El Lulismo ganó las elecciones en el 2002 pero no pudo
elaborar una nueva constitución que le permitiera tomar el Estado brasileño, a
diferencia delo que hizo el Chavismo en Venezuela. En tal sentido, el Lulismo tuvo que ceñirse a las normas
constitucionales de 1988, cuya carta magnafue sancionada por la sociedad civil
después de una amplia conciliación
democrática que sepultaba los veinte años de dictadura militar.
Sin embargo, el nuevo gobierno brasilero además de los
loables propósitos políticos de cambio social tenía una carta secreta
“fidelista” para usar durante el juego democrático, consistente en apropiarse
del poder. Con tal propósito, el Partido de los Trabajadores (PT)desde el
gobierno monta una amplia estructura paralela de corrupción
cuya fuente principal de abastecimiento
era Petrobras,la principal compañía nacional de petróleo. Para controlar
el congreso y asegurar los votos necesarios deorientacióndel gasto de las inversiones
públicas el PT favoreció la creación de pequeños partidos para aumentar
la presión en el congreso y esta componenda la vincula con las grandes
compañías privadas brasileñas como por ejemplo la Odebrecht que en definitiva
realizaba las obras acordadas.
El descubrimiento
de la sórdida red dejó al PT al desnudo ya que si bien es cierto, la corrupción nunca fue ajena al gobierno
del Brasil, en esta oportunidad era una
operación orquestada de manera siniestra como estrategia para anularla
oposición y preservar el poderdel
partido Lulista. Esta situación se agiganta cuando se descubre la acción de la
presidente Dilma de maquillar las cuentas
de la nación para ganar las elecciones en un segundo término.
Ante este manifiesto delito fiscal la clase política
opositora reacciona,e incluso el partido conservador aliado y base de
estabilidad del gobierno el PMDB se
voltea creando un amplio frente que
apela a la Constitución para aplicar el impeachmenty separar a Dilma del
cargo,propinándole un certero golpe al modelo Lulista.
Esto difiere de lo ocurrido en Venezuela en el año
2002,cuando los sectores políticos opositores
no encontraron una salida
institucional para liberarse de lo que veían venir con el autoritarismo
Chavista y actuaron junto con los militares en un golpe de estado fallido que
terminó por fortalecer el gobierno que impone un estatismo asfixiante a la
sociedad civil.
En Brasil, el juicio al presidente es un asunto legal y
no un golpe de estado, lo que obliga al PT y a otros sectores de izquierda a
una revisión crítica profunda de sus actuaciones en función de sus pretensiones
de participar en las elecciones del año 2018.
Asimismo, este golpe certero al Lulismo,se produce luego
de la derrota electoral del Kirchnerismo
en Argentina, lo cual aumenta la presión por una salida democrática en
Venezuela, cambia la orientación del Mercosur y crea un nuevo
sentido a la unión regional sudamericana.
Al final de la votación de la Cámara de Diputados del Brasil queda una lección para Venezuela:
la ética y la política deben caminar juntas.
Alejandro Mendible
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas – Venezuela
Enviado a nuestro
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Jesús Enrique Matheus
Linares
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@UranioMomoy
Caracas - Venezuela
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