miércoles, 10 de febrero de 2016

FERNANDO OCHOA ANTICH, LA VERDADERA ESTRATEGIA DE MADURO

Las recientes palabras pronunciadas por Nicolás Maduro,  en un acto de la trascendencia institucional del inicio del año judicial, no pueden ser tomadas a la ligera por los venezolanos. Definitivamente, en ellas se señalan los elementos fundamentales de la estrategia que él  ha diseñado para enfrentar la creciente exigencia de  su salida de la presidencia de la República ante su incapacidad y falta de voluntad para resolver los graves problemas creados por el estruendoso fracaso de su gobierno.  Hay tres frases que me impactaron por la aviesa manipulación  que ellas envuelven: “el sistema judicial debe estar construido desde un sentido humanista, acompañando a la Revolución, que lo convierte en un verdadero poder independiente del imperialismo americano”; “Venezuela es un país sometido a todas las formas de guerra no convencional”; “con la nueva AN surgió una tensión que se extendió del carácter político al constitucional.  A nadie le tiemble el pulso para defender el derecho a la paz y  a la constitución. Hay un solo árbitro, un único poder supremo: el  Tribunal Supremo de Justicia””.

Esta estrategia conduce a un permanente  conflicto entre los distintos poderes públicos, como ya se manifestó en la decisión tomada por el TSJ de desconocer la elección de los diputados por el estado Amazonas. En conclusión, al ser el TSJ el único  poder reconocido por el régimen, se desconoce expresamente  la voluntad popular, manifestada masivamente en las elecciones del 6 de diciembre, las cuales dieron origen a la Asamblea Nacional. Los hechos ya se empiezan a observar: los funcionarios públicos incumplen sus obligaciones  constitucionales no asistiendo a la convocatoria que le hacen las distintas comisiones. Esta situación  se agravará mucho más cuando la Asamblea Nacional considere que, ante la inmanejable  crisis política, económica y social, se requiera consultar a la voluntad popular para determinar si la mayoría de los venezolanos considera conveniente un cambio de gobierno a través de la aplicación de  alguno de los medios establecidos en la Constitución Nacional de 1999. 
La utilización indebida del desprestigiado y partidizado TSJ le permitirá al gobierno de Maduro obstaculizar cualquier posibilidad cierta de poder revocar su mandato mediante cualquier medio constitucional utilizando  amañadas e inaceptables maniobras judiciales, impidiendo así la aplicación del artículo 5 de los principios fundamentales de la Constitución Nacional de 1999: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce  directamente  en la forma prevista en esta Constitución  y en la ley, e indirectamente  mediante el sufragio, por los órganos  que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”. No se requiere tener una profunda formación jurídica para interpretar este artículo. Claramente, se establece que los poderes del Estado están sometidos a la voluntad popular, incluyendo el TSJ, el cual no puede transformarse en un obstáculo a cualquier decisión de la Asamblea Nacional  de convocar a una consulta popular para decidir el destino nacional.
Si esa estrategia, claramente definida en las palabras de Nicolás Maduro, se continúa utilizando,  el gobierno nacional perderá,  de manera definitiva, su legalidad y legitimidad, transformándose en un gobierno inconstitucional. Esta situación se hará inmanejable ante la compleja situación que enfrenta Venezuela. La escasez, la inflación, la corrupción, y  la inseguridad personal han alcanzado niveles de tal magnitud  que los venezolanos claman por un cambio de gobierno. Definitivamente, el régimen chavista ha conducido a nuestro país  a una de las más graves crisis de nuestra vida republicana. La responsabilidad  histórica de Nicolás Maduro es inmensa e ineludible. Fue factor fundamental en el desastroso  gobierno de Hugo Chávez, y  al asumir la presidencia de la República no sólo no fue capaz de rectificar los muy graves errores cometidos por el  régimen revolucionario desde 1998, sino que los profundizó  conduciendo   al país a esta lamentable situación.
Las consecuencias empezaron a manifestarse con rapidez: escasez, inflación, desempleo, corrupción y hambre. Contra ese terrible estado de cosas, los venezolanos votaron masivamente el 6 de diciembre. Creyeron, de buena fe, que ese triunfo sería el primer paso para lograr un nuevo gobierno capaz  de revertir la crítica  situación política, económica y social  de Venezuela. Lamentablemente, pareciera que Maduro, como ocurre casi siempre con los presidentes enceguecidos por el poder, no es capaz  de interpretar la realidad de manera acertada. En lugar de renunciar, ante el fracaso electoral que acaba de sufrir su gobierno, cree que está en condiciones de doblegar la voluntad popular a través de la violencia. Está equivocado. En ese sentido considero oportuno recordar a mis compañeros de la Fuerza Armada Nacional que su misión no es la de reprimir a los venezolanos que legítimamente  exigen un cambio político: Lo prudente es acatar lo pautado  en la Constitución Nacional, respetar las atribuciones de la Asamblea Nacional y asesorar leal y profesionalmente al presidente para encontrar una solución a la creciente crisis política a través de medios constitucionales, electorales y pacíficos. ¡Presidente Maduro, no se equivoque, usted puede sufrir una amarga sorpresa¡
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich.

Caracas - Venezuela

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