viernes, 31 de enero de 2020

RICARDO GIL OTAIZA: 2019, A CUENTAGOTAS

12 de enero. Trato de no pensar, de no hacerme de la idea de todo lo que acontece en Venezuela. En otras palabras: caerme a mentiras, ocultarme, meter la cabeza en la arena, escaparme de la realidad… Como si fuera tan fácil.

La crisis está presente en todos los aspectos de nuestras vidas. Es como una epidemia que cunde por doquier.

14 de enero. A veces me siento como un boxeador a quien le han dado un certero puñetazo en el rostro, dejándolo tirado en la lona, sin posibilidad alguna de levantarse.

No sé si tenga fuerzas para resistir tanto. La lectura es un buen bálsamo, pero a veces ni siquiera puedo leer.

Ya no tengo la paz espiritual; el sosiego de antes.

17 de enero. Avanzo con premura en la lectura del libro El maestro de esgrima de Pérez-Reverte. Me gusta la manera cómo retrata a los personajes: sus descripciones son espléndidas, vigorosas, plenas de vida. Igual con las locaciones y los ambientes. Esta cualidad les da valor agregado a sus narraciones, sumergiéndonos con maestría en mundos de fábula. Una vez comenzada la lectura, es imposible es no seguirle con pasión. Logra el autor atraparnos en sus historias con tal fuerza, que de pronto nos vemos insertos en otras dimensiones que enriquecen nuestras vidas. En este autor se cumple a cabalidad con el fin último de la literatura: complementar las deficiencias de la existencia (Vargas Llosa, dixit).

20 de enero. Quiéralo o no, en cada texto el autor se desnuda. Sea o no de naturaleza autobiográfica, lo que escribimos nos muestra desde adentro; somos lo que plasmamos en el papel o en la página electrónica. Algunos lectores aprecian este hecho, y en sus comentarios nos hacen ver la importancia de mostrarnos sin poses (caretas abajo). Lo que llevamos dentro sin adornos innecesarios suele ser valor agregado en nuestros escritos. En lo personal creo disfrutar más aquellos textos que emergen como una suerte de catarsis, y siento que me libero de pesos sobrevenidos que agregan imposturas al pensamiento.

22 de enero. Hace un par de días terminé de leer El maestro de esgrima y quedé gratamente impactado. Leí con verdadero arrebato las últimas 100 páginas y no pude parar hasta llegar al final. Con esta lectura consolido el criterio que tengo sobre Pérez-Reverte: “una portentosa pluma”. Logra el autor una historia de gran belleza que nos lleva de la mano por una época un tanto oscura (finales del siglo XIX español). Es un libro espléndido, rico en imágenes, escrito con soltura y mucha gracia. Al igual que otros críticos, lo considero un verdadero clásico que, por cierto, fue llevado a la gran pantalla. En estos momentos me encuentro a la caza de otra buena lectura. Por lo pronto comencé a leer Leonora, de la autora mexicana (nacida en París) Elena Poniatowska, que nos cuenta la historia de Leonora Carrington, relevante pintora surrealista cuya vida fue todo un torbellino. Con esta novela ganó la autora el Premio Biblioteca Breve 2011 (de la editorial Seix Barral). El libro no termina de atraparme todavía, aunque con lentitud ya me acerco a ese punto crucial que define el proseguir en una obra, o el regresarla de nuevo al anaquel. Aspiro lo primero, sin duda, ya que necesito a mi mente ocupada para no hundirme en la depresión.

24 de enero.Ya le tomé el pulso a la lectura de Leonora de Elena Poniatowska, y avanzo a buen ritmo. Resulta sorprendente la vida de la protagonista (ficción aparte), por todos esos elementos que la hacen excepcional. La autora alcanza con esta obra una importante cima y un lugar (quizá) imperecedero en las letras hispánicas. Sus libros en general nos retratan grandes personajes (en especial del sexo femenino), y en esto reside su huella y su sello personal.

La crisis nacional avanza a pasos acelerados a un punto de no-retorno.

Ricardo Gil Otaiza 
rigilo99@hotmail.com
@GilOtaiza
@ElUniversal

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