“Esa lengua
pobre de vocabulario, atada a los peores comodines, degradada en su calidad y
en su entereza y cubierta de las pústulas de lo soez, hay que hacer que nos
duela, como nos duele la llaga física, para que sintamos todos, la necesidad de
limpiarla”. Arturo Uslar Pietri
Arturo Uslar Pietri es probablemente el escritor
más conocido por los venezolanos e internacionalmente, por su extensa y
prolífera obra escrita, considerada como verdadera joya de la literatura. De un
viejo texto el cual compartimos con nuestros lectores, titulado “La lengua
sucia” tomado de la edición de 1955 del libro Pizarrón, cuyo nombre por cierto
utilizó en su columna que publicó en el diario EL NACIONAL por muchos años,
extrajimos el trozo de un texto, que hoy por hoy tiene plena vigencia, por
razones que los lectores no dudo
comprenderán inmediatamente, dada la utilización vulgar del idioma por boca de
quien ejerce la Primera Magistratura de la nación, quien utiliza un vocabulario
de una pobreza que raya en la indigencia y que hace notar su empeño sádico de
hablar peor y maltratar el idioma, amén de su inestable intemperancia cuando lo
pronuncia en actos proselitistas de su partido , en medio de un inusitado
paroxismo con el que amenaza, atropella
e insulta a sus adversarios políticos.
En el referido texto que mencionamos, el ilustre
“Amigo Invisible”, como solía saludar a sus contertulios que semanalmente veían
su programa por RCTV refiere: “La palabrota que ensucia la lengua termina por
ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un
patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre
la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni
ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la
palabra la que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción”.
Agregaba que “esa lengua sucia es la primera y más importante señal por donde
los que vienen a conocernos van a juzgar nuestro espíritu, nuestra cultura,
nuestra calidad humana”. Bien lo dijo uno de sus agraviados, el empresario
Lorenzo Mendoza cuando afirmó: “El lenguaje del jefe de Estado no ayuda a
generar confianza en los inversionistas. Es una burla, sin sentido, estar
tratando de montar una novela sin ningún fundamento”.
A los ojos del mundo Venezuela debe parecer un país
tercermundista, término acuñado por el economista francés Alfred Sauvy en 1952,
haciendo un paralelismo con el término galo de tercer estado, para designar a
los países que no pertenecían a ninguno de los dos bloques que estaban
enfrentados en la Guerra Fría: el bloque occidental, Estados Unidos, Europa
Occidental, Japón, Canadá, Australia y sus aliados y el bloque comunista, Unión
Soviética, Europa Oriental, China y sus aliados.
En la actualidad y de manera anacrónica, (el Segundo
Mundo del bloque socialista se ha disuelto conceptualmente) y el término
tercermundista se utiliza como referencia a los países periféricos
subdesarrollados o “en vías de desarrollo”, en contraste con los países
desarrollados, y también son calificados así por su tasa de analfabetismo y su
deficiencia económica, política, tecnológica y medico asistencial, por lo que
en el mundo “globalizado” sufren la enorme presión política y económica de los
países más poderosos. A ello se suma que estos países en “vías de desarrollo”
no poseen un nivel de actividad económica lo suficientemente alto para proveer
de los recursos necesarios a la mayoría de su población, que le permita cubrir
un mínimo de necesidades de consumo y garanticen buenas condiciones de salud, alimentación,
educación, vivienda y servicios, es decir, equidad en la distribución del
ingreso e igualdad de oportunidades.
Visto así, creo no exagerar si consideramos que
nuestro país está en esta dolorosa escala, la cual nos ubica a la par de los
que padecen las más apremiantes necesidades: salud, educación, seguridad y
tantos otros males que agobian a miles de familias venezolanas, por la
ineptitud, negligencia, imprudencia y mal manejo de la cosa pública, pese a los
mil millonarios ingresos percibidos durante 16 años por concepto de la venta
del primer rubro de nuestra economía: el petróleo. Esto evidencia que la
democracia no consigue mucha estabilidad en la mayoría de los llamados países
del tercer mundo, pues es más frecuente con los gobiernos autoritarios o
populistas, por razones obvias: la explotación del hombre por el hambre.
Nadie se explica cómo habiendo recibido tantos
recursos económicos, Venezuela se encuentre al borde de un colapso total de su
economía. Cabe perfectamente recordar una frase que en cierta ocasión refiriera
el ex ministro de Planificación del régimen, Jorge Giordani, cuando a la
pregunta de un periodista sobre la etapa final de la gestión de Chávez,
respondió lacónicamente: ”De la planificación a la improvisación permanente”, lo
cual demuestra que su heredero e hijo putativo Nicolás Maduro, sigue al pie de
la letra la lección del fallecido Comandante galáctico.
La dramática situación que vivimos los venezolanos
por falta de alimentos, medicinas, deficiencia de los servicios públicos,
corrupción, y toda una laya de problemas de carácter social y económico, es una
lacerante y dolorosa realidad que el régimen lejos de procurar solucionar, se
aboca a la diatriba política y no cesa en culpar con saña de todos los males a
la oposición, que le infringió la más aplastante derrota en el pasado proceso
electoral parlamentario, negándose a reconocer la legitimidad del Poder
Legislativo, con florido mensaje populista y demagógico, para que sus huestes
crean ciertamente que en ellos descansará la responsabilidad, que solo el
Parlamento de acuerdo a la Constitución Nacional, está facultado.
No contentos con ello, el oficialismo ve como
salida a la crisis de institucionalidad que vive la nación, la sustitución del
Poder Legislativo con la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
lo que para muchos constitucionalistas es una aberrante postura del régimen,
por cuanto contradice el espíritu de la ley y de la Carta Magna, en abierta y
clara demostración de su talante autoritario y populista.
Y qué decir de la inseguridad que mantiene en
estado de alarma y zozobra a los venezolanos, víctimas de delincuentes que a
diario perpetran atrocidades en todas las ciudades del país, ante la mirada
indiferente y hasta en las propias
narices de policías, guardias nacionales, y otros organismos de seguridad. La
ciudadanía reprocha con indignación y rabia la pasiva actitud del régimen, por
la creciente ola de terror impuesta por quienes han decretado hasta el toque de
queda, en ciudades como Porlamar, Maracay y Tumeremo, tal como ocurrió en días
pasados cuando los llamados pranes tomaron calles y avenidas de dichas urbes,
para enterrar a unos de sus compinches fallecidos en enfrentamientos con cuerpos policiales.
No es llamando al pueblo a la rebelión y a la
lucha, como lo hizo Maduro durante los actos cuyo escenario fue el Palacio de
Miraflores, para conmemorar el intento de golpe de Estado ocurrido en el año
1992, dirigido por el extinto Hugo Chávez, como se pueden solucionar los
problemas del país. Es convocando al verdadero diálogo, tal como lo plantea la
oposición en el proyecto de ley de amnistía y reconciliación nacional, que
también se niega el oficialismo a aprobar, aduciendo pretextos no sensatos con
la realidad nacional, con el solo propósito de mantener tras las rejas a
Leopoldo López, Antonio Ledezma y casi a un centenar de estudiantes presos.
¿Cómo se puede hablar de democracia y respeto de los derechos humanos, cuando
hay presos políticos en calabozos y celdas, en Ramo Verde y otros recintos carcelarios?
Nos avergüenza se nos exhiba ante el mundo como un
país democrático y no lo sea. Que la delincuencia haga de las suyas y asesine a
inocentes ciudadanos, hombres, mujeres y niños, como si no existiera la ley.
Por eso reafirmamos, que Maduro y los pranes, son una vergüenza nacional, pues
no contribuyen en absoluto a afianzar la
confianza pública ni la seguridad del país.
Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del
Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela
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