miércoles, 17 de febrero de 2016

CÉSAR AUGUSTO MANZANO ZAVALA, LA INDIGNACIÓN ANTE EL ULTRAJE

Al regresar a lo que queda de país, luego de una corta ausencia, he tenido el infortunio de presenciar la triste realidad que nos agobia. Me tocó  hacer un recorrido por varios supermercados en busca de productos básicos de la canasta alimentaria. ¡Que experiencia tan desmoralizante!

Prácticamente no conseguí los alimentos que buscaba, lo que si me encontré fue largas e interminables colas de la gente soportando estoicamente la inclemencia de un sol que tuesta, sin saber si al llegar al punto de reparto ya no queda nada. ¡Que humillación! Y eso es lo que sucede la más de las veces, porque la cantidad de producto ofrecido no llega a satisfacer al número de personas que está en la cola esperando. Son gente de variados niveles socio-económicos que mientras esperan, intercambian inquietudes, hacen catarsis descargando ácidos comentarios sobre el gobierno y sus dirigentes, lamentándose muchos de ellos por “haber creído en las promesas de esos políticos sinvergüenzas que ahora no dan la cara”.
Decía que fue una experiencia desmoralizante porque presencié gente humilde y menos humilde, maltratada por quienes ejercían funciones de “repartidores” del bien de consumo y de “cuidadores” del orden en las colas, que se daban ínfulas de “jueces divinos” que tenían en sus manos la decisión de quién era merecedor de recibir los mendrugos que es lo que puede ofrecer una “revolución” que ha destruido la capacidad productiva de un país, que en el pasado era capaz de cubrir sus necesidades alimentarias e incluso exportar en algunos renglones.
Pude ver muy cercano a mí, un señor de avanzada edad, con expresión suplicante porque necesitaba el paquete de arroz. Le fue negado ya que la cola era muy larga y la gente se podía “enfurecer”, sin embargo, al cabo de unos minutos el “repartidor”, tras intercambio de mirada furtiva con uno de los “cuidadores”, le entregó a éste tres paquetes que imagino irían a parar a manos de alguien que seguramente mojó las del “repartidor”.
Más tarde ese día, en otro supermercado, me detuve a observar  a quienes, sacando valor de su necesidad, esperaban en una larga cola para ver si alcanzaban a obtener algún renglón de la cesta básica. De nuevo la misma escena: mujeres de avanzada edad que se han quedado solas porque su descendencia se ha ido en busca de mejores horizontes. Más allá una señora, joven aun, con dos niños, uno de quizás tres años y el otro de meses que le cuelga de un costado, es una madre con expresión de angustia, que seguramente piensa qué será de mañana. En la misma cola me llama la atención un niño con expresión altiva, con cara de valiente, de “echao p’alante”, que cuidaba el puesto para su madre. Me hizo recordar la “choza enclenque y parda”.
Estos escenarios de ultraje, de humillación, de degradación del ser humano, son el resultado del sistema económico de un socialismo cavernícola, primitivo, fracasado en todas partes, que se ufana de proteger al pueblo pero que no ha hecho otra cosa que hambrearlo, que empobrecerlo.
Mientras tanto ese pueblo consternado, que pareciera resignado a un designio fatídico, se está llenando de furia que puede explotar en cualquier momento. ¿Es eso lo que busca el régimen? ¿El caos para llevar a cabo la aventura de un autogolpe? ¿O acaso el régimen piensa que puede alargar esta situación en espera de algún milagro petrolero? Por otra parte, ¿la MUD ha considerado en su concepción estratégica estos escenarios? De ser así ¿cuál es el planteamiento táctico de la MUD para desbaratar de antemano ambas probabilidades y lograr un cambio de gobierno en un tiempo perentorio?

César Augusto Manzano Zavala
neptuno42@gmail.com
@neptuno42
@tiburcio42

Caracas - Venezuela

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