viernes, 22 de febrero de 2019

OSCAR HERNÁNDEZ BERNALETTE, LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


Cuando los países concentran sus energías sociales, económicas y laborales en las mejores prácticas existentes, comprobadas a través de los años y con un  rendimiento que se convierte en crecimiento y desarrollo sustentable, entonces podemos concluir que los países están recorriendo el camino de la prosperidad. Por el contrario, cuando una nación se enfrasca en la diatriba, en el conflicto, en el manejo de herramientas políticas que con el tiempo han demostrado rechazo, ineficacia y generación de pobreza, entonces estamos ante el retroceso, la desesperanza y la pérdida de oportunidades.

 Esta antesala tiene como objetivo introducirme en un tema no tan trillado, pero ya suficientemente evaluado, como es el de la economía naranja. Genialmente, en contraposición a las manufacturas la denominan “mentefacturas”. Esta no es otra que aquellas actividades que estimulan que las ideas, las iniciativas, los hallazgos y las observaciones en el marco del tiempo y del espacio se transformen en bienes y servicios culturales. En otras palabras, como diría Descartes “Pienso luego existo”, aquí estamos ante la opción de piensa, crea una idea y estamos ante la creación y la generación de riqueza.

La reproducción de valor la define la propiedad intelectual. Los especialistas en industrias creativas afirman que “el valor de los bienes y servicios se fundamentan precisamente en la propiedad intelectual”.

 Muchos creadores, artistas, arquitectos, cineastas, diseñadores de moda y editores, así como la industria de juegos, moda, música, publicidad, software, TV y radio tienen poca conciencia de que pertenecen a la economía naranja y que su contribución al crecimiento económico es fundamental en estos tiempos. Sus antecedentes están en la “economía creativa” como la definió John Howkins en un famoso texto de principios del milenio sobre cómo se transforman las ideas en beneficios.

Tal como lo explica uno de los expertos en este tema  Felipe Buitrago, en una excelente presentación del BID, esta economía está compuesta   tanto por la economía cultural,  las industrias creativas y las áreas de soporte para la creatividad. Más de un lector se debe preguntar ¿por qué  naranja? Pues el color que se asocia a la creatividad. Mediciones nos indican que si esta economía del conocimiento fuera un país, sería la cuarta economía detrás de Estados Unidos, China y Japón; el noveno mayor exportador y la cuarta fuerza laboral con más de 144 millones de trabajadores. No es cualquier cosa.

No son pocas las buenas experiencias que se asocian a esta realidad. Modelos infinitos. En términos de generación de empleo son millones de personas en todo el mundo que se benefician. El Cirque du Soleil emplea  más de 5.000 personas y reporta ventas que superan los 800 millones de dólares anuales. Netflix, el video club por correo físico y virtual, tiene más de 33 millones de suscriptores y comercializa anualmente 3.600 millones de dólares por año. El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá,  el Carnaval de Río son buenos ejemplos. Tal como lo indica el documento La economía naranja. Una oportunidad infinita “mas de 100 horas de video son subidas cada minuto a Youtube. En agosto de 2013 acumuló 6.000 millones de horas de video visitadas por más de 1.000 millones de personas.  Allí están otros retos para nuestra región”.

Oscar Hernández Bernalette
@bernalette1

No hay comentarios:

Publicar un comentario