domingo, 13 de marzo de 2022

LEONEL FERNANDEZ: ESPECIAL DEL DOMINGO. 13/03/2022.

LA NECESIDAD DE ADOPTAR UNA POLÍTICA UNIFICADA
PARA HACER FRENTE A LOS EFECTOS NOCIVOS
DE LA CRISIS ECONÓMICA GLOBAL


Leonel Antonio Fernández Reyna (Santo Domingo, 26 de diciembre de 1953) es un abogado, escritor, estadista y político dominicano. Fue presidente de la República Dominicana de 1996 a 2000, de 2004 a 2008 y de 2008 a 2012














Hoy estuve participando en otro foro económico de The Economist y se estuvo discutiendo que a medida pasan los días de la invasión y Putin persiste en su obsesión por Ucrania, más pierde Rusia y por ende se vuelve más débil, lo cual implica debilitar sus posibilidades militares y quizás la supervivencia política del presidente. Sale hilo de economía y algo más:


La opinión pública en occidente esta abrumadoramente a favor de Ucrania. Más allá de lo emotivo, esto tiene consecuencias concretas. Rusia está bloqueada económica y financieramente. Las guerras son un asunto muy caro y Putin le hace perder fortunas a Rusia por cada día de invasión.

Ese apoyo a Ucrania obliga a los políticos de occidente a sostener las sanciones contra Rusia y en la medida que se acumulan imágenes de las atrocidades contra los civiles ucranianos, se requiere reforzar la respuesta económica para evitar avanzar en una opción militar ruinosa para ambos bandos.

Partamos de la idea que Rusia necesita más a Occidente que a la inversa. El 70% de las exportaciones rusas son petróleo y gas. El 22% materias primas industriales y minerales. Rusia necesita a cambio casi todos los bienes manufacturados y servicios que no produce.

Rusia es el 2° productor global de petróleo. Pero el crudo, como el gas, se consigue en muchos lugares. Igual con el trigo, el aluminio y otras materias primas que vende. Pero no hay fuentes numerosas de autos, chips, tractores y redes financieras. Esa es su debilidad de origen.

El dilema ruso se agrava porque Occidente avanza en el reemplazo de las fuentes de provisión rusa. Y si las sanciones se amplían a los que colaboran con la invasión, cada mercado cerrado estará perdido hasta que Putin saque su último soldado de Ucrania. El tiempo no lo favorece.

Ya se retiraron de Rusia 60 compañías occidentales. No se trata solamente de una cuestión de marcas, sino de una eficiencia de producción que la industria local no puede reemplazar. Rusia debe invertir para suplantar esos productos o importarlos. Eso implica más gasto.

Rusia puede intentar marcas propias en un esfuerzo patriótico. Pero solo puede hacerlo con productos de baja tecnología como en la industria alimentaria o textil. Reemplazar lo que producen las plantas de Renault, Volkswagen Ford, Mercedes y BMW no es tan sencillo.

Menos aún es convencer a 190 millones de rusos acostumbrados a un clima de consumo determinado que es hora de reemplazar los iPhone por competidores chinos o una eventual alternativa local al estilo del celular “Vergatario3” que Maduro lanzó en Venezuela en 2013.

Fuera de broma, la historia rusa avisa que a la hora de satisfacer sus necesidades, el mercado interno ruso desarrolla más rápido la tecnología del contrabando que la de bienes de consumo, avisando de un goteo de fuga de divisas que contribuirá a descapitalizar la economía.

Pero además con el retiro de empresas se pierden inversiones constantes que trajeron la empresas occidentales, divisas que inyectan a su economía y crean cientos de miles de empleos. Por contraposición, su retiro genera desempleo y fuga de divisas. Es fácil de entender.

Solo en la cancelación del Nordstream 2, se esfumaron 10.000 millones de dólares y la empresa quebró. Ese proyecto buscaba duplicar las exportaciones anuales de gas a Alemania que en 2021 fueron de US$8.530 millones. Es la cifra anual que se perderá además de la inversión.

Vamos a otro ítem de la inversión que implica pérdidas millonarias para Rusia: el valor de sus empresas. En la primera semana de la invasión, la cotización de las empresas rusas cayó en 200 mil millones de dólares. Es lógico, ya no van a poder obtener ganancias tan fácilmente.

La petrolera Shell abandonó su inversión con la estatal Gazprom en la planta de Sakhalin. Implica retirar U$S3 mil millones de Rusia. El golpe de British Petroleum al desinvertir su 20% de acciones en Rosfnet fue aún más duro: implica perder inversiones por US$25 mil millones de dólares.

Estas cifras recargadas de ceros tienen que ser puestas en contexto: el PIB de Rusia es de 1,670 mil millones de dólares. Cada pérdida es aún más punzante porque se trata de una economía que no tiene la escala para absorber la cantidad de dinero que está desperdiciando a diario.

Pero además, a la prohibición occidental a sus bancos para negociar bonos de deuda rusos se sumó al corte de créditos del Banco Mundial y de su equivalente chino, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Rusia perdió las fuentes externas para financiar su funcionamiento.

Tampoco puede echar mano a todas sus reservas. Además de necesitarlas para defender su esfuerzo de guerra, la mitad de ellas estaban en Occidente por lo que los US$600 mil millones atesorados se reducen a un punto que ni siquiera son suficientes para detener la devaluación del rublo.

Hay que contabilizar el costo de estacionarse en Ucrania. Mover un ejército es astronómicamente caro. EEUU gasto US$978 mil millones en Afganistán entre 2001 y 2019. Más de US$50 mil millones anuales. Invadir en solitario es para países que pueden permitirse el gasto.

Eso nos conduce al factor del control del territorio. Putin se metió en el país más extenso de Europa luego de Rusia con una población hostil, motivada y bien abastecida que promete seguir la lucha. Eso demandará sostener una fuerza de ocupación más grande que la actual.


Afganistán tiene 652,860 km2 y 38 millones de habitantes. Ucrania 603,548 km2 y 44 millones de habitantes. Pero el primero es una ensalada de conflictos tribales. El segundo, un país con una población unificada, una sólida retaguardia en la OTAN y apoyo internacional mayoritario.


Hagamos un alto para marcar un punto crucial. Occidente envió cantidades masivas de misiles antitanque y antiaéreos en lugar de proveer de armamento pesado. No es un tema menor, porque es precisamente ese tipo de armas las que hacen efectiva a la resistencia.


Una vez colapsado el ejército ucraniano, las unidades irregulares podrán continuar combatiendo y provocar pérdidas en calles y rutas a blindados y convoyes de suministros rusos ¿hablamos de economía? Sí, porque nada es gratis en la guerra. Y hablamos de tiempo.

Un antiaéreo MANPADS que vale 40 mil dólares puede derribar a un avión SU-25 que cuesta US$25 millones. Un Javelin de 40 mil dólares un tanque de US$2 millones. Y el ucraniano, lo recibe gratis. Rusia deberá reponer cada unidad que pierda en tiempos que su economía es un desastre en progreso.

Esa decisión militar tiene entonces una razón económica y una estratégica. La OTAN deja en manos ucranianas provocar daños continuos sin arriesgar su capital militar o entrar en una guerra abierta. Debilitar a Putin con el tiempo es una apuesta que se presenta en varios formatos.

Precisamente esa situación de debilidad económica obstruye nuevos avances de Putin. Una cosa es invadir al país más pobre de Europa. Diferente cruzar la frontera de la OTAN. En ese caso necesitará mucho, muchísimo más dinero que el que gastan contra Zelensky.

Por cada día que pase, la guerra seguirá horadando las bases económicas rusas. Pero además va a impactar sobre la opinión que tienen los rusos sobre su presidente. En las últimas mediciones previas a la invasión, la popularidad de Putin cayó a niveles inéditos (menos del 59%).

Esto nos conduce al pueblo ruso, el gran olvidado en la mayor parte de los análisis. Empecemos por el primer efecto más allá de las bolsas negras que llegan desde el frente. Ese no es un factor menor, pero no es el único efecto negativo que va a alcanzar al ruso común.

La depreciación del rublo debe conducir necesariamente a un aumento de la inflación por la sencilla razón que la moneda valdrá mucho menos respecto al precio de cada bien. Más se deprecia, mayor será el horizonte de inflación, la escasez de productos y el descontento.

Ahora Putin endureció las reglas ante la guerra. Implica llevar la guerra al interior de Rusia con cada prohibición y arresto por no respetarla. Se reclutó a la fuerza a cada ruso para demostrar su patriotismo o pagar su disidencia. Ahora todos son parte de su aventura guerrera.

La respuesta individual de los rusos disconformes puede incluir protestas públicas, el voto negativo en 2024, evadir el reclutamiento y llegar a la deserción. Muchos probaron la miel del consumo capitalista y quizás no les agrade reemplazarlo con la épica bélica que propone Putin.

Hay tres generaciones de rusos que no vivieron bajo la lógica espartana soviética y sus restricciones patrióticas. Por el contrario, creados bajo las comodidades del consumo capitalista, necesitan algo más que una promesa imperial para aceptar una degradación en su bienestar.

Los rusos se acostumbraron a los autos occidentales, a la Champions Legue y a comer postres Danone. A comprar Adidas y ver Netflix o Youporn. Subir sus fotos a Facebook o ver memes de Putin en Twitter. Usar la tarjeta Visa o Mastercard. Para todo lo demás, está el belicismo.

De un día para el otro los rusos fueron empujados a un ambiente militarista, de represión omnipresente, despojada de los colores del consumo y arrojados a un mundo verde oliva en donde la conquista de un territorio busca justificar cada padecimiento, renuncia y faltante.

No se valora el impacto interno de tanta presión sobre la vida cotidiana rusa. Yeltsin no lo consideró cuando se entregó a la borrachera de errores económicos y políticos. Sus delirios y el desastre en Chechenia lo sacaron del poder en 1999. Y le sucedió Putin, que fue testigo.

Pero el descontento no es suficiente para un régimen que apretó el control represivo y la censura. Pero hay dos factores de poder que lo sostienen y van a ser los más perjudicados por las consecuencias de la aventura ucraniana. Hablemos de oligarcas rusos y de generales pasivos.

Existe un grupo de 20 empresarios rusos que manejan los resortes de la economía bajo la supervisión de Putin. Yeltsin tenía los suyos, pero la mayoría fueron reemplazados por Putin, por una nueva camada que lo obedece y lo ayuda en el control social de la economía.

El decomiso del yate del millonario Aleshei Usmanov en Alemania fue fascinante. Pero su siderúrgica Metalloinvest perdió el 89.95% de su valor accionario y están en riesgo los US$5 mil millones en ingresos de 2021. Los bienes de Ushmanov congelados en occidente, son apenas una ganga.

Lo mismo se repite en cada empresario alcanzado por las sanciones. En las primeras 24 horas de la invasión, las principales fortunas privadas de Rusia perdieron US$35 mil millones de euros. Cada día que pasa, esa suma sube y puede ampliarse con cada nueva sanción occidental.

Recordemos que luego de la invasión a Crimea en 2014, los oligarcas rusos perdieron en conjunto US$50 mil millones anuales por las sanciones que se impusieron, que en comparación a las actuales fueron apenas un tirón de orejas. Allí se adivina otra insubordinación en curso.

Quizás porque los oligarcas están irritados, es que Alexei Mordashov, el hombre más rico de Rusia y dueño del imperio siderúrgico Severstal, se animó el 2 de marzo a reclamar que “se frene el baño de sangre en Ucrania”. Pero no fue el único que se atrevió a desafiar a Putin.

También lo hicieron Mijail Fridman, inversor en LetterOne y perjudicado por el cierre del Nordstream 2. De origen ucraniano, sus padres residen en Lviv, una de las ciudades ucranianas bombardeadas. Lo acompañó en el pedido el “rey del aluminio” Oleg Deripaska, de origen uzbeko.

Roman Abramovich, quizás no sea el ruso más rico, pero si es de los más conocidos por ser el dueño del club de futbol inglés Chelsea. En un claro gesto contra Putin, venderá su participación en el club y donará los US$4 mil millones que espera recaudar para ayudar a las víctimas de la guerra en Ucrania.

El mercado local no es una solución para ninguno de ellos. La devaluación del rublo del 32%, hace a la economía interna un salvavidas despreciable. Y es complicado venderle al los rusos de a pié petróleo, gas, acero y otras materias primas que no encuentren comprador extranjero.

Para hacerse una idea de lo que implica la devaluación del rublo, la pérdida de mercados y otras consecuencias de las sanciones, el PBI se contraerá, según estima JP Morgan, un 7% este año. Significa que Rusia perderá una riqueza valuada en 116 mil millones de dólares.

China tampoco es la salvación aunque represente US$47 mil millones anuales de ventas al exterior. Puede suplir de bienes de consumo. Rusia le compra por 4.1 mil millones anuales de dólares, pero Rusia carece de dinero suficiente para pagar esas compras y a la larga pasará a depender de Pekín.

Construir el gasoducto hacia China le permitiría reemplazar parcialmente las ventas a Europa, pero llevará al menos dos años construirlo ¿de dónde sacaran dinero? El anuncio del corte del crédito a Rusia por parte Banco Mundial y el BIIA manejado por Pekín, aumentan la duda.

China tiene un apetito voraz de energía y el gas ruso le vendría de maravillas para terminar con los cortes de energía a su industria, pero también tiene muchas ganas de tener un oso de mascota. Putin sabe que se metió solo en la ratonera estratégica que le puso Xi Jingping.

Sin crédito ni inversiones, la guerra económica va mal para Putin. Vamos a los números: Gazprom, la mayor empresa rusa, perdió el 90% de su valor accionario. El banco Sberbank, el mayor del país, el 98,36% de su valor en la Bolsa. Rosfnet el 54,55% tras el retiro de Shell.

De acuerdo con la consultora Finbold, entre el 18 de febrero y el 1° de marzo las 19 mayores empresas de Rusia perdieron en conjunto más de 438 mil millones de dólares. Por más amigos que sean de Putin, los integrantes de la oligarquía rusa están muy incómodos.

También los militares y los rumores de descontento entre oficiales y la cúpula por los resultados adversos en una campaña que prometió ser corta, crece en la medida que aumentan las pérdidas y se dilata el tiempo para lograr los objetivos. Y hay una razón a mediano plazo.

Las sanciones alcanzaron a los militares en un sistema plagado de corrupción. En la medida que suban de rango y lleguen al tope, cualquier negocio que hagan los deja dentro del radar de las sanciones. No es lo mismo pasear en un yate con una modelo que una patrullera con un cabo.

Pero además que la reposición de materiales perdidos se dificultará enormemente porque occidente cortó el financiamiento y el acceso a componentes necesarios para fabricarlos. También porque la industria local no puede suplir esos faltantes por falta de tecnología adecuada.

De manera que desde cualquier punto de vista, el tiempo corre contra Putin por la sencilla razón que con cada hora que pasa, escapan más fondos que necesita cualquier ejército para sostener una batalla y crece la hipoteca sobre la nación que sería beneficiaria de la victoria.

Cada día de batalla crece su descrédito en los países de los que depende el destino económico de Rusia, su apoyo interno cae y más afectados resultan sus generales y billonarios amigos, que quizás ya no lo sean tanto. El nerviosismo atómico de Putin, quizás tenga que ver con eso.

Consolidando cifras, contabilizamos al menos US$1.2 billones que pagó Rusia hasta hoy por avanzar sobre el país más pobre de Europa. El 64% de su PIB. Y la cuenta no está cerrada porque Putin sigue consumiendo a Rusia. Y el tiempo lo consume a Putin. Lo devora vivo.

PS: Ucrania ya tiene la promesa europea de miles de millones para su reconstrucción. Habrá más cuando se integre a la Unión Europea. Sucederá cuando la invasión termine. No se sabe qué pasará con Rusia. Todo dependerá de quien esté al mando.

El Zar Putin'', invasor destructor y asesino de poblaciones civiles , será para su pueblo el gran derrochon'' y eso se le convertirá en un obstáculo.

POSTEADO POR:
Carlos Padilla
@carpa1301
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