sábado, 11 de diciembre de 2021

ACTUALIZACIÓN DE EL REPUBLICANO LIBERAL II: DIARIO DE OPINIÓN, http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com HOY SÁBADO 11/12/2021

 


AQUÍ TITULARES DE HOY SÁBADO 11/12/2021, DIARIO DE OPINIÓN, PULSAR SOBRE EL TÍTULO PARA LEER

   

TITULARES DE HOY - NACIONALES - 11/12/2021


RAFAEL GARCÍA MARVEZ: NUBARRONES SOCIALISTAS SOBRE AMÉRICA LATINA


LUIS FUENMAYOR TORO: LA UNIDAD OPOSITORA Y LAS ELECCIONES DE BARINAS

SIGFRIDO LANZ DELGADO: LA MILITARIZACIÓN DE LA POLÍTICA EN VENEZUELA


LILIANA FASCIANI M.:LOS ROSTROS DE LA MUERTE

La pandemia nos tomó a todos por sorpresa. Ni en nuestros más absurdos ejercicios imaginativos habríamos jamás previsto que una peste de esta magnitud se cerniría sobre la humanidad en el siglo XXI, una época en la que la ciencia y la tecnología han alcanzado niveles de conocimiento, innovación y desarrollo extraordinarios. Sin embargo, el COVID-19 apareció de repente y nos cambió la vida, pero además nos reveló que la muerte tiene más de un rostro. De hecho, nos enfrentó a ella sin escudo ni armas para combatirla hasta mucho después de que su temible guadaña se cobrara la vida de millones de personas en todo el mundo.

La pandemia obligó a todos a tomar medidas de protección cuando ni siquiera conocíamos la naturaleza y composición del coronavirus. La primera de estas fue recluirnos en casa, lo que supuso un cese radical y no planificado de la cotidianidad. A más de dos años de su aparición, pienso en cómo ha impactado en nosotros su presencia y cómo hemos aprendido a vivir con la amenaza latente de su arremetida sin posibilidad de percibirlo. Distancia social, mascarilla, lavado de manos y vacuna son nuestras únicas defensas, a pesar de las cuales el número de contagios se mantiene en alza y el de decesos, siendo un poco menos, sigue sumando lápidas en los cementerios. Hasta ahora, la cifra de fallecidos a escala mundial es de 5,3 millones de personas. Este número equivale, más o menos, a toda la población actual de Noruega o de Costa Rica. También equivale, más o menos, al número de la diáspora venezolana.

Si comparamos esta pandemia con otras registradas históricamente respecto a la cantidad de personas fallecidas, aunque hay que tener en cuenta la dificultad de conocer con exactitud las cifras reales, la diferencia es impresionante. En cada una de esas enfermedades la muerte se ha presentado con un rostro distinto.

En el año 541, la “Plaga de Justiniano”, en tiempos del Imperio Bizantino, fue de tales proporciones que diezmó a la población de Constantinopla, calculándose entre 30-50 millones el número de muertes.

“La peste negra” causó en Europa, África del Norte y Próximo Oriente, entre 1347 y 1351, la más abrumadora mortandad, estimada entre 75-200 millones de personas.

“La viruela”, producida por el virus Variola, cuyo origen se presume en la India o en el Antiguo Egipto hace aproximadamente 3.000 años, llegó a América con los conquistadores y se expandió rápidamente, provocando estragos sobre todo en la población azteca en 1520. Esta enfermedad, extremadamente contagiosa, considerada una de las más devastadoras, causó la muerte de 300-500 millones de personas en el mundo y fue finalmente erradicada en 1980.

“La gripe española”, de origen desconocido, entre 1918 y 1919 causó más de 40 millones de muertes.

Desde 1976, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que provoca el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), se ha cobrado la vida de 36,3 millones de personas en todo el mundo y todavía no se ha logrado elaborar una fórmula para combatirlo.

Todos somos conscientes de la inevitabilidad de la muerte, pero no estamos acostumbrados a verla cara a cara, no estamos preparados para afrontarla cuando se asoma por algún lado y nos sonríe con su mueca macabra. Desde que nacemos, nos pasamos la vida intentando eludirla, manteniéndonos tan lejos de ella como nos es posible. Por eso cuesta entender las razones de quienes niegan la existencia del COVID-19, cuando la evidencia es inocultable, y mucho más las de quienes rechazan vacunarse.

Es verdad que la eficacia de la vacuna contra el coronavirus no es del cien por ciento, de ahí que sea preciso más de una dosis para prevenir y reducir el efecto letal del virus, pero representa un avance extraordinario de la ciencia que se haya logrado elaborar en apenas 2 años. Hasta ahora se han administrado 8,32 billones de dosis en todo el mundo, y sería absurdo negar que gracias a ella millones de personas contagiadas han logrado superar el COVID-19 y quién sabe cuántos millones más podrían no contagiarse nunca.

Liliana Fasciani M.
cfascian@ucab.edu.ve
@lilianafasciani
@ElNacionalWeb
Venezuela

JOSÉ RAFAEL HERRERA: ANGELUS NOVUS

“Para sacarme a mí mismo de entre las ruinas, tendría que volar. 
Y volé. En ese mundo destrozado ya sólo vivo en el recuerdo, así como a veces se piensa en algo pasado. Por eso soy abstracto con recuerdos”. Paul Klee, Confesiones creativas

En días recientes, en la autopista Francisco Fajardo de Caracas, el gansterato erigió una escultura que, según dicen, representa al cacique Guaicaipuro, aunque más bien pareciera representar una jaula de pájaros que, aun sin vida, intenta lanzar flechas contra los conductores a diestra y siniestra. 

En realidad, es una buena representación del régimen, por la decadencia y sentido del ridículo que transmite. Su distinción con el arte es notoria: “Cuanto más terrible se hace el mundo, como ocurre ahora, tanto más abstracto se hace el arte”. Son palabras escritas por el genial artista plástico Paul Klee, en sus Schöpferische Konfession, publicados por primera vez en la Tribuna de Arte y Tiempo, en la Berlin de 1920. 

En estas palabras, su autor parece anunciar la caracterización de una nueva expresión estética, que es, además, resultado reflejo de la salvaje experiencia dejada a su paso por el mecanicismo de un concepto de “progreso histórico” mal entendido y peor comprendido. Un “progreso”, por demás, poroso, sustentado en la crueldad dejada por la sangre que corre como lava hirviente, entre los escombros apilados ante el poder de fuego, la violencia del “más apto” y el más voraz saqueo. Todo ello en nombre de la “libertad”, la “justicia”, “la paz” y, por supuesto, la “revolución” del “pueblo”.

No sin horror, semejante concepción del “progreso” ha terminado históricamente sometiendo la humanidad entera a los designios de la voluntad del “hombre fuerte”, de il gran Capo, del político devenido criminal que, enseñoreado, decide transmutar el sacerdocio público en culto por lo privado. 

La sociedad debe ser, entonces, sometida y convertida, precisamente, en brutales fragmentos, en “cuadritos” -al decir de Aquiles Nazoa-, en abstracciones al cobijo del frenesí de las perversiones de la dialéctica de la Ilustración. Como señalara Klee: “Algo nuevo se anuncia, lo diabólico se mezcla en simultaneidad con lo celeste, el dualismo no será tratado como tal, sino en su unidad complementaria. Ya existe la convicción. Lo diabólico ya vuelve a asomarse aquí y allá, y no es posible reprimirlo. Pues la verdad exige la presencia de todos los elementos en conjunto”.

Que la inocencia de un ángel quede perturbada, que se haya visto absorto, paralizado, lleno de horror y de un sinfín de sensaciones inexplicables ante el tropel de “los hechos” de la historia, es cosa que la sensibilidad de un pintor como Klee no podía dejar de orientar al sutil refugio de las abstracciones, porque éstas, no pocas veces, comportan in nuce el compendio del logos de la suprema concreción que conduce al hegeliano “reino de las sombras”. 

Y, de hecho, se trata de un desafío, de un reto a la inteligencia, a la creación especulativa, a eso a lo que Kant designaba como la Imaginación productiva, nervio central de toda auténtica praxis filosófica. Desafío que impone la reconstrucción de lo que los abatidos ojos del Angelus Novus de Klee miran, no sin temor y temblor. Klee le exige, le impone al pensamiento la tarea de concretar lo que la sensibilidad propia del arte ya no puede. Y Walter Benjamin asume el reto: “Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En este cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad”.

Sobre este fragmento de Benjamin -la novena de sus tesis sobre la Filosofía de la Historia-, se fundamenta la crítica de la “Ontología del Infierno”, cabe decir, el reconocimiento y comprensión de la experiencia de la conciencia ilustrada que llevarán adelante Adorno y Horkheimer en su Teoría Crítica de la sociedad: en el trayecto que viene desde el abismo y alcanza el presente, cuenta tanto la reconstrucción de la historia del sujeto, devenido demonio de sí mismo, como su propia demolición. El fascismo no es un accidente, un hecho aislado o curioso de la historia, provocado por un grupo de aventureros “cara pintada” o de vándalos encapuchados, poseídos únicamente por el odio y la sed de venganza. Es, más bien, la consecuencia determinante y necesaria de una Ilustración que, guiada por una instrumentalización vaciada de todo contenido ético -y, en consecuencia, auténticamente político-, ha terminado mostrando el más genuino rostro de la ratio instrumental: el despotismo totalitario.

Una plaza ubicada en la Valencia venezolana, construida en honor a Cristobal Mendoza, primer presidente de la república tras la declaración de Independencia, hoy lleva el nombre de “Plaza Drácula”, para el jocoso beneplácito de una considerable parte de los habitantes de esa -otrora noble- ciudad, la misma que, hasta no hace mucho tiempo, aseguraba sentir el orgullo de vivir -nada menos- “donde nació Venezuela”. 

Al despojar la vida política de sus fundamentos éticos, sólo queda el cuerpo sin alma, la vacía instrumentalización, la medición de porcentajes y estadísticas, el balbuceante mecanicismo de la techné, la polea con sus engranajes y el murmullo de un discurso -o como se insiste en decir hoy, de una “narrativa”- en la que el sujeto, introductor del sentido, ha quedado sin sentido. Y sólo entonces emerge la barbarie totalitaria, sorprendida por el Angelus Novus, el ángel contemporáneo de Klee, impecablemente descrito por Benjamin como “el Ángel de la Historia”, el de la mirada retrospectiva del devenir que -lo sabe bien- requiere de las ruinas del pasado para poder construir la polis del futuro.

José Rafael Herrera
jrherreraucv2000@gmail.com
@jrherreraucv
Venezuela

RAFAEL GARCÍA MARVEZ: NUBARRONES SOCIALISTAS SOBRE AMÉRICA LATINA

Casi que al alimón del TSJ oficialista que procediera a anular las elecciones del estado Barinas porque Argenis Chávez, hermano del comandante, en la cuna donde nacieron uno y otro, el Centro Carter publicó un informe precedente de su Misión Internacional de Expertos Electorales sobre las elecciones regionales y municipales de Venezuela. Elecciones que han tenido lugar en un contexto de crisis socioeconómica y humanitaria agravada por la pandemia de la COVID 19, patrones de represión política, restricciones severas a los derechos de participación política y libertad de expresión, ventajismo manifiesto del gobierno y desigualdad de condiciones. Es importante agregar, que lo que sufren los venezolanos es consecuencia directa de más de veinte años de destrucción de todas las instituciones de un país democrático.

Antes de entrar de lleno en las posibilidades que tiene el socialismo-comunismo de recuperar los espacios perdidos en este continente, hay que repetir de manera machacona la necesidad de restructurar la oposición. Estas, las fuerzas democráticas, debe centrarse en buscar la unidad con aquellos grupos políticos afines, semejantes, y rechazar de una vez la integración alrededor de partidos, agrupaciones que son irreconciliables, que están ubicados en las antípodas de la moral, de la ética, del pensamiento. Eso será una fantasía absurda que lejos de aportar simpatías y adeptos a la oposición, por el contrario, hará que crezca como la levadura el rechazo y las críticas que tanto daño ha hecho y derrumbado los arrojos y sacrificios emprendidos desde trascendentales y notorias porciones adversas al régimen de Nicolás Maduro. Lo más conveniente es que se vayan voluntariamente. Al resto habrá que echarlos. De cualquier forma, hay que fumigar cada intersticio que ha impedido y complicado la posibilidad de retomar los caminos hacia la democracia y el ascenso…

Al mismo tiempo, la oposición debe prever lo que es una probabilidad angustiosa, que como consecuencia estancará aún más las alternativas de movilidad y el respaldo internacional que ha ido menguando con el transcurrir del tiempo, pero que se agravará peligrosamente. Chile, por ejemplo, el 19 de este mes irá a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Las esperanzas allí están puestas en la victoria del candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast. En la primera vuelta los resultados fueron muy parejos: Frente Social Cristiano, José Antonio Kast (27,9%), y el de Apruebo Dignidad, Gabriel Boris (25,8%). Dos semanas atrás en Honduras, la candidata presidencial Xiomara Castro, del izquierdista partido Libertad y Refundación, obtuvo la victoria con una amplia ventaja que superó el 50 % de los votos. La presidente electa está casada con el expresidente Manuel Zelaya. Los venezolanos debemos recordar aquellas imágenes de Zelaya en pijamas abandonando el país y posteriormente de regreso a su patria en un vehículo conducido por Nicolás Maduro. De esta escena es muy simple sacar conclusiones.

En conclusión, les dejo la opinión del columnista e internacionalista Adolfo Salgueiro: “El panorama que se asoma no es grato. En Nicaragua el dictador resultó declarativamente condenado por medio mundo, pero se quedó con el coroto; en Venezuela no importa lo que diga la Misión de Observación de la Unión Europea, Maduro sigue despachando desde Miraflores; en Perú –en apretado resultado- Castillo, portavoz de un discurso comunista, exhibe credenciales de legitimidad; en México el discurso de AMLO representa un retroceso ideológico aun cuando legítimo; en Chile una primera vuelta muy disputada y una Constituyente imprevisible amenazan con desmontar los logros alcanzados en las últimas décadas; en Brasil la posible candidatura de Lula augura un triunfo casi seguro, en Colombia Petro luce casi imbatible y en Honduras el triunfo de Xiomara Castro (esposa del impresentable Mel Zelaya) ha sido confirmado con un discurso que culminó con “hasta la victoria siempre”, y la invocación de los logros de la dupla Chávez/Maduro cuyos “éxitos revolucionarios” espera emular y duplicar”.

Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez
Venezuela

LUIS FUENMAYOR TORO: LA UNIDAD OPOSITORA Y LAS ELECCIONES DE BARINAS

El caso de las elecciones de Barinas ha servido para profundizar nuestro conocimiento de la conducta del gobierno, la sinceridad de sus promesas, la coherencia de sus actos y sus motivaciones más allá de las simplezas dichas por la oposición extremista. Pero también ha servido para comprender las serias limitaciones del liderazgo, que se le presenta al país como opción democrática de cambio, su franqueza, sus odios viscerales y su carencia de conducta plural. Parecía imposible, que luego de perder unas 15 gobernaciones y un centenar de alcaldías por el hecho de ir divididos, luego de un triunfo muy cerrado en el estado emblemático del chavecismo, se dispongan a actuar de la misma o peor manera. Un factor claramente perturbador, sin duda ninguna, lo constituye la presencia de las fracciones divididas de Acción Democrática (AD) en el campo opositor, pues están más interesadas en destruirse que en enfrentar inteligentemente al gobierno de Nicolás Maduro.

Sin embargo, para ser justos, tenemos que decir que la actitud de los dos bandos adecos enfrentados no es la misma, aunque sus características autoritarias y pretensiones hegemónicas están presentes en ambos. En el caso de Barinas, se puede afirmar responsablemente, con la información que se tiene, que la fracción de Ramos Allup se ha comportado con un sectarismo negligente, agresivo y descalificador, que la hace la principal responsable, junto con sus cómplices en el llamado G4, de que haya en este momento dos candidaturas opositoras principales en Barinas, situación que va a llevar al triunfo del candidato del gobierno en las elecciones del 9 de enero. A esta conducta suicida se suma la del liderazgo agresivo, sectario y fracasado de Voluntad Popular e incluso la del candidato escogido para representarlos: Sergio Garrido.

A los claros llamados de unidad efectuados por quienes hoy apoyan a Claudio Fermín, han respondido destemplada y groseramente afirmando que ellos son la verdadera oposición y calificándolos de “alacranes” Se olvidan de quién puede ser considerado como el “alacrán originario”, por haber recibido las riendas de Acción Democrática a través de una decisión judicial del TSJ hace unos 20 años. Parecieran orgullosos de haber atornillado al gobierno de Maduro, de haber mantenido una conducta violenta, responsable de muertes y detenciones; de haber lanzado a las calles a decenas de jóvenes, utilizados como carne de cañón desde la comodidad de lujosos hoteles en el exterior. De haber organizado incursiones mercenarias contra nuestro país, de haber usado las “ayudas humanitarias” en francachelas, de haberse enriquecido con los activos de Monómeros y CITGO y de suplicar por una invasión extranjera.

La política venezolana, luego de más de 20 años de supuesta revolución, sigue en la órbita de AD, esta vez como partido opositor en sus dos versiones antagónicas, resultado que le debemos a la peor gestión gubernamental de los últimos 60 años. Si hay una demostración del fracaso estrepitoso de la llamada revolución bonita es precisamente el renacer del mal llamado partido del pueblo. La suerte de la oposición venezolana depende hoy de una confrontación adeca. ¡Inaudito! Ambas fracciones pretenden zanjar sus contradicciones y conflictos a costa de del futuro de los venezolanos, independientemente, como ya dije, de no tener las mismas responsabilidades. Sería hora ya que la oposición democrática, aquélla que tuvo la valentía de asumir el diálogo, la negociación y la paz, como condiciones para resolver los conflictos, se sacuda el padroteo ejercido por las AD sobre sus conductas.

En Barinas, la presencia hoy del gobierno nacional es avasallante. Lo que no le dieron a su población durante años, están tratando de repartirlo en los pocos días que faltan para las elecciones. La movilización es gigantesca, y no será adecuadamente combatida con un frente más que dividido. La MUD debería públicamente aceptar el apoyo ofrecido por la Alianza Democrática; sus aliados circunstanciales deberían presionarla públicamente en ese sentido.

Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela

SIGFRIDO LANZ DELGADO: LA MILITARIZACIÓN DE LA POLÍTICA EN VENEZUELA

No es cosa rara en la historia de Venezuela ver a los hombres de uniforme ejerciendo de administradores de la cosa pública, gobernando el país. Es la constante histórica, es lo que se repite, el lugar común. Ocurre desde hace mucho tiempo atrás, desde los orígenes mismos de la república de Venezuela, una vez roto el lazo colonial con España y fragmentada Colombia, La Grande. Y el fenómeno se extiende hasta los tiempos presentes, con algunos breves momentos de civilidad.

En casi dos siglos de historia republicana venezolana los hombres pertenecientes a la corporación militar han sido los que han mantenido durante más tiempo el control del gobierno. Ningún otro sector social venezolano ha disfrutado del privilegio de ocupar los puestos fundamentales de la administración pública nacional tanto tiempo como lo han hecho los hombres armadas uniformados.

En el siglo XIX esa fue la regla, la tónica dominante. Los militares de esos tiempos se creyeron con el derecho de gobernar el país en razón de su participación protagónica en la guerra de independencia. Pensaban ellos que haber expuesto su vida en los combates libertadores, proporcionaba a cada jefe de tropa títulos políticos sobre el país. Venezuela fue así una prenda ganada a fuerza de sables y pistolas. Y los que no se habían batido en combate quedaban fuera de la repartición. Y así ocurrió en los hechos. José Antonio Páez, Carlos Soublette, y los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas, se turnaron en la primera magistratura nacional, hegemonía que duró hasta 1859, cuando se dispararon los primeros tiros de la Guerra Federal. Fueron 29 años de predominio de tales caudillos militares venidos del gran conflicto independentista. Y no solo fue el poder político lo que se repartieron, sino que también se prorratearon las riquezas económicas de la nación: las mejores tierras para el cultivo y la ganadería, la compraventa de artículos comercializables, el cobro de impuestos a la exportación e importación, etc.

Luego vinieron en la misma tónica los generales de la Federación, triunfadores en la Guerra Larga o Guerra Federal. Gobernaron estos unos 36 años, desde 1863 hasta 1899. Integraron una nueva hegemonía de caudillos militares, iniciada por Juan Crisóstomo Falcón, seguida por Antonio Guzmán Blanco y culminada por Joaquín Crespo e Ignacio Andrade. Todos fueron también grandes latifundistas. Y el gran latifundio que era Venezuela entonces fue su mejor botín, el botín de los propietarios militares, de nadie más.

En esos tiempos se incursionaba en política para hacer negocios y obtener riquezas, jamás para servir a la nación y a los más necesitados. Por ello la imagen de Venezuela del siglo XIX fue la de un pobre país. Las realizaciones concretas de sus gobernantes en este tiempo fueron demasiado exiguas. La población mayoritaria del país padeció epidemias propias de los países miserables, tales como: paludismo, analfabetismo, desnutrición, altas tasas de mortalidad infantil, esperanza de vida promediando los cuarenta años; exigua población escolar, apenas dos universidades donde cursaban unos quinientos alumnos por año. En síntesis, Venezuela, el país cuyos soldados andinos, llaneros, caraqueños, margariteños, guayaneses, hicieron la independencia de casi todo el continente, era a fines del diecinueve una pobrísima nación compuesta de gente hambrienta, desnutrida, analfabeta, enferma, mal vestida.

En esas siete décadas del siglo XIX, extendidas desde 1830 hasta 1899, contados fueron los meses con presidentes civiles en nuestro país. La suma de esos meses no da más de cinco años, mismos que fueron cubiertos por el médico José María Vargas, y por los abogados Pedro Gual, Manuel Felipe Tovar, Raimundo Andueza Palacio y Juan Pablo Rojas Paul. Estos presidentes, sin embargo, no gozaron de plena autonomía de gestión, pues detrás suyo, pendiente de sus ejecutorias, estaba el gran elector, el poder detrás del trono, el dueño del negocio, el caudillo militar que los había seleccionado para que le cuidaran la silla presidencial durante los meses que estos la ocuparían.

En el siglo XX tal dinámica política, con los militares hegemonizando el poder, se mantuvo sin alteraciones durante un trecho bastante largo. Este siglo se inauguró con la Revolución Restauradora, el levantamiento militar de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, que derrocó al presidente Andrade y permitió a los andinos tachirenses apropiarse del gobierno nacional. Con los recién llegados continuó el mismo esquema político de predominancia militar. Generalatos ganados a punta de pistola se reafirmaron como el mérito necesario para ocupar los puestos de mando en el país. Presidente, ministros y gobernadores de estado fueron otra vez seleccionados entre los generales de la Restauradora, paisanos de los andes, preferentemente tachirenses, de donde eran originarios el presidente Castro y el vicepresidente Gómez, el par de gamonales dueños ahora del coroto nacional. Éste último, propietario en los comienzos del régimen castrogomecista, de una modesta finca en San Antonio del Táchira, pasó a ser literalmente el dueño del país: hatos en casi todos los estados de la república, haciendas de café y cacao repartidas en diferentes lugares de la geografía nacional, fábricas, concesiones petroleras, decenas de inmuebles urbanos, carnicerías, frigoríficos, plantas eléctricas, mataderos, acciones en bancos, empresas navieras y ferrocarriles, todo esto y más era suyo y de sus familiares más cercanos. A su muerte, en 1935, fue considerado el hombre más rico de Venezuela. El valor de sus propiedades se consideró equivalente al 15% del producto Territorial Bruto del país. Éste bárbaro, el presidente de Venezuela, era un obseso por amasar propiedades, y casi toda Venezuela fue suya. Con él se reitera la tragedia nacional arrastrada desde los comienzos republicanos, según la cual la política es un medio para que, los pocos escogidos, hagan negocios, amasen riquezas, despilfarren las arcas del país, a costa del hambre y sufrimiento del resto nacional. Fueron treinta y cinco años de un modelo de gestión así concebido, con consecuencias nefastas para Venezuela. El país salió de allí con agudas carencias.

Pero no concluyó, con la muerte de Juan Vicente en 1935, allí la tragedia nacional, ni tampoco terminó el predominio de los militares en el mundo político. El fenómeno continuó con los gobiernos presididos por los generales provenientes del gomecismo, Eleazar López Contreras (1935-1941) e Isaías Medina Angarita (1941-1945); a los que siguió el de la junta cívico-militar integrada por los civiles Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios, además de militares como el Mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario Vargas. Esta vez los militares compartieron por tres años, entre 1945 y 1948, con hombres provenientes del mundo universitario, la dirección del gobierno nacional. No se desprendieron de lo que había sido su pertenencia exclusiva por muchas décadas. Ese paso, alejarse completamente de la política, no se atrevieron a darlo. Era demasiado lo que iban a perder, pues ahora el país disfrutaba de ingresos económicos cuantiosos provenientes de la renta petrolera. Ya no solo eran las actividades agrícola y pecuaria las generadoras de fortuna en nuestro país. Ahora se contaba con la inmensa renta petrolera en manos del grupito de afortunados administradores de la cosa pública nacional. La tajada era demasiado suculenta para entregarla sin más. Por esto mismo los militares dieron el golpe de estado al ilustre presidente Rómulo Gallegos, electo en diciembre de 1947, para un mandato de cinco años, hasta 1952, conferido por el pueblo venezolano en elecciones libérrimas. No tuvo tiempo el ilustre presidente de iniciar siquiera la ejecución de su programa de gobierno. Ocho meses apenas se mantuvo en la primera magistratura, y eso lo hizo sorteando, en este breve tiempo, diferentes intentonas golpistas de parte del ejército. No hubo para su gobierno un momento de sosiego. Finalmente, en octubre de 1948 fue destituido y ocuparon su lugar los mismos de siempre, los hombres de uniforme, los vestidos de verde olivo, un triunvirato constituido por los coroneles del ejército Marcos Pérez Jiménez, Felipe Llovera Páez y el mayor Carlos Delgado Chalbaud, régimen que se extendió hasta enero del año 1958, cuando terminó sus días como resultado de una movilización popular de varios días, a la cabeza de la cual estuvieron líderes provenientes de las organizaciones políticas, Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela.

Si sumamos todos estos años de gobiernos militares en Venezuela, contados desde 1830 hasta 1958, eso proporciona una cifra demasiado llamativa. En ese largo trayecto de 128 años, 112 fueron de dominio absoluto de los militares en la política nacional. El resultado de ello ha sido para desgracia nuestra la existencia de una república chucuta, incompleta, deforme, una republiqueta incivil, una deformación que impidió a los venezolanos disfrutar de un verdadero sistema republicano, uno donde los ciudadanos gobernaran el país, ejercieran el mando, sin interferencias de generales, almirantes, coroneles.

Y ahora, en el siglo XXI, otra vez nos encontramos los venezolanos sometidos a la bota militar. Se repite el fenómeno, con la particularidad de que se trata de una circunstancia política donde un gobierno salido de un proceso comicial, resultado de la voluntad soberana del pueblo venezolano, designa para ejercer las más altas responsabilidades ejecutivas a hombres de sable y pistolera. Es lo distinto de la tradición anterior y también lo que hace paradójico el momento presente. Pero para los efectos es lo mismo. Son los militares sosteniendo en sus manos las riendas del gobierno, no en forma parcial sino en términos hegemónicos.

En el actual gobierno del presidente Maduro, los miembros de tal fuerza corporativa cubren casi todos los puestos de la administración pública. A estos hombres de armas y uniforme los encontramos hoy en distintos espacios de la vida nacional cumpliendo tareas variopintas. Los encontramos en las gobernaciones de los estados y en las alcaldías, en los ministerios y viceministerios, en la Asamblea Nacional, en las presidencias de Institutos autónomos, como gerentes de las empresas públicas e instituciones financieras, como autoridades universitarias, en consulados y embajadas, en las distintas y numerosas Misiones, al frente de hospitales, puertos y aeropuertos, administrando fincas y haciendas de propiedad estatal, y pare de mencionar. Y, por supuesto, los encontramos haciendo negocios de todo tipo con la gasolina y otros combustibles, con el oro de Guayana, con los vehículos y motos chinos, con los productos de las empresas de Guayana, con divisas extranjeras, tal como ha sido publicado en los medios de comunicación del país. No ha cambiado mucho en este aspecto la política venezolana, se repite lo que aquí pasó antes con los militares de la independencia, con los de la federación, con los del gomecismo y los del perezjimenismo.

De manera que, cómo se desprende de lo expuesto en estas páginas, los militares tienen una inmensa responsabilidad respecto a los pocos logros e inmensas carencias que muestra hoy Venezuela al mundo, pues buena parte del largo tiempo republicano venezolano, este país ha sido conducido por ellos. En estos 191 años de historia, trascurridos desde 1830 hasta hoy, los militares han estado al frente de la nación, no menos de 150. De manera que su responsabilidad en las falencias provocadas por la pésima conducción del país es bastante pronunciada. No pueden acudir ellos al gesto de Pilatos y desentenderse de los problemas, calamidades, carencias, derivadas de tal conducción, que hoy afectan la vida diaria de los venezolanos comunes y corrientes. Deben aceptar el dedo acusador del país, es lo mínimo que corresponde de su parte ante la gran tragedia nacional de los tiempos que corren, tragedia que es el acumulado de años de pésima conducción gubernativa, donde son más los fracasos que los éxitos.

Si en nuestro país hoy cualquier venezolano con alguna enfermedad no encuentra medicina para combatir su sufrimiento, eso es responsabilidad de los militares, de antes y de ahora, pues después de todos estos años de estar ellos administrando el destino de la nación, no contamos aún con una industria farmacéutica nacional ni con centros de investigación capaces de generar las vacunas y medicinas requeridas por los venezolanos; si en nuestra nación tenemos una economía atrasada, dependiente, monoproductora, endeudada, no pueden los integrantes de las fuerzas armadas ver para otro lado y decir que es de otros la culpa; si en Venezuela campea la corrupción y en consecuencia las riquezas económicas extraídas del suelo nacional, o producidas por el esfuerzo de los trabajadores, han sido en gran parte dilapidadas o sacadas del país, para engrosar las arcas particulares de propios y extraños, esa llaga es también responsabilidad de los militares gobernantes; si nuestro país no cuenta con un parque industrial diversificado y una producción agrícola capaz de garantizar el sustento diario de nuestros habitantes, eso es también consecuencia de la predominancia militar en los cargos públicos; si las bandas de malandros, ladrones y asesinos controlan las cárceles, calles y muchos espacios públicos de la nación, de esto son responsables los hombres de uniforme; si Venezuela es hoy día un país con una enorme deuda financiera, contraída con bancos y gobiernos foráneos, tal calamidad es responsabilidad del sector castrense.

En fin, si nuestra nación se muestra hoy día como un país fallido, donde el desfalco del dinero público es asunto de todos los días, donde la política sigue siendo un oficio de negociantes; donde el modelo económico predominante es de tipo tercermundista, caracterizado por su atraso, dependencia y condición monoproductora; con servicios médicos deficitarios y deficientes; con un sistema educativo de mala calidad, con universidades y escuelas arruinadas, con escasos centros de investigación, con un pobre desarrollo tecnológico, con pobrísima calidad de vida entre sus habitantes, con las libertades públicas conculcadas, todo ello es responsabilidad de los distintos grupos de poder en cuyas manos han descansado las tareas gubernativas, pero en especial del sector castrense, pues las instituciones del Estado Venezolano han sido predio casi exclusivo de los hombres y mujeres salidos de sus filas, la mayor parte del tiempo de nuestra historia, desde la muerte de Simón Bolívar hasta los días actuales.

De manera que, señores uniformados con fusil al hombro, asuman sus culpas, rectifiquen y pidan perdón. Pues, es evidente que, para nosotros, los ciudadanos venezolanos, ustedes son culpabilísimos de la tragedia multidimensional que nos azota y del pobre país en el que hoy malvivimos.

Sigfrido Lanz Delgado
siglanz53@yahoo.es
sigfridolanz1953@mail.com
@Sigfrid65073577
Venezuela

LEANDRO RODRIGUEZ: EL CHAVISMO YA PERDIÓ

No importa lo que haga, incluso, después de usar todo su faraónico ventajismo el régimen se dará cuenta que Sergio Garrido en Barinas ganará de calle, porque esa elección va mucho más de la simple política, en ella se interpreta el rechazo a un proyecto donde especialmente los barineses han sabido de qué se trata.

Al chavismo, a pesar de sus implicaciones, sabe no tendrá más remedio que inhabilitar a Sergio Garrido para que Arreaza pueda alzarse con la victoria de anime, después de todo, el régimen no solo perdió el 21N, ya perdió el 9E porque entregando finalmente a Sergio Garrido por temor a las secuelas o forzando el triunfo de Arreaza perderá ¿Por qué?

Porque de forzar el triunfo de Arreaza a través de la violencia institucionalizada habrá sumado otra institución no reconocida, además de abultar los motivos que originan las sanciones y demás actos punitivos por parte de la comunidad internacional. No hay manera que el régimen gane, desde hace mucho tiempo ya tiene todo el poder que puede abarcar a lo interno de Venezuela, los procesos electorales son pantomimas.

Pero el chavismo no es el único que pierde en estas condiciones, pierde usted, su familia, la nación, pierde el Estado, porque nada de lo requerido para desarrollarnos se fomenta, al contrario, se destruye contundentemente. Al respecto, se ha hecho viral un video de Emilio Lovera elogiando las bondades naturales de Venezuela, sin embargo, Venezuela, Haití y Cuba son los países más depauperados de la región, Haití por catástrofes naturales y la conflictividad política, pero Cuba y Venezuela producto de una conducción hacedora de pobreza con fines tiránicos, dominar a la población a través de sus necesidades básicas.

Nada hacemos los venezolanos con innumerables bellezas e incuantificables riquezas naturales sí no se nos permite que nuestro talento y esfuerzo puedan desarrollarlos, tan es así, que el año venidero nuestro país será la nación con la mayor emigración del planeta ¡Imagínese! Miles venezolanos huyen del país a pesar de todas las bondades que la madre naturaleza nos obsequió, huyen por culpa de un puñado de hombres que no nos arrebatan la espectacular calidad de vida que podríamos tener todos.

Barinas es un atolladero en el que el régimen se trabó solo, ya lo hemos explicado. Ahora bien, la variable de estudio en este momento es la explosividad social, la reacción de los barineses en caso que el chavismo esparza su gorilismo en esa entidad federal, el chavismo sabe ese torbellino social pudiera desencadenar otro mayor, a nivel nacional, así como más acciones foráneas, en este momento estudia lo que hará, sí le da con el palo a la lámpara o la deja pobremente encendida.

Desde que el chavismo llegó a Miraflores en 1999 hasta la fecha ha tenido todo el poder posible dentro del país, la desinstitucionalización tuvo el éxito planeado, con ella ninguna elección será democrática, será real, pone en riesgo al castrismo. Pero como todo exceso es malo, en la forma como el chavismo retiene el poder es muy complicado retenerlo, de las 23 gobernaciones, de los 365 municipios este 21N se les escapó una liebre, Barinas, que puede significar un desencadenante, así como cualquier otro hecho sobrevenido.

Leandro Rodríguez Linárez
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Venezuela