Las dificultades económicas que se encuentra
atravesando el gobierno de Cambiemos hallan diversas fuentes. La mayor parte
proviene -a no dudarlo- del descalabro de todo tipo legado por el anterior
gobierno del FpV* y, en segundo lugar, el propio proyecto desarrollista
encarado por la actual administración del presidente Macri y su equipo de
colaboradores, combinado con el populismo remanente, en un porcentaje
importante, legado y en otro adoptado por Cambiemos como componente de su
política de gobierno.
Por definición, ambos modelos, tanto el desarrollismo
como el populismo son fuertemente demandantes de recursos para llevar a cabo
sus cometidos. Uno y otro son vigorosamente intervencionistas en la economía y,
como tales, también los dos generan notorias distorsiones en los indicadores
económicos. Por lo cual, asimismo, son también inviables en el mediano y largo
plazo.
Si se combinan, la mezcla puede ser letal.
Según he podido apreciar, el votante de Macri hizo su
elección por estas razones de mayor o menor peso relativo:
1.
El perfil desarrollista del presidente Macri.
2.
Su hartazgo con el modelo populista del gobierno anterior (FpV)*
3.
Los altísimos índices de corrupción también alcanzados por el FpV* en su
gestión.
Posiblemente los dos últimos factores o motivaciones
hayan pesado más que el primero en la elección del candidato de Cambiemos para
conducir los destinos políticos y económicos del país.
Lo cierto es como decíamos que, desde el ángulo
exclusivamente económico, desarrollismo y populismo son infactibles en el
mediano y largo plazo, porque uno y otro son intervencionistas. Lo que -por
supuesto- de ningún modo esto equivale a la afirmación de que son la misma
cosa, ni que se puedan confundir entre sí. Si bien conducen al mismo resultado
lo hacen por vías diferentes.
Es bastante probable que el presidente Macri
(convencido desarrollista-a nuestro juicio-) esté manteniendo y tratando de
combinar el mismo con ciertas medidas populistas, más como un recurso político
que otra cosa. Y posiblemente también que lo esté haciendo en contra de sus
verdaderas convicciones, más que nada influido por algunos de sus ministros,
secretarios y allegados más cercanos que lo presionan en tal sentido. También hay
que recordar que su Frente (Cambiemos) está conformado por sectores de la UCR y
del ARI-CC que, sin ser abiertamente populistas, son -contradictoriamente-
asistencialistas.
Pero como bien se ha dicho, el camino al infierno está
empedrado por las mejores intenciones. Y esto es lo que -en suma- cuenta.
El dilema en el que se halla Macri -a mi modo de ver y
atendiendo las opiniones que recojo de sus más fervientes partidarios- es que
su electorado aspira a que continúe por el conducto del modelo desarrollista
emprendido (y al cual creemos que Macri adhiere con sinceridad), y que deje de
lado la política asistencialista, típica y esencial al más caro populismo,
pero, en principio, extraña al desarrollismo entendido en su acepción
originaria.
No obstante, parece ser que los más conspicuos
asesores del presidente no están convencidos de aconsejar al primer magistrado
el abandono del asistencialismo populista (se mantiene y se refuerza el
programa de los llamados "planes sociales", que no son más que
simples y llanas subvenciones -más o menos encubiertas o explicitas- a personas
que no trabajan por disímiles motivos) por los supuestos "costos
electorales" o "políticos" que -de dejarse de lado- se le
atribuyen.
Hay un obstáculo no menor que, con frecuencia, se soslaya
en los análisis político-económicos, y que es el status legislativo. Por un
lado, al arribar al poder, Cambiemos se encuentra con un cúmulo de leyes
populistas que están vigentes y el gobierno debe cumplir y hacer cumplir, lo
que es un condicionamiento importante que -de alguna manera- "ata de pies
y manos" al gobierno de Macri.
Por otra parte, al momento de redactar estas líneas,
Cambiemos no tiene mayoría propia en ninguna de las dos cámaras legislativas
del congreso, y ambas están dominadas por partidos y legisladores de ideologías
progresistas y aun de extrema izquierda, lo cual es mucho más preocupante como
condicionante para el libre actuar del poder ejecutivo.
Sectores del poder judicial, por último, también
participan, en parte y moderadamente, en algunos casos más y en otros menos,
especialmente en el fuero laboral y de seguridad social, de esa filosofía
asistencialista y progresista. En materia penal reina el abolicionismo en
oposición al punitivismo. En fin.
Todos estos ingredientes complican y dificultan el
recorrido a seguir y las decisiones a tomar.
Como constituyente agravante, la oposición se enardece
por algo positivo, como es la decidida voluntad del gobierno de combatir la
corrupción en todos sus frentes, y el aparente acompañamiento que -en tal
sentido- se visibiliza haber comenzado a brindar el poder judicial en algunos
fueros. Como contrapartida. la Iglesia católica y el sindicalismo también se
suman a una oposición recalcitrante.
Todo este análisis, nos indica a nosotros al menos
que, el margen de maniobra que tiene el poder ejecutivo es bastante pequeño
como para adoptar posiciones y medidas que se aparten demasiado de estos
importantes cercos políticos. Y si tenemos en cuenta que, desde el campo más
amplio de lo social, la filosofía dominante -en todos los ámbitos- es
progresista e intervencionista, no se vislumbra en el corto plazo ninguna
variante de rumbo apreciable en la dirección de los asuntos políticos y
económicos que no sea de grado. Solo una tajante y profunda transformación
cultural podría producirlo, pero ello -naturalmente- no en lo inmediato.
Convendrá remarcar nuevamente -a fin de despejar toda
duda- que el desarrollismo no tiene puntos de contacto con el liberalismo,
excepto en unos pocos de sus fines. Pero en lo que a los medios se refieren las
discrepancias entre ambos sistemas son absolutas. Como dijimos, el
desarrollismo es esencialmente intervencionista, en tanto el liberalismo es
anti-intervencionista.
En suma, los problemas económicos que actualmente enfrenta
el gobierno no son sino consecuencia del dominio de ideas que están
abiertamente reñidas con la más sencilla lógica económica, que enseña que solo
el trayecto emprendido por el liberalismo es la vía racional para superar toda
crisis y dirigirse hacia el genuino progreso y prosperidad.
*siglas del
"Frente para la Victoria", secta política peronista integrada por el
nefasto matrimonio Kirchner.
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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