miércoles, 16 de diciembre de 2015

ORLANDO VIERA-BLANCO, !HENRY ES EL TIPO...!

"Es inaceptable que factores oficiales amenacen con desconocer la nueva agenda parlamentaria. Una hostil huida hacia adelante..."
Hay varios aspectos que es menester destacar de la reciente victoria electoral de la oposición venezolana.  Uno de orden estrictamente político. Otro de orden ciudadano.  Y finalmente -y no menos importante- de orden grupal y sociológico. No quiero dejar de lado lo económico. Pero aunque luzca prioritario, nada en lo material sucederá si primero -de manera fundamental- no repasamos las variables in comento.
En el plano político la victoria de la oposición debe convertirse en un evento trascendental. No en lo electoral. No en lo estratégico (que lo es),  sino en el difícil proceso de rescatar la institucionalidad y con ello, aprender a vivir nuevamente en democracia. La reacción inicial del Gobierno fue  sensata. 8 millones de venezolanos (incluyendo los votos nulos), enviaron un mensaje plebiscitario,  que sería torpe desmerecer. 
La gente de todos los estratos (contando una sensible base popular chavista), votó en contra de la escasez, la inflación, la devaluación, la inseguridad y, en fin, en contra de la indignidad ciudadana.  Llevamos un largo periodo de amarga supervivencia, entre colas, especulación,  división e injusticias, aderezadas con una incontenible criminalidad que ha hecho de nuestra convivencia, una dinámica peligrosamente instrumental. Al decir de Émile Durkheim, pasamos de ser una sociedad solidaria en términos de consciencia colectiva a una sociedad mecanizada en términos de  supervivencia, donde la identidad ciudadana no pasa por el lugar de nacimiento, costumbres o méritos históricos (que demandan respeto), sino por un "instrumento" de resistencia y aguante, por la vida. En este escenario la tensión y violencia promueven la fractura como "estrategia" de poder. Un nuevo liderazgo político desde una nueva correlación parlamentaria debe procurar la recuperación del decoro, el respeto y la vergüenza, profundamente golpeada por la ideologización y el ninguneo partisano. ¿Cómo lograr un accionar político coherente para retornar a la institucionalidad? Lo clave es la prudencia y la determinación.  No pisar los "peines"  de la provocación sin abandonar  la firme decisión de no permitir un nuevo arrollamiento institucional.  
Ramos Allup ha encendido algunas mechas y ha tocado algunos nervios. No puede perder de vista que Chávez sigue siendo un referente de peso. Pero su experiencia política y su talante,  no pueden frenarse a la hora de definiciones. Reconozco es el hombre del momento para emprender ese difícil proceso de nivelación de fuerzas. No es Borges. No es Guevara. Pero debe hacerlo con amalgamiento político, ciudadano y atención, demandando la vigilancia de las FFAA institucionales.
Es inaceptable que factores oficiales amenacen con desconocer la nueva agenda parlamentaria. Una hostil huida hacia adelante, donde la oposición debe ponerle contención a esos desplantes. Aquí entramos en lo ciudadano. El cambio debe comprenderse como un profundo compromiso de activismo cívico. El cambio comienza por nuestra propia actitud, la cual pasa por apoyar activamente  nuestra nueva representación política.  No sólo pedirles. No sólo criticarlas, sino atender sus llamados.  Ahí  van las expectativas del chavista opositor, que clama estabilidad y justicia social (no repartita sino real).   Y el desafío de la disidencia es otorgar inclusión y reconocimiento a ese sector siempre olvidado. La bisagra entre ellos y nosotros, será la nueva AN. Pero tenemos que cumplir nuestro rol de ser portones, vigilia y plataforma de ese reacomodo  social. Debemos participar en el cambio, no esperar que otro lo produzca. Debemos defender este logro político desde lo ciudadano. Pedir respeto desde a un fiscal de tránsito, de aduana o del MP,  hasta un operario cambiario, un funcionario de banco o el cajero de un Mercal. Respeto en una cola.  Respeto a nuestra representación en la AN. Respeto a sus decisiones. Respeto a la amnistía, a la revisión de tratados, a que se rindan cuentas claras, a la actuación de nuestros embajadores, ministros o militares. No esperar que las cosas las resuelvan AD, PJ, UNT o VO a solas. Es dar un paso al frente en el rescate país, y no esperar que sean 112 diputados electos los únicos responsables.
En lo grupal tenemos mucho que reflexionar. Antes de las elecciones, el escepticismo pasaba por un entreguismo preocupante, mismo que desdice de nosotros como sociedad.  Mismo que nos ve como incapaces de ripostar adversidades. No me excluyo. A ratos pensé que sería difícil obtener una mayoría calificada en la AN. Y el país demostró que su voluntad de cambio es inquebrantable, y que su dignidad supera todos los miedos. 
Revaloricemos nuestra autoestima grupal. Confiemos más en nosotros. Hablemos bien aunque no luzca posible. Apoyemos la libertad de nuestros presos políticos y el regreso de los exiliados. Esta debe ser la primera medida política de la nueva AN, decretada en urgencia parlamentaria.
Dándole trascendencia al caudal que significa nuestra elevadísima participación el 6D, conseguiremos darle zapata al cambio necesario. Fue eso lo que obligó Padrino López a resguardar los resultados. No otra leyenda urbana. Falta menos. Pero nos vienen momentos decisivos, donde salir de nuestro letargo, tal como salió la ciudadanía el 6D,  será la diferencia entre el triunfo del cambio y la hegemonía.

Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco

Caracas – Venezuela

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