jueves, 23 de enero de 2020

ALFREDO M. CEPERO: LA SEMILLA ROJA DE LA POLÍTICA CHILENA

El estallido de las protestas generalizadas en el país hizo que la popularidad del presidente Sebastián Piñera cayera tan baja como el 6%, su nivel histórico más bajo, de acuerdo a una encuesta del Centro de Estudios Públicos.

La crisis que experimenta Chile en estos momentos comenzó hace 50 años con las elecciones de 1970 en que Salvador Allende fue declarado presidente por el Congreso chileno. La semilla roja sembrada por aquel aliado y admirador de Fidel Castro germina periódicamente en la política y en la sociedad chilenas. Al igual que Donald Trump en los Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil e Iván Duque en Colombia, Sebastián Piñera se encuentra por estos días bajo el fuego cruzado de sus enemigos de La Habana y Caracas. Su delito ha sido enfrentarse a unas izquierdas vitriólicas y fanáticas empeñadas en controlar el gobierno, los recursos nacionales y hasta la conducta de los ciudadanos para beneficio de un puñado de zánganos que dilapidan las riquezas creadas por otros. 

Para los hombres de pensamiento pragmático, resulta inaudito que algunos pueblos ignoren la prosperidad que generan los gobiernos conservadores y opten por los sistemas fallidos de tiranías comunistas que sólo reparten hambre, miseria, opresión y muerte como los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Quizás todo se deba a que, para esa gente, la ideología equivale a un dogma casi religioso que no puede ser confrontado ni cuestionado. Que están tan cegados por su fanatismo que, como Jalisco, "cuando pierden arrebatan".

Ahora bien, Chile no siempre fue así. Durante muchos años fue un ejemplo de civismo, madurez y estabilidad para el resto del Continente Americano. Los dos gobiernos que precedieron al de Allende, como el de Jorge Alessandri, en 1958 y el de Eduardo Frei Montalva, en 1964, estuvieron dentro de esos parámetros. Pero la década que comenzó en 1970 trajo consigo una inestabilidad social y una crispación política que se reflejaron en las elecciones presidenciales de ese año.

La elección presidencial chilena de 1970 fue realizada el viernes 4 de septiembre. El porcentaje más alto de votos fue para el candidato Salvador Allende Gossens de la coalición de izquierda denominada Unidad Popular. Allende, quién había fracasado en sus intentos de ser presidente en las elecciones de 1952, 1958 y 1964, se impuso al expresidente Jorge Alessandri (candidato del Partido Nacional) y a Radomiro Tomic, nominado por la Democracia Cristiana.

Según la constitución vigente, si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta, la elección debería ser realizada por el Congreso Pleno entre los dos candidatos que obtuvieran la más alta votación. Lo estrecho de los resultados, con menos de cuarenta mil votos de diferencia entre Allende y Alessandri, puso a la Democracia Cristiana como el árbitro de la situación. Las fuerzas conservadoras pidieron a los demócratas cristianos que apoyaran a Alessandri en la votación del Congreso para salvar así a Chile del marxismo.

El Partido Demócrata Cristiano (PDC) se negó y optó por dar su apoyo a Salvador Allende. Todo esto, a pesar de que los votos de centro derecha emitidos a favor de Jorge Alessandri y de Radomiro Tomic superaban con creces a los de la izquierda que votó por Allende. La votación en el Congreso fue de 153 votos a favor de Allende y 35 para Alessandri. Con ello, los demócrata cristianos se hicieron cómplices de una crisis económica, social y política que puso a Chile al borde del abismo comunista.

Como era de esperar, el desempeño de Allende en el ámbito económico fue un rotundo desastre. Los mil días de gobierno de Allende estuvieron lejos de ser la ansiada experiencia de revolución sin fusiles que proclamaba. En julio de 1971, Allende  promulgó la ley de Nacionalización del Cobre. Después llevó a cabo expropiación de haciendas, el aumento del control estatal de empresas y bancos, la nacionalización de compañías extranjeras y medidas de redistribución de la renta. Sus intentos de reestructurar la economía del país llevaron al aumento de la inflación y la escasez de alimentos, una penuria similar a la que hemos sufrido los cubanos por 61 años y los venezolanos por 21.

Afortunadamente, el 11 de septiembre de 1973 los patriotas chilenos se pusieron en marcha con una asonada militar encabezada por el general  Augusto Pinochet Ugarte. El pronunciamiento fue bien recibido por un amplio sector de la sociedad chilena, enemiga de las reformas y cansada de las penurias económicas. Por otra parte, la muerte de Allende en medio del bombardeo del Palacio Presidencial de La Moneda sigue siendo un misterio. Unos dicen que se suicidó con la AK-47 que le había regalado Fidel Castro mientras otros afirman que lo mató el general cubano Patricio de La Guardia por órdenes de La Habana.

Pasando a una nota positiva, bajo el gobierno del General Pinochet, entre 1973 y 1990, Chile experimentó un verdadero milagro económico, según describió las reformas adoptadas por ese gobierno el economista estadounidense Milton Friedman. Estas reformas responden fundamentalmente a la implantación de una economía de libre mercado, caracterizada principalmente por drásticas reducciones del gasto público y de la oferta monetaria, privatización de las empresas estatales, eliminación de obstáculos para la libre empresa, reducción del proteccionismo arancelario y fomento de la inversión extranjera.

El modelo sugerido por Friedman a Pinochet, aunque con algunas variaciones, se sigue utilizando en este momento. De hecho, ha producido un crecimiento del Producto Nacional Bruto en un 40% (en dólares de 2005), y un crecimiento anual promedio del 5% entre los años 2000 y 2010. En una carta del economista al general en 1975, Friedman manifestó: "Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el mío, se encausó en la ruta equivocada. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno".

Por su parte, en 1990, el General Pinochet dio muestras de patriotismo y de su respeto a las leyes presidiendo unas elecciones transparentes y justas en que resultó triunfador Patricio Aylwin. En los años siguientes se mantuvo el crecimiento económico iniciado por el gobierno de Pinochet. El medio anual osciló entre 4,7% y 7,3% cada año durante las administraciones de Aylwin, Frei, Lagos y Piñera. Pero la semilla roja sembrada por Allende hizo de nuevo  su aparición con la elección de la comunista solapada Michelle Bachelet. El crecimiento económico anual, durante la segunda administración de la Bachelet, fue un 1,9% promedio. Esta cifra es la más baja registrada por un gobierno desde la vuelta de Chile a la democracia.

En contraste, la política conservadora puesta en marcha en estos momentos por el Presidente Sebastián Piñera está produciendo resultados altamente positivos. A su primer año de gestión, el gobierno de Sebastián Piñera anotó un aumento sobresaliente del crecimiento económico, al llegar este al 4,0%. Estas cifras situaron 2018 muy por encima del 1,7% promedio anual obtenido por la gestión del segundo período de Michelle Bachelet, entre 2014 y 2017.

Como bien señala The Heritage Foundation: "Las expectativas de políticas más favorables para los negocios y el mantenimiento del largo historial de políticas macroeconómicas ampliamente sólidas de Chile por parte del gobierno de Piñera, contribuyeron a aumentar la confianza en 2018 y lograron una recuperación de la inversión, después de cuatro años de contracción".

Por desgracia para los pueblos, la izquierda fanática no está interesada en la prosperidad individual de los ciudadanos sino en el control de los recursos de la nación para beneficio de la minoría totalitaria que gobierna al país. De ahí las manifestaciones multitudinarias y la caída de los niveles de popularidad de Piñera.

En abril de 2018, el nivel de aprobación del mandatario llegó al astronómico 58%. El estallido de las protestas generalizadas en el país hizo que la popularidad del presidente Sebastián Piñera cayera tan baja como el 6%, su nivel histórico más bajo, de acuerdo a una encuesta del Centro de Estudios Públicos. Quiera Dios que a Piñera no se le aflojen las piernas en la lucha por la prosperidad y la libertad de su patria, porque la democracia chilena es un faro de esperanza para la democracia en América.

Alfredo M. Cepero
La Nueva Nación 
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Desde Estados Unidos

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