viernes, 11 de marzo de 2016

GIOCONDA SAN BLAS, ROMANCE DE LA TIERRA YERMA

Comenzando el siglo XXI, los países desarrollados continuaron apropiándose del conocimiento científico para convertirlo en instrumento de progreso e innovación. En agricultura, una población creciente que exigía cada vez más alimentos, requirió de nuevas tecnologías para que la productividad por hectárea aumentara notablemente.

Mientras tanto, en nuestros campos, el paso de Atila bajo la figura de un régimen depredador, se dedicó por más de una década en el inicio de milenio a confiscar tierras sin pagarlas, la mayoría en plena producción. Casi 4 millones de hectáreas fueron robadas y entregadas a campesinos o invadidas por extraños que en ánimo de barbarie, destruyeron las fincas.

Más de 1,6 millones de hectáreas en 2008 fueron reducidas a 500 mil en el siguiente sexenio. Mientras la población crecía a un ritmo de 500 mil habitantes por año,  la superficie de siembra de arroz, maíz y caña de azúcar disminuyó en 33 %, 40 % y 55 %, respectivamente. La caraota perdió 78% de sus plantaciones, lo que permitió a República Dominicana pagar el petróleo que recibía por Petrocaribe con 10 mil toneladas del grano, a precio de gallina flaca.

Cuando hubo dinero, resultado de los altos precios del petróleo, el régimen pudo sustituir con importaciones su labor destructiva de fundos, enriqueciendo a los productores extranjeros mientras arruinaba a los nativos. Claridad para la calle y oscuridad para la casa.

Así las cosas, las importaciones agrícolas fueron aumentando de 1,2 millones a fines del siglo XX a 10 mil millones en 2014. Dilapidada la riqueza en regalos y corrupción, nos quedamos ahora sin producción agrícola local ni posibilidades de importar productos de la dieta básica para alimentar a nuestro pueblo. Han llegado el hambre y las colas en búsqueda de alimentos, tal como previeron los economistas hace varios años.

En medio de tal desbarajuste, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura), por mano de su representante en nuestro país, el brasileño Marcelo Resende, se permitió en 2013 el cinismo de otorgar al régimen un reconocimiento a sus esfuerzos en pro de la alimentación de los venezolanos, premio que mereció una justificada protesta, cuya esencia fue recogida en carta de Carlos Machado Allison. No contento con esto, hace pocas semanas cuando la crisis alimentaria ya no puede ser ocultada, el señor Resende nuevamente se burla de nosotros al solidarizarse con el régimen, dando un espaldarazo a la agricultura urbana como pretendido método para asegurar la alimentación de nuestro pueblo.

Lo que no dice el inefable funcionario es que la agricultura urbana y periurbana ha sido diseñada para países en situación de pobreza o conflicto, de los cuales el modelo a exhibir no es otro que La Habana, donde tal política habría producido en 2013 alrededor de 6.700 toneladas de alimentos para casi 300.000 personas (apenas 61 gramos diarios por persona, equivalentes a dos hojas de lechuga o una cebolla pequeña).

Es desolador que Venezuela, nuestro país, que recibió un millón de millones de dólares por concepto de renta petrolera en esta era infame, deba ser considerada ahora como candidata a abastecerse de una precaria agricultura que nos excluye de la lista de países en desarrollo. Entretanto, en los países desarrollados la agricultura urbana es solo un pasatiempo para jubilados, porque allá la agricultura a gran escala es altamente tecnificada y rendidora.

Haciendo un paralelo con aquella fracasada zafra de los 10 millones de toneladas de caña de azúcar en la Cuba de 1969, cuando se condenó a todo un pueblo a sembrar y tumbar caña, así querrán sojuzgarnos aquí, haciendo que nuestro tiempo se vaya en sembrar conucos y perolitos, con miras a obtener los alimentos que el régimen ahora nos niega, una vez destruido el aparato productivo de la nación y agotados los recursos para comprarlos.

El escritor cubano Duanel Díaz Infante, al referirse a la destrucción de su país, dice que “la desaparición del central azucarero equivale, simbólicamente, al agotamiento de esa promesa revolucionaria que tuvo en el vendaval en los cañaverales su metáfora maestra”. Algo similar tendremos que decir nosotros, si no nos rebelamos, al ver la tierra yerma donde antes fue fecunda.

TUITEANDO

1.- “La MUD ha tomado la decisión unánime de convocar al pueblo de Venezuela a conformar el movimiento de presión popular más grande que haya existido, para activar todos los mecanismos de cambio”.

2.- Tumeremo: hallar los cuerpos no bastará, porque nunca ha bastado. Un sentido texto de Ángel Alayón.

Gioconda San Blas
gsanblas@gmail.com
@daVinci1412
Miranda - Venezuela

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