Lo que todo gobierno sí debe poder anticipar es el tenor y tamaño de los estragos que la paralización de la dinámica económica que es consecuencia de la pandemia puede producir, de manera de imaginar vías para contener los daños, para proteger a los sectores más afectados, para reorientar algunas actividades productivas, para generar proyectos novedosos para dinamizar el consumo interno y para generar ayudas directas para los más necesitados.
El gobierno de Iván Duque se ha esforzado por no ocultar, ni a nivel interno ni a nivel global, las voraces características de la pandemia dentro de su geografía y, por ello quizá, es que las cifras reconocidas por la Casa de Nariño son tan flagrantes. Solo admitiendo el nivel del daño es posible enfrentar sus manifestaciones, así es como se piensa en los círculos presidenciales. El caso es que las autoridades sanitarias reconocen que durante el mes de octubre Colombia habrá alcanzado un millón de contagiados y los fallecimientos asociados al COVID 19 superarán los 30.000 casos.
En el área económica canta otro gallo. Los ministerios colombianos del área económica no consiguen ponerse de acuerdo en torno al tamaño del impacto que su dinámica económica está sufriendo. Ello redunda en la percepción generalizada de la inexistencia de un plan global coherente y ello explicaría la generación de muchas iniciativas aisladas para combatir las consecuencias de la pandemia- Ello consigue que la población se pregunte cual es rumbo que lleva el país. Es así como la popularidad de Iván Duque, para esta hora, no llega al 30% de sus gobernados- una descolgada de más de 15 puntos desde el inicio de la contaminación mundial, mientras que solo el 8 % de los colombianos considera que la contaminación es el más importante de los problemas del país. Para cada individuo su propio deterioro en lo económico es lo esencial.
La realidad en este terreno de la desaceleración económica debería ser abordada por las autoridades con la misma sinceridad con que son tratadas las cifras sanitarias. Ocurre que la realidad que el país enfrenta es ruda. Las proyecciones del Fondo Monetario Internacional estiman que Colombia se contraerá al menos en -7,8%, en 2020, lo que se constituiría en la primera recesión en Colombia desde 1999, cuando la economía se contrajo -4,2%.
Visto de esta manera el gobierno de Ivan Duque lleva plomo en el ala. En los escasos 24 meses que le quedan de gestión la agenda pública seguirá inundada por la pandemia, y ningún proyecto que se emprenda gozará de un espectro de vida suficientemente amplio para cambiar la percepción de la colectividad y aglomerarla en torno a un objetivo único.
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