miércoles, 18 de marzo de 2020

JURATE ROSALES: ¿Y LAS ELECCIONES?. EL DIARIO DE JURATE

El mundo entero está viviendo por primera vez en la historia de la humanidad  una epidemia que abarca simultáneamente a los cinco continentes y amenaza a todas las naciones. Epidemias han habido y muchas, como la peste bubónica o diversas enfermedades contagiosas con centenares y hasta miles de víctimas en regiones enteras de Asia y Europa, o últimamente de África;  pero por primera vez en la Historia una epidemia se extiende a gran velocidad en los cinco continentes al mismo tiempo.

La primera consecuencia de esa catástrofe global  es que  la vida diaria en cada país se ha trastocado. En cada nación, cada cual a otro ritmo, pero en todas sin excepción, sus actividades económicas, escolares y docentes, sus servicios de transporte, su aparato administrativo y bancario,  sus fábricas y negocios, etc. etc., se han paralizado.  Esto es particularmente grave para las naciones que, como Venezuela, no tienen margen para perder el tiempo.

Observo una serie de fenómenos que nunca antes existieron en cuanto a la extensión geográfica y velocidad de un contagio. Obviamente, es que nunca antes hubo tan intenso tráfico aéreo entre países y continentes, mucho menos existía antes la facilidad para desplazarse a sitios que en el pasado parecían muy lejanos y hoy son lugares rutinarios de desplazamiento por negocios, viajes para visitar a familiares o simplemente para unas vacaciones. Todo eso se ha interrumpido en seco –así, de un solo golpe, por culpa de una epidemia que nadie ha podido controlar desde un primer momento y por cuya vacuna rivalizan países y grandes laboratorios, sin que ninguno, hasta ahora, pareciera estar cerca de la meta.

Dentro de ese cuadro mundial, a los venezolanos se les agrega un importante factor adicional y es que casi todas las familias venezolanas están disgregadas debido a la situación de un  país que obliga a expatriarse para no morir de hambre y lograr un sustento –el que sea, con tal de sobrevivir. Allí es donde aparece otro fenómeno inusual por sus características: la intercomunicación de la familia por Internet en medio de los avatares, que son cada vez más numerosos e impredecibles, con ahora la preocupación de lo único que nos faltaba: ¡una pandemia!  Ni siquiera existe ya el consuelo de que el hijo, o el nieto, o el sobrino están en un país lejano; pero normal, donde su vida, su seguridad y su sustento no corren el peligro que lo asechaba en Venezuela. Ahora el peligro es otro y está en todas partes.

Observo también que la pandemia se ha convertido en un examen que pasarán o no pasarán presidentes, ministros o jefes de partidos políticos en todo el mundo. Para unos, es la oportunidad dorada de unirse a sus adversarios políticos en nombre de un esfuerzo que abarca a toda la nación. Para otros –es el inesperado chance  de aprovechar que la política nacional y mundial estén relegadas a un segundo plano y utilizar la pandemia para reforzar impunemente la represión. Es la oportunidad soñada para mandatarios como Maduro, porque la emergencia sanitaria les permite inundar  las calles con hombres armados bajo la excusa de que estos gorilas están “resguardando a la población” de un contagio.

Precisamente, el caso de Venezuela parece sufrir otra demora más en su trabajoso camino hacia una solución política por la vía de unas elecciones libres, vigiladas mundialmente. Precisamente, cuando un primer paso ya estaba dado, la noche en que se quemaron en un incendio -obviamente provocado para borrar los implementos de fraude en los depósitos del Consejo Nacional Electoral en Caracas -con las infames máquinas de votación “dirigidas” desde Cuba, y –precisamente, repito, cuando al día siguiente Guaidó anunciaba el inicio del  “Pliego Nacional del Conflicto” aprobado por la Asamblea  Nacional  para dar inicio a la legislación que llevará a unas  elecciones presidenciales sin Maduro- es cuando se atravesó la excusa dorada para el régimen chavista de que primero hay que combatir el virus Covid-19, que así se llama el villano.

Dígame, ¿cuántos venezolanos se dieron cuenta de que el 10 de marzo, después de un mes de anunciarlo, Juan Guaidó dio inicio al cambio cuando aprobó, en una sesión de la Asamblea Nacional celebrada en la calle, aquel  “Pliego” que debe llevar a las elecciones presidenciales en el curso de este año? Ocurre que la parafernalia del tal Covid-19 opacó una de las más importantes decisiones parlamentarias de las dos últimas décadas  y  -no sin razón, pero inoportunamente– colocó una señal de espera en lo que todo venezolano más anhela: el proceso de unas elecciones presidenciales limpias y prontas.

Jurate Rosales
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Directora de la Revista Zeta, columnista en El Nuevo País con la sección Ventana al Mundo. Miembro del Grupo Editorial Poleo.

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