sábado, 9 de abril de 2016

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, NO HAY PAPELES EN PANAMA

Visité por primera vez Panamá  a finales de los setenta, fue en un viaje de trabajo del grupo de cursantes civiles y militares, del postgrado  impartido por el Instituto de Altos Estudios de Defensa Nacional. Coincidió con unas declaraciones de la Cancillería venezolana  en torno a las dictaduras, que no fueron bien recibidas por el gobierno de Torrijos, por lo que nuestro viaje de estudios no fue muy productivo. Pero en todo caso me agradó el país, aquél verde intenso observado desde el C-123 cuando se aproximaba a la pista del aeropuerto internacional Tocuman posteriormente bautizado Omar Torrijos, y luego nuevamente Tocuman, como solo se puede observar en Centroamérica en su imponente y envolvente vegetación tropical, bañada por la brisa de dos océanos.

   Nuevamente en 1982, como turista privilegiado, ya Venezuela había abandonado la doctrina Betancourt, y desde Bogotá me desplacé para visitar al Embajador venezolano acreditado en ese país, con quién había trabado amistad en tiempos del canciller Arístides Calvani.
   Allí definitivamente quedé prendado de Panamá y su gente, de esa pluralidad cultural conviviendo bajo el sudor, la lluvia incesante, el sopor de la humedad, el comercio, el canal, las ruinas de Portobello,  Ciudad Vieja cien veces saqueada y quemada por los piratas, y el impacto inescapable del Caribe con su ritmo, despreocupación y bonhomía bañada con ron y gotas de agua de coco. Imaginaba a Vasco Núñez de Balboa, llegado de Santa María la Antigua del Darién, luego de haberla fundado, para ir al encuentro de la Mar del Sur cruzando la selva, espantando mosquitos, evadiendo serpientes, alacranes, las crecidas de los ríos, cortando bejucos y su impresión cuando por primera vez un europeo divisó lo que luego se denominaría Océano Pacífico. Hubiera preferido que le dejaran su nombre original, la Mar del Sur, como él la bautizó sumergido hasta las rodillas y, golpeándola con la espada, tomó posesión de ella en nombre del Rey Fernando.
   Y desde finales de los ochenta no dejé de visitarla, ya en otras lides, acompañando soñadores que sembraban democracias en la región, conociendo Contadora, sus montañas, valles y el Caribe. Gente buena, con dignas descendientes de Anayansi, aquella princesa que desposó Balboa para paliar en su regazo sus alegrías, angustias y soledades.
   Gente generosa y alegre, trabajadora y desprejuiciada; allí no hay colores ni alcurnias, ni divisiones religiosas, son un puerto permanente, abierto para entradas y salidas, donde llega gente buena, y mala que termina por no adaptarse. Donde todos son iguales, hasta ahora; los llamados “rabiblancos”, una curiosidad o extravagancia heredada de la colonia, pero hasta allí. Los demás, todos son Mano e‘piedra Durán, Rubén Blades y Mariano Rivera, el que mandaba a apagar las luces del Yanquee Stadium, cuando cerraba el noveno. Eso es Panamá, un país para querer y quedarse.
   ¿Los papeles? Hay que buscarlos en Luxemburgo, Liechtenstein, Caimán y, en la Guía de Paraísos Fiscales del Ministerio de Hacienda del El Salvador (DG-001. Septiembre del 2015). Poseer o ser parte de una empresa “Offshore” no es ilegal, por el contrario, podría ser conveniente y necesario, por razones de seguridad o estrategia comercial. Lo ilegal, sospechoso, inadecuado e inmoral es utilizarlas como medio para cometer un acto criminal, como es la evasión de impuestos, el lavado de dinero proveniente de la corrupción, el narcotráfico, de armas, personas y hasta de órganos humanos.
   El control bancario de Panamá es muy estricto, por lo que no está en la lista de Paraísos fiscales. De modo que si un bufete de abogados se ocupa de crear las condiciones, el seguimiento y asesoría para la perpetración del delito, es el bufete que debe responder ante la ley, si fue el caso. Por lo demás, Panamá como Estado es inmune ante el escándalo mundial, por el contrario, le ha hecho un bien a la humanidad al detectarse quiénes son los líderes políticos, moralistas, empresariales, deportivos, artísticos que predican una conducta y practican otra. Lo que sí, es que los Papeles de Panamá han contribuido a desenmascarar y evidenciar a quienes tienen algo que ocultar, y no debían hacerlo.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
El Salvador

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