lunes, 8 de febrero de 2016

PEDRO CORZO, LA LIBERTAD Y SUS GESTORES.

Hay quienes optan por callar y justificar los errores y faltas en las que incurren personas u organizaciones con las que comparten un proyecto, conducta que se corresponde con la frase "la ropa sucia se lava en casa", una opción muy discutible, porque es contraria a la necesaria transparencia de la gestión pública.

Esta consideración  es consecuencia de que un sector de los activistas pro democracia en Cuba, rechacen los cuestionamientos y criticas de que son objetos algunos dirigentes que dentro o fuera de la isla,  enarbolan propuestas y estrategias que tienen como objetivo derrocar al régimen de los Castro.
Los opositores sin que importen el lugar donde operen, no son perfectos. Hierran como cualquier hijo de vecino y como figuras públicas, su actuación puede y debe ser cuestionada si las circunstancias lo ameritan.
La gestión pública implica victorias y fracasos,  en consecuencia, en el trayecto,  se ganan partidarios y adversarios y en muchas ocasiones,  enemigos. 
Los que asumen posiciones de liderazgo, incluidos los que han llegado a distinguirse por casualidad o por reflejo de influencias de terceros,  están obligados a tomar decisiones, lo que genera un porcentaje de aciertos y errores en sus acciones. 
No hay persona infalible y quien crea que un dirigente lo es, no pasa de ser un fanático, a la vez que le inflige a la causa que defiende, un gran perjuicio,  porque el liderazgo más competente necesita de críticas y rectificaciones.  
El  discurso, el debate, la comparecencia pública, la participación en eventos internacionales  y cualquier otra actividad que tenga como fin el establecimiento en Cuba de una sociedad democrática  es de suma importancia, pero no se debe perder la perspectiva qué el escenario y los actores del cambio están en la isla y no fuera de ella.
Los exiliados no deben tratar de imponer sus opiniones y valoraciones a los que cumplen la tarea a favor de la libertad al interior de la isla. Es un deber sugerir, aconsejar y apoyar en todo lo que las circunstancias requieran, pero jamás tratar de exportar estrategias y tácticas a un escenario donde otros actores deben tomar las decisiones.
Los opositores que operan al interior de Cuba tienen la gran responsabilidad de hacer que los ciudadanos hagan conciencia de que tienen que reclamar a la dictadura respeto a  sus derechos, y que comprendan también que el gobierno es el único responsable de las precarias condiciones materiales y espirituales en las que transcurre su existencia.
Deben trabajar con los problemas diarios de la población. Denunciar la falta de agua y alimentos. Las graves deficiencias en los sistemas de salud y educación,  las dificultades en el transporte, la corrupción, así como divulgar la gestación de una nueva clase que disfruta de bienes y oportunidades a las que solo tienen acceso los que pertenecen a la aristocracia política.
Es una labor compleja y difícil. Cuesta arriba, pero el político debe interpretar y bregar por la solución de los problemas del pueblo que pretende representar.
En el presente algunas agrupaciones como UNPACU,  FANTU y las Damas de Blanco,  procuran cumplir con la acción social que demanda la población sin descuidar su proyecto de trabajar a favor de un cambio de sistema en la isla. Es preciso combinar y mezclar, la solidaridad humana con la protesta política, ambas tareas se complementan.

Es posible que más de uno manifieste que es fácil expresar esta opinión desde el exterior, cierto, pero aun así no deja de ser una realidad, máxime si quienes lo expresan pagaron su cuota por luchar contra el régimen cuando muchos callaban o eran sus cómplices.
No hay razones para enmudecer ante quienes pretenden hacer creer que la lucha contra el totalitarismo se inició con su participación. Este proceso ha sido muy largo y cruento. En alguna medida todos los cubanos han sido afectados, en derivación, todos tienen derecho a opinar y demandar, y por supuesto la obligación y deber de participar.  
Otros habrán de pensar que estas líneas son consecuencia de la frustración y la amargura,  dos condiciones que pueden estar presentes en la mayoría de los hombres y mujeres que durante estas casi seis décadas, han confrontado sinceramente al castrismo, pero que no les inhabilita para expresar su opinión y trabajar a favor del cambio.
Cierto que el régimen reprime, pero esa es una de las consecuencias que sufren los demócratas que enfrentan las dictaduras  en cualquier país del mundo.
A fin de cuentas el  respeto, admiración y solidaridad que hayan ganado a través de los años los opositores al régimen totalitario, son el resultado de sus acciones y sacrificios, no por sus discursos o proyectos, por luminosos que estos hayan sido.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43

Estados Unidos

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