domingo, 8 de noviembre de 2020

MONS. FERNANDO CASTRO, MUERTOS Y DESNUTRIDOS

El 30 de octubre la noticia apareció estremecedora: en Caracas, dos ancianos fueron encontrados muertos en su apartamento con señales visibles de desnutrición. Murieron de hambre.

La prensa señalaba cómo vivían esos adultos mayores. Se pone en evidencia la insuficiente pensión del Seguro Social; las grandes limitaciones para conseguir comida; y que en este caso vivían de la caridad de los vecinos. Lógicamente la ayuda tiene límites que los impone la dinámica de la vida y las posibilidades a veces muy pequeñas de “los samaritanos” que alivian esas necesidades.

Sin ninguna duda el empobrecimiento de la población es de proporciones. El contento de mucha gente sencilla y a veces de otros que parecieran más acomodados cuando se comparte la comida, la mayoría artículos básicos, llama mucho la atención. Revela unas carencias y necesidades que no debieran existir. La política económica catastrófica de los últimos años ha generado un gran daño a millones de venezolanos: hay cada día más pobres que viven sin nada. 

Una vez más el Evangelio da el espíritu con el que hay que vivir esas situaciones. Por una parte, no tener, aunque sea doloroso puede ser un medio para seguir a Jesucristo. De Él mismo se decía que “no tenía donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). Se trata de privaciones voluntarias. Por otra, el Señor nos enseña a ser “samaritanos” (cfr. Lc 10,32): movernos por la compasión hacia el más débil, dando un paso adelante y ayudando para aliviar necesidades concretas.

Ancianos abandonados, hijos ausentes. Se dibuja un clima de indignidad muy doloroso. La ausencia de familia es una tragedia, muchas veces causada por una vida poco comprometida con el respeto y el amor de los esposos, y con la misma familia. Trabajar por edificarla, es garantía de un futuro más solidario y fraterno.

Hay aquí un reto personal, un reto social y pedirle siempre al Señor que nos haga buenos samaritanos. Que estas víctimas del hambre nos ayuden a tener un corazón sensible a las dolorosas necesidades de nuestros “viejitos”.

Fernando Castro Aguayo
fcastroa@gmail.com
@monscastro

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