lunes, 22 de febrero de 2016

AMÉRICO MARTÍN, DE CRISIS EN CRISIS

El aforismo quiere que la esperanza sea lo último en perderse. En sentido lato deberíamos entender que una vez perdida sobreviene la noche oscura de la crisis sin retorno. En el caso venezolano se observa algo parecido. En la acera gubernamental y los predios del chavismo la lucha interna se ha recrudecido en forma tan intensa que desborda los cotos hasta ahora cerrados del Estado y del bloque de partidos oficialistas, en nombre de que la ropa sucia se lava adentro. No obstante las fronteras de la prudencia están siendo rebasadas por el naufragio de las infladas promesas oficiales.

La desesperanza venía creciendo en los últimos años del caudillo mientras tomaba cada vez más fuerza la alternativa democrática, encarnada en la MUD, sin destruir todavía la hegemonía del sacralizado líder. Dos factores lo impedían, la bonanza petrolera y el ímpetu del fallecido presidente.

Después de 40 años de democracia, cuya obra material y espiritual superó cuanto se construyó desde la fundación de la República en 1830 y es infinitamente superior a lo que en realizaciones sin adornos retóricos, se ha hecho o deshecho durante los 17 años de rimbombante revolución, es perfectamente posible elaborar los grandes balances para restablecer la verdad histórica. Una minuciosa obra próxima a ser editada de la profesora Rosa María Estaba, “La construcción de un territorio”, lo demuestra con tal contundencia que sorprenderá hasta a muchos de los amigos del régimen. Mapas, datos, gráficos, proporcionan un cimiento de granito a ese esfuerzo intelectual de Rosa María, que se une a otros valiosos trabajos de similar orientación temática. A medida que se expande la sensación del un cambio democrático, se ha incentivado el interés por aprender y rescatar lo medular del pasado histórico, tan brutalmente tergiversado y calumniado, Aprender sin repetir. Aprender de sus notables realizaciones recordando que una de ellas fue saber adaptarse a las complejidades del presente con la mirada puesta en el futuro. Volver al pasado sólo sería posible para un émulo de Robert Zemeckis, el audaz director que nos permitió viajar en el tiempo.

El presente de Maduro es estremecedor. Incapaz de reaccionar frente al trepidante deterioro de las variables económicas, sociales, políticas, pretendió silenciarlas con el uso de la fuerza. Para no mostrarse débil ante su militancia escaló la violencia, la provocación, el atropello a la Constitución. Embestir de esa manera, precisamente cuando la oposición registraba la colosal victoria del 6D fue un disparate que casi lo disuelve en el aire.

Tengo la impresión de que amigos míos como Enrique Krauze, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas Llosa elogian con tanto entusiasmo a los luchadores democráticos de Venezuela, principalmente, claro, porque aman la libertad y quieren esgrimir el ejemplar desempeño de los incansables bregadores democráticos en esta parte del mundo, pero quizá también porque habrán descubierto en la curiosa crisis del madurismo, un tesoro de posibilidades para sus futuras obras de creación.

Por lo general los combates tienden a librarse desde dos aceras y sus paladines a afluir hacia dos polos. Que son tres en la trágica sucesión bolivariana. La MUD, en el centro de la vasta oposición democrática, el chavismo enfrentado a Maduro, y el propio presidente, arrastrado en el nubarrón de las Erinias. Se discute el despido de Maduro. Al verlo tan nervioso, fallido y sudoroso, sospecho que sea el primer interesado en una balsa salvadora como esa.

Americo Martin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
Miranda – Venezuela

http://diariodecaracas.com/blog/57

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