La fantasía del cuento Alicia en el País de las Maravillas, luce ensombrecida ante la inspiración de los genios de la política que refundaron la República para establecer una sociedad que sólo sirvió para desgraciar su historia de luchas.
La osadía no sólo es
atrevimiento o audacia para superar alguna dificultad. También es imprudencia o
arrojo excesivo que raya con la desvergüenza o la insolencia al momento de
sobrellevar una necesidad.
Por justificada o no que parezca o sea. Es la
incitación que ha llevado a algunos a no rendirse a las contingencias que
irrumpen la continuidad de la vida. Pero también, a enmudecer a quien por
crítico, se atreve a protestar las aberraciones con las cuales se tropieza en
su periplo por las realidades que configuran su discurrir.
En política, la
osadía adquiere una connotación un tanto similar. Aunque tiene la
particularidad de incitar actitudes o de impulsar decisiones que van contra
toda lógica. Por eso, la osadía política no deja de ser peligrosa ya que muchas
veces se asocia con el manejo equivocado de la incertidumbre. O mejor dicho, de
las dificultades que acompañan cualquier determinación contaminada por la
imprevisión o la inmediatez bajo la cual la irreverencia política plantea sus
fines o propósitos. Muchas veces, equivocados.
Es el caso de quien,
por osado, pueda darle rienda suelta a presunciones que son parte de un tramado
ideológico directamente vinculado con intereses propios. La referencia es de
aquel osado que al pecar de iluso, se ve tentado por el brillo que despide la
ignorancia, su ignorancia. Es el caso del politiquero que creyéndose
“salvador”, se transforma en el osado capaz de prometer lo posible y lo
imposible para quedar mal parado después de todo los intentos realizados por
demostrar, amparado en su verbosidad y en el poder, que es capaz hasta de
dominar las fuerzas de la naturaleza.
Venezuela,
tristemente, se convirtió en adecuado terreno para politiqueros osados. El
populismo, dio paso al populacherismo que a su vez brindó las mejores
condiciones para reivindicar la osadía como condición dialéctica y fáctica que
restituyó el primitivismo que una vez, siglos atrás, caracterizó el territorio
venezolano. Sólo que ahora, luce disfrazado de “socialismo bolivariano” con el
ridículo añadido de ser supuestamente: del Siglo XXI.
La osadía de estos
personajes de marras, ataviados de gobernantes revolucionarios, ha sido tan
exitosa, que les permitió fabular una Venezuela que no podría compararse, ni
siquiera, con el maravilloso país de Alicia. O sea, la fantasía del cuento de
Lewis Carroll, luce ensombrecida ante la inspiración de los genios de la
política que refundaron la República para establecer una sociedad presuntamente
“democrática, participativa y protagónica”. Su obstinada osadía no tiene
parangón. Tanto que no conforme con los preceptos sobre los cuales formalizaron
el supuesto “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia” al cual
refiere la Constitución de la República, se dieron a la tarea de forjar
conceptos como “guerra económica”, “Venezuela potencia”, “Estado Comunal” entre
otros no más rimbombantes y huecos, con la idea de desmembrar la
institucionalidad democrática y así fraguar un país sometido y de aduladores
que pueda maniobrarse a su entero antojo.
De manera que el
proyecto pretendido por el alto gobierno, no va en la dirección que dictamina
la Constitución al describir que el gobierno del país “es y será siempre
democrático, responsable, pluralista (… )”. Nada de eso. Ya no puede ocultarse
lo que en principio pretendió hacerse mediante discursos engañosos que
exhortaban libertades, garantías y derechos. La osadía del régimen indujo a sus
dirigentes a ejercer una política tendenciosa, que sin dejar de ser fantasiosa,
se ocupara de hastiarle la vida a los venezolanos. Es decir, de cansarlos,
ofuscarlos, humillarlos, sancionarlos, invisibilizarlos, hostigarlos,
subordinarlos, acusarlos, penalizarlos, aterrorizarlos, idiotizarlos y en fin,
todo aquello que posibilite su empobrecimiento económico, cultural, moral,
social y político. Pero también su acoquinamiento o involución en todas las
instancias posibles pues así le resulta fácil al régimen convencerlos de las
“bondades” de la revolución bolivariana. Aunque en el fondo, ello es producto
de la obtusa gestión de un gobierno cuyas decisiones se han elaborado bajo una
perversa estrategia situacional. Impulsada, claro está, gracias a la osadía de
la ignorancia.
VENTANA DE PAPEL
POBRES VENEZOLANOS
POBRES
Lo que fue una vez
opulencia que bien distinguió a Venezuela del resto de países latinoamericanos,
y que fue legítimo motivo de orgullo del gentilicio venezolano, rápidamente se
convirtió en cruda indigencia. Las cuentas del Banco Central de Venezuela
referidas por corporaciones internacionales dedicadas a informar al resto del
mundo sobre el comportamiento de economías en transición, revelaban los cambios
que venían favoreciendo el desarrollo económico y social que mostraba el país.
Desde luego, el
mercado petrolero configuraba buena parte de tales realidades. Pero también, el
sistema político sobre el cual descansaba la economía nacional era igualmente
causa de justificación para reconocer el esfuerzo que dejaba verse de cara a
las exigencias del mundo industrializado. Sin embargo, el país comenzó a
atorarse. Su desarrollo, tal como se había estructurado, vino retrasándose a
nivel de casi todos sus indicadores.
Hoy, a diecisiete
años de 1999, año en que la conducción del país cambia de manos, Venezuela se vino a pique. La gestión
gubernamental no escarmentó las recomendaciones de analistas económicos y
políticos., tanto como de instancias académicas, profesionales y de universidades,
sobre las posibles y distintas maneras de librarse de las dificultades que le
asaltaron toda vez que para el régimen su primera ocupación iba a ser el pesado
y absorbente proselitismo por aquello de justificar, fundamentar y consolidar
la revolución socialista.
Todo el tiempo, fue
destinado a eso. Los recursos se invirtieron en darle sentido y valor político
a las distintas propuestas que supuestamente requería la “refundación de la
República”. Pero además, la creación de entidades internacionales que
generarían el apoyo preciso necesario para establecer casi un gobierno
suramericano y centroamericano, fundamentalmente Un seudo gobierno que siguiera
los lineamientos de acción dictados desde Caracas e inspirados en el proyecto
político revolucionario.
Lejos de tan
petulante ideario, las realidades demostraron que todo había sido una
entelequia. La situación internacional, empezó a resistirse a los embates del
aludido proyecto. Aunque peor aún fueron los resultados que se observaron Las
fisuras se vieron por todos lados. En alimentos, medicamentos y servicios
públicos. La oferta y la demanda se
invirtió estancando el país hasta niveles dramáticos.
Inclusive, el agua y
la electricidad, a pesar de que el alto gobierno obtuvo mediante excusas que
fabricó con base en el fenómeno El Niño, algunas razones que utilizó para
evadir impugnaciones y cuestionamientos. Aún así, el país se desarregló
profundamente. No obstante tales enredos y reveses, así estaba estipulado por
el proyecto político que ha servido al régimen en la ejecución de sus múltiples
intenciones. Pero tan cierto como que el sol no puede taparse con un dedo,
tampoco podrá negarse que el venezolano está viviendo su ruina. O sea, un tanto
para inferir: pobres venezolanos pobres.
“La ignorancia es para el politiquero de oficio, el recurso mejor resuelto del cual se sirve al momento de accionar razones que justifican las fechorías que su desvergonzada osadía determina”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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