jueves, 19 de marzo de 2020

INDIRA URBANEJA: VENEZUELA BAJO PANDEMIA

La crisis del coronavirus no será el fin de la humanidad, en todo caso será el inicio de una era en la que los ciudadanos del mundo estamos comprometidos a volvernos más humanos, más coherentes y responsables.

Se habla de epidemia cuando una enfermedad se propaga activamente en un área geográfica concreta, en cambio una pandemia es cuando se afecta a más de un continente. En este sentido, no dejo de reflexionar sobre cómo pudimos pasar de una epidemia en China, a una pandemia que, hasta ahora, cobra la vida de más de 7.865 personas en el mundo, según datos de la Universidad Johns Hopkins; ¿qué nos pasó?, ¿por qué no se tomó la precaución de cerrar las entradas y salidas a tiempo?

Como sea, el mal está hecho. Los líderes del mundo, la OMS y la comunidad internacional en su conjunto, después de que superemos esta etapa, tendrán mucho para discutir y bastante que explicar.

Posando nuestra mirada en Venezuela, sabemos que el covid-19 viene a ser el desencadenante de una escalada mayor en la crisis de un país que ya venía caotizado por la pérdida de la institucionalidad; con serios problemas de abastecimiento de combustible; colapso de los principales servicios públicos como agua y luz; con el aparato productivo destruido, por lo que importamos 70% de lo que consumimos. Ahora imaginen si a este panorama le anexamos un sistema de salud que cuenta, a lo mucho, con 100 camas de terapia intensiva; la caída del precio del petróleo; el aislamiento internacional (tanto por las sanciones como por el cierre de fronteras); y la cuarentena interna.

En este contexto, el mayor reto al que nos enfrentamos es el de controlar la propagación del virus, pero tenemos un reto muchísimo más grande: pensar en cómo contener el desespero de los venezolanos; un hecho que puede acercarnos a un posible estallido social si tomamos en cuenta que 80% de nuestra gente vive y come al día, perdió su poder adquisitivo y le es imposible contar con una alacena de abastecimientos para quedarse en casa sin producir.

Vamos más allá, qué sucederá cuando los inventarios se agoten, cuando no podamos transportar lo que escasamente se produce; el covid-19 llegó en nuestro momento más difícil como país y como sociedad.

La pérdida de la credibilidad en las instituciones y quienes las dirigen es algo que también nos afecta emocional y psicológicamente como ciudadanos, ya que aumenta la ansiedad y la incertidumbre de lo que se vive al no tener la certeza de que las medidas tomadas son las más idóneas o que las cifras de casos positivos son correctas.

He leído opiniones de periodistas y líderes políticos, afirmando que Maduro exagera con las medidas tomadas porque está encubriendo la crisis real devenida de la falta de combustible, agua y luz; mas aún, llegué a escuchar un audio que corrió por Whatsapp de una supuesta doctora que aseguraba que era totalmente falso que en Venezuela hubiese casos confirmados de covid-19 y que todo era un montaje “del régimen” para sacar filo político.

En lo personal creo que cualquier medida, por extrema que parezca, si se dicta en función de frenar la cadena de contagio, siempre que se genere en el marco del respeto a la ley y los derechos humanos, debe ser apoyada, más aún en Venezuela, donde una escalada tipo Italia o España arrasaría por completo con nuestro país debido a las limitantes que ya conocemos.

No es momento de jugar al caos, esto solo perjudica a nuestra gente, y más aun, a los más pobres. De ninguna forma planteo que nos apartemos de la lucha o darles de alta a los responsables de nuestra tragedia mayor, pero sí es conveniente hacer una tregua para poder resistir los embates de esta pandemia y sus efectos posteriores.

Políticamente hablando, hasta ahora, la narrativa Maduro lleva la delantera pues es quien tiene el ejercicio efectivo del poder. Por su parte, Juan Guaidó intenta tomar algunas medidas y hablar con el mundo, pero sin mayor impacto en lo interno; en el medio están los venezolanos, esperando que los políticos puedan apartar sus diferencias y ponerse de acuerdo por el bien del país; ojalá que no se repita lo sucedido con el crédito gestionado ante la CAF para resolver el grave problema eléctrico que mantiene sin luz a los zulianos, el cual no pudo materializarse por la rivalidad y el desencuentro de las partes.

Tenemos que entender que, si antes debíamos entendernos, ahora es una obligación, sobre todo si pensamos en los efectos colaterales del covid-19 en materia económica, los cuales son previsiblemente devastadores.

Es momento de la sindéresis, de dejar de lado los proyectos personalistas y la pugna política para buscar puentes de entendimiento. Venezuela requiere no solo una comisión para atender la pandemia, es urgente la formación de un equipo multidisciplinario que tenga la capacidad de diseñar propuestas para abordar la recesión económica mundial que traerá la agudización de nuestra crisis a niveles impensables.

Si todo sale bien, esta tragedia puede convertirse en el punto de encuentro que genere la posibilidad de avanzar en la construcción de un gran acuerdo nacional de entendimiento, con la participación de todos los sectores y las diferentes fuerzas políticas, siendo el objetivo estabilizar el país para luego avanzar a un proceso electoral con las garantías de ley.

Indira Urbaneja 
@indiurbaneja
@ElNacionalWeb  

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