Hay que tener mucho valor para armar un nuevo proceso de
paz, esta vez con la sanguinaria fuerza terrorista del ELN y de la mano del
gobierno de Venezuela, cuando se cuenta solo
con 13% de popularidad. Y más que nada,
cuando una parte sustantiva de la caída
del arraigo del presidente Juan Manuel Santos está siendo motorizada por los fracasos y
equivocaciones de la negociación de paz con las FARC que tiene lugar en La
Habana.
¿Tiene sentido comenzar un nuevo proceso sobre la base
del cuasi fracaso de las tratativas de las FARC o lo que sería sensato es darle
a este movimiento irregular un trato íntegramente diferente? Si la solidez y capacidad de
acción de las fuerzas militares
regulares colombianas es la que el
gobierno asegura, lo que tendría sentido es el debilitamiento y la aniquilación
militar de los elenos y no repetir la experiencia nefasta de negociación con la
otra guerrilla. En el caso de las FARC se habla de un componente subversivo de
8000 efectivos mientras que en el caso del ELN sus integrantes se cuentan en
cerca de 3000.
Tiene razón Alvaro Uribe cuando asevera que es incierto
el resultado de estas nuevas conversaciones si ellas tienen lugar en medio de
las actuaciones criminales de los insurgentes de este grupo, las que nunca han sido detenidas. Ni siguiera el
gobierno sabe con exactitud el numero de secuestrados que en este momento
mantiene el ELN tal como lo señala un excelente trabajo publicado ayer viernes
por el principal periódico de Medellín,
El Colombiano, y como ha sido reconocido por el Jefe de la negociación Frank
Pearl. El periódico paisa asevera que de
acuerdo a los datos de la Fiscalía neogranadina los militantes de ese grupo
ilegal son investigados por 4.894 secuestros, 930 reclutamientos ilícitos,
5.391 homicidios, 2.989 desplazamientos forzados y 87 casos de violencia basada
en género. Otras fuentes han informado que más bien el número de plagiados se
acerca a 7000 ciudadanos.
¿Cómo puede,
entonces, convertirse en un requisito
del Presidente de la República, la liberación de los secuestrado si el
negociador oficial no cuenta con elementos para poder determinar con precisión
cuantos de los retenidos están siendo considerados? Si la fortaleza de los subversivos es
justamente la amenaza que representa para la sociedad sus continuas actuaciones
criminales, ¿no es ingenuo pensar que su principal arma de guerra puede ser
entregada a la contraparte antes de sentarse a conversar?
Lo cierto es que no son buenos los augurios para el
proceso de paz que el gobierno del país vecino está anunciado con tanta fanfarria al cual le hace coro el
gobierno de Venezuela. Que este nuevo proceso se inicie en el momento en que
más se cuestiona la negociación que ya
está en curso, apenas nos hace pensar que hay aquí una maniobra de distracción
del gobierno del malestar que está generando el proceso con las FARC entre la
población colombiana y de las imputaciones que se le hacen al mandatario de
haber priorizado los temas de las negociaciones
paz por encima de cualquier otro, lo que ha deteriorado significativamente
la calidad de vida en Colombia. Nos tendremos que hacer a la idea de un nuevo
circo negociador, mientras el país colombiano continúa con sus dramas
económicos y sociales a cuestas, y la
popularidad del presidente recibiendo palo.
Si. Hace falta tenacidad y algo más para involucrarse en
un nuevo proceso de paz sin tener éxito que exhibir del anterior. Por otro lado, haberse buscado al
gobierno de Venezuela de aliado en esta presidencial gesta heroica, equivale a
poner a “zamuro a cuidar carne”. Pero
este tema es tan grueso y la torpeza tan mayúscula, que le reservaremos el
especio de nuestra entrega del sábado de la semana que viene.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
El Nacional
Miranda - Venezuela
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