Manejar el panorama
de los socialismos posibles cobra vigencia en nuestro país para diferenciarlos
del mal denominado Socialismo del Siglo XXI, que no es más que la franquicia
comunista cubana adquirida por el fallecido mandatario Chávez: liderazgo
eterno, dominio y centralización de los poderes públicos, partido único,
militarismo, y nacionalizaciones entre otros rasgos.
Chávez siempre amasó
un proyecto militarista. Lo sustentó en su condición militar, lo fortaleció con
sus periplos por América Latina, incluyendo la Cuba en que buscaba conocer los
resortes del militarismo más que su supuesto socialismo; pretendió darle
soporte teórico con la propuesta cívico-militar ceresolista, propuesta
desequilibrada porque jamás lo cívico se equilibra ante el monopolio de las
armas y, con esas premisas, puso en marcha la militarización del país apenas
asumió su mandato.
Con su innegable
memoria y posesión del código militar —código del que Maduro carece y Cabello
no tiene meritos para mostrarlo— rediseñó la carrera militar convirtiendo las
escuelas de formación de oficiales en máquinas de cursillos dizque marxistas, ¡
habría que preguntarse cuán efectivo ha sido ese proceso!; asignó altísimos
presupuestos a un armamentismo no justificado y podó las líneas de mando
sacando hacia sus casas, sector público y servicio exterior a los militares que
no lo seguían o le hacían sombra, plagando así de militares la administración
pública central y descentralizada, labor continuada por Maduro.
En los cimientos de
la concepción militarismo - sociedad civil y comunismo – socialismo, se
encuentra el enfrentamiento entre dos modelos organizacionales opuestos:
1.- El modelo
burocrático, propio del ejército y la estructura del PSUV, asumido por quienes
no creen en la división de los poderes, la democracia y la participación sino
en el mando por ellos mismos y la subordinación de los otros, que funciona con
la opacidad del secreto burocrático que facilita las adhesiones automáticas y
la corrupción, uniforma a los seguidores al extremo de colocarles capuchas para
que no se diferencien ni siquiera por las caras; modelo para el que los
oponentes y los muertos son simples cifras de una batalla.
2.- El modelo
participativo, impulsor de la democracia por voluntad propia, con igualdad y
autonomía de condiciones al decidir y actuar, respetuoso de los derechos
individuales y colectivos, cuya mejor expresión son las Organizaciones de
Economía Social (OESs), particularmente las cooperativas genuinas y no las
falsas capitalistas y de maletín constituidas por los dizque socialistas
gobernantes para evadir impuestos de verdaderas ganancias por sus jugosos
contratos con los oficialistas.
Entre ambos modelos
se encuentran otros que van desde la coínfluencia, la codecisión, la
coparticipación y la cogestión hasta la participación accionaria y la
autogestión, a los que dedicaremos reflexiones en próximos artículos.
Con esas condiciones,
la tardía e inconstitucional propuesta socialista del fallecido no pasó de ser
un militarismo ramplón. Militarismo es dominio del jefe único y de su rosca, es
la despersonalización en pasta, es uniformar seguidores con atuendos militares
y franelas rojas o camisas negras como Mussolini, bastaba ver al mandón Cabello
en la Asamblea Nacional para entender que militarismo es órdenes e
imposiciones. Ante el militarismo los civiles que no se ponen firmes son objeto
de coacción y hasta presidios; de esas condiciones se derivan autoritarismos y
lógicos totalitarismos, listas Tascón y Maisanta,.
Los militaristas
transmitieron sus valores a los colectivos, sus milicianos, unas guerrillas
bolivarianas de las que no se habla, y los camisas rojas que rellenan las
marchas oficialistas. En fin, militarismo es negación de la supuesta
participación protagónica, militares no creen en el precepto marxista de que el
primer paso al socialismo es el primero hacia la extinción del Estado:
¿Militares impulsando participación?, ¿dónde?, ¿cuándo?: ¡Jamás!, manipulan el socialismo a
conveniencia al igual que los procesos democráticos: ¿cómo justificarían los
militaristas el injustificado armamentismo que ha endeudado al país y el
control interesado de las fronteras?.
Deslindar comunismo
de socialismo es una necesidad para quienes proponemos un socialismo
democrático que se nutra de participación y autogestión. Socialismo no es
modificar el escudo, la bandera ni la historia, no es cambiar nombres de
instituciones o destruirlas sin crear sustitutas, tampoco reproducir la pobreza
ni aprovecharse de la inseguridad del lumpen - malandros para abonar con miedo
la huida de jóvenes del país; tampoco es construir sistemas represivos e ineficientes. Socialismo no es cercar
presupuestariamente ni con bandas armadas las universidades y amenazar con
allanarlas por temor a que el conocimiento universal desplace gobernantes de
visión reducida, tampoco es convertirlas en cuarteles caletreros de El capital
y de ¿Qué hacer?, textos de los que los mismos jerarcas solo conocen portadas;
no es cerrar las fronteras para hacer del país una isla como Cuba ni igualar
hacia abajo a los ciudadanos en una pobreza que, dicho sea de paso, supera los
niveles de 1999 y seguirá creciendo tal como lo ordenan los jefes cubanos,
Guaicaipuro Lameda dixit.
¡Lo contrario!:
socialismo es subir la calidad de vida de la población mediante el estudio y el
trabajo; impulsar el emprendimiento individual y asociativo para constituir
empresas socialmente responsables y cooperativas genuinas en aras de una
economía variada que rompa con la monoproducción; es respetar el conocimiento y
la autonomía universitaria e impulsar la libre circulación de ideas en
universidades y el país y eso no se logra rebajando el salario de un profesor
titular a menos de 25 US$ que no alcanzan ni para un libro, mientras los
generales tienen dinero y hummers para sus andanzas, aunque justo es reconocer
que la amplia mayoría de los militares no goza de las prebendas de la cúpula.
El socialismo debe
ser un proceso con claros valores y principios democráticos, de libertad,
participación, respeto y solidaridad, con claras oportunidades de formación y
capacitación para el trabajo, la cultura y la vida. Una propuesta socialista
debe asumir las asociaciones, mutuales y cooperativas como eje transformador del
país y como fórmula para que el común se organice y supere con valores,
principios y economías de escala sus problemas; una propuesta socialista debe
ser honesta y transparente, basarse en las mejores tradiciones y “los poderes
creadores del pueblo”, sin dirigentes mesiánicos comparados con Bolívar, sin
adhesiones mecánicas y seguidores pedigüeños.
Una propuesta
socialista democrática no debe permitir exclusiones sino marchar hacia un
“nosotros” integrador, asociativo, en el que todos nos sintamos miembros del
mismo país y su destino, de una Venezuela sin rencores, con justicia
transparente para castigar a corruptos, narcos, grupos armados, asesinos,
secuestradores, y todo el que cometa
crímenes de lesa humanidad.
Los oportunistas del
PSUV desprestigiaron el término socialismo y otros como participación
protagónica, cogestión, autogestión, ciudadanos y ciudadanía, partidos
políticos, sufragio, gobierno municipal, sindicalismo, comunidades, unidad
familiar, trabajo comunitario, programas sociales y cooperativismo entre otros.
Costará tiempo y esfuerzos devolverles su prestancia.
No se equivocó Noam
Chomsky al recular con respecto a ese dizque socialismo que con entusiasmo
apoyó inicialmente al calificarlo de “propuestas guerrilleras, golpistas, y
militaristas de los sesenta”, tampoco cuando acusó a sus jerarcas de imponer
modelos “desde arriba”; definitivamente, “socialismo” y “siglo XXI” como
calificativos les quedaron grandes.
En nuestro próximo
artículo abordaremos el tema del socialismo y la democracia económica.
Oscar Bastidas-Delgado
oscarbastidasdelgado@gmail.com
@oscarbastidas25
Caracas - Venezuela
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