martes, 13 de octubre de 2020

CARLOS E. AGUILERA A., EL CULTO Y ARREBATO POR UNA DEIDAD

La adoración y adulación excesiva de un caudillo, es una elevación en dimensiones religiosas o la admiración a nivel de religión de figuras carismáticas en la sociedad o la política. En las dictaduras es a menudo una forma de culto a la persona del dictador, tal como desde hace años se viene observando en nuestro país, sin empacho alguno de parte del régimen que día a día atosiga al pueblo venezolano, con sus mensajes en los que aparece la figura del hijo de….Sabaneta, en los distintos escenarios en los que hizo alusión a su mentada “revolución socialista, marxista y mal llamada bolivariana”.

Según estudiosos de la Psicología, “La manifestación de esos cultos aparece casi trans-nacional y trans-histórica, con la veneración del líder como un ser omnisciente, todopoderoso, como un genio benigno y universal. El culto se esfuerza por conferir cierto significado trascendente en el momento presente de la historia, al cual el pasado y el futuro deben dirigirse. Los cultos al líder intentan crear un punto de referencia de todo el sistema de creencia, centrado en un hombre que viene a ser la encarnación pura de la doctrina. El sistema de esta creencia aspira a la universalidad; y las excepciones a esa regla son inherentemente subversivas a la autoridad del culto, por lo que no deben ser aceptadas”

Lo que el pueblo venezolano ha observado en estos últimos seis años, tras la muerte de Hugo Chávez, no es otra cosa que el persistente propósito de Nicolás Maduro y personeros del régimen, de crear un sentimiento de admiración y simpatía hacia el fallecido Comandante galáctico, mediante un mecanismo con fines manipuladores y sectarios, de cara a una fingida y mal disimulada política democrática, arropado bajo un manto de legalidad, ideario y moralidad.

Por tratarse de un concepto en un marco histórico y político muy concreto, cabe señalar que, fenómenos antiguos como el culto al Faraón egipcio o el estatal al César en el Imperio romano (46 a. C.), o los de la Alemania nazi con Adolf Hitler o el de Irak de Saddam Husein, persiguieron el propósito antes indicado.

Veamos lo que sucedió con el testamento de Lenin  quien expresó sus deseos de ser enterrado en Petrogrado, cerca de la tumba de su madre. Pero fue Joseph Stalin quien se empeñó en conservar el cuerpo del líder ya que, para probar que el “leninismo” estaba vivo y que se preveía un largo porvenir, requería un cuerpo expuesto embalsamado que hiciera las veces de emblema de la revolución. Poco antes, en 1922, el sarcófago de Tutankamón había sido hallado; así, el embalsamamiento de Lenin estuvo inspirado por ese fabuloso descubrimiento que renovó el entusiasmo por el mundo faraónico. Paralizado y privado del habla, Lenin pidió cianuro para morir pero Stalin no quiso proporcionárselo.

Marcadas de repeticiones obsesivas, las últimas notas de Lenin revelan su preocupación porque el rumbo popular de la revolución podía derivar en una tiranía. Lo desesperaba el sendero que estaba tomando “el proceso” y veía como fruto de una monstruosa equivocación el destino del socialismo en una Rusia atrasada, sin un proletariado fuerte. Apenas muerto en 1924, se procedió a convertir a Lenin hombre en Lenin Dios. Este teatro político, y mucho más, es relatado por el historiador británico Orlando Figes en el libro “La tragedia de un pueblo: la Revolución rusa, 1891-1924”, del que Eric Hobsbawm calificó como la mejor interpretación de ese acontecimiento.

Lo revolucionario no está exento de lo macabro y del oportunismo. El cerebro de Lenin fue retirado, fragmentado  en 30 mil segmentos que fueron guardados en placas de vidrio y enviados al Instituto Lenin, para que los científicos trataran de revelar “la sustancia de su genio”. La misión era demostrar que Lenin era un superhombre que se hallaba en un estadio superior de la evolución humana. El cadáver embalsamado fue útil para legitimar el oprobioso régimen autocrático de Estado unipartidista, sistema de terror y culto a la personalidad. 

En 1994 se conocieron los resultados de esos exámenes: el cerebro de Lenin era como el de cualquier otro simple mortal.

Los socialistas marxistas y por ende comunistas y mal llamados bolivarianos, en nuestro país hicieron lo mismo, emulando a sus camaradas soviéticos de aquella época, por lo que tan pronto arribó desde La Habana el cadáver de Hugo Chávez, tras una faraónica ceremonia que duro dos días, fue trasladado al llamado “Museo 4 de Febrero” en el popular barrio del 23 de Enero, lugar que se ha convertido en un sitio de peregrinación y espacio de visitas guiadas para observarlo dentro de un sepulcro sellado y de mármol, el cual es custodiado por cuatro soldados. El régimen para rendirle culto en el sitio, cuya dimensión es de unos 300 metros, cuenta con tres salas principales: dos que exhiben fotos de las diferentes etapas de su vida y una central e iluminada, en la que se encuentran sus restos. El paroxismo de sus conmilitones y civiles, llegó al extremo de levantar un altar en las adyacencias exteriores del Museo, en el que la figura del difunto, junto a santos de la religión católica, reciben visitas de crédulos simpatizantes que creen que Chávez es un santo y que hasta hace milagros. Por Dios, no saben que el hijo de….Sabaneta, como todo comunista era ateo y despotricaba de la religión, con insultos a los máximos jerarcas de la iglesia de nuestro país.  

Los voceros del oficialismo - con Maduro, a la cabeza -  siguen empeñados en pretender que el pueblo venezolano digiera sus mensajes – por lo demás- llenos de agresivos contenidos, mediante la utilización de la teoría del dibujante norteamericano Matt Madden, quien dice  que “se puede contar una misma historia como mínimo unas 99 veces”

¡ Prohibido olvidar ¡

Carlos Aguilera
careduagui@gmail.com 
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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