vulnerabilidad, en donde se redujo a lo más mínimo la capacidad de decisión, y fue así como las mentiras ideológicas de la utopía socialista coartaron la libertad en Venezuela. 

Esta historia de mentiras futuras podría acabarse hasta aquí, pero no. desde que murió Chávez, Venezuela había recuperado su capacidad de apuesta, y muchas personas se movilizaron por un cambio, pero esta vez no se contó que diversos partidos de oposición hicieran el papel de prestamistas siniestros, confabulándose así en redes de complicidades y mentiras. 

El propio Rousseau diferenció otro tipo de mentira que se desprende de la mentira de derecho: la mentira retroactiva, la cual aplica cuando se incumple una promesa por incapacidad de cumplirla, y aquel quien hizo tal promesa “recuerda perfectamente que prometió cumplirla, pero de lo que no se da cuenta todavía es de la importancia que tiene. Fuera de pensar en el porvenir, no puede prever las consecuencias dé nada, y cuando incumple sus promesas, no hace nada…”[9] 

Crasos errores dan cuenta de estas mentiras retroactivas del liderazgo opositor venezolano que han permitido llegar a la situación actual, desaprovechando las continuas oportunidades que han llegado a tener desde el 2013 en adelante, sin importarle la apuesta vital que muchos venezolanos hicieron al salir a las calles y alzar su voz de protesta a un poder que mostraba cada vez más su cruento rostro totalitario. La vida de muchos significó poca cosa para aquellos prestamistas siniestros que invitaban a apostar por un cambio que nunca llegó, más por mediocridad que por mala intención (sin embargo esto último no dejó de estar presente, y permitió crear complicidades de dialogo con el chavismo). Consecuencia de ello, una pobreza estructural que aniquiló toda esperanza y capacidad de decisión para que una generación saliera al encuentro de su porvenir, porque una clase política pareció no entender la importancia histórica de las circunstancias que vivía, lo que se estaba apostando era el nuevo rumbo pos-petrolero del país. 

He evitado nombres para dejar a cada quien que identifique esos prestamistas siniestros que conforma los dos sectores políticos, especialmente el de la oposición. Con ello evitó hacer una larga lista de deshonra histórica que exacerbe resentimientos, al fin y al cabo esa no ha sido la intención, sino prestar atención en la significación e importancia delas decisiones políticas, que pueden llegar inclusive a un mayor grado de tensión que en los juegos de apuesta, porque lo que se está sorteando son las vidas de toda una generación y el futuro de un país. 

Pero a pesar de que en Venezuela la apuesta para la sociedad civil parezca pérdida (mientras para los chavistas no), la lección histórica que queda es que ninguna oportunidad se debe desaprovechar, por ello la decisión exige actuar. La vida siempre tiene necesidad de crecimiento, y crece expansivamente hacia el porvenir. Pero existen fuerzas irracionales que también apostaran por la muerte y la destrucción, por eso otra lección histórica que deja la experiencia del chavismo es que detrás de las “buenas intenciones” altruistas de ideologías socialistas y comunistas se ocultan oscuros intereses de personas, las cuales hemos tipificados como prestamistas siniestros. Por tanto cada vez que salgamos al encuentro con el porvenir en situaciones electorales, sea que nos sumemos o rechacemos la apuesta, ello según creamos conveniente participar, en esa decisión no solo está involucrada mi vida, sino la de otros tantos que también esperan tener la oportunidad de realizar políticamente su porvenir, de allí que cualquier disidencia chavista no lo exime tampoco de su responsabilidad. 

Mi apuesta sigue siendo por una Venezuela liberal y descentralizada, una Venezuela federal. Por lo que me quedó (sea en el lugar que este) a la espera (asumiendo esta palabra en sentido heideggeriano) de ese promisorio porvenir. 

Referencias  

[1] Johan Huizinga; Homo Ludens. German25, 2016.
[2] Hans Blumenberg: Naufragio con espectador. Madrid: Visor, 1993. p. 98.
[3] Nicola Abbgnano: Introducción al Existencialismo. México: Fondo de Cultura Económica, 1955. p. 28.
[4]Giovanni Sartori: Elementos de Teoría Político. 7º edición. Madrid: Editorial Alianza. 2010. p. 39.
[5] Ídem.
[6] Pierre Rosavanllon: Por una historia conceptual de lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003. p. 53.
[7] Jean Jacques Rousseau: El Emilio . 218,9 / 1443
[8] Ibídem. 220,3 / 1443
[9] Ibídem. 221,8 / 1443

Jhonaski Rivera R.
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