lunes, 7 de octubre de 2019

GABRIEL BORAGINA:LA ESCUELA AUSTRÍACA DE ECONOMÍA (7° PARTE)

"Cualquier aumento en la oferta monetaria no compensado por un incremento en la demanda monetaria conducirá irremediablemente a un aumento en el sistema general de precios. Pero los precios no se ajustan de manera inmediata en todos los ámbitos de la economía. Algunos ajustes de precio se producen antes que otros; ello conduce a una distorsión en los precios relativos. Cada uno de estos cambios ejerce su influencia en los patrones de intercambio y producción subsiguientes. En conclusión, el dinero, por su misma naturaleza, no puede ser neutral."[1]

Es común en muchos economistas creer y explicar el tema del dinero como si fuera un fenómeno neutral. Pero, como ya expusimos, nada de ello es así. La moneda es una mercancía más que, obviamente, se comporta como cualquier otra mercancía, y se encuentra sujeta a la ley de la oferta y la demanda. En un mercado libre, cuando la oferta de -supongamos- galletitas supera la demanda de galletitas el precio de este último producto baja. Es exactamente lo mismo que sucede si, en el ejemplo, en lugar de galletitas hablamos de pesos, dólares, yenes, euros, etc. La característica del mercado libre es que la gente demande más de esa moneda hasta el punto en que oferta y demanda tiendan a igualarse. Sin embargo, dado que el dinero tiene una función que lo distingue del resto de los bienes y servicios y esa misión es la de ser un medio de cambio, la demanda de dinero no acrecentará si los precios de los artículos que se compran con esa moneda específica no descienden en la misma o mayor proporción que el precio del dinero. En este caso, la demanda por dinero (dado su exceso de oferta) no producirá una ampliación de aquella excepto que los precios del resto de los bienes y servicios también se reduzcan.

"La importancia de este principio se hace evidente al analizar el problema de los costos de la inflación. La teoría cuantitativa del dinero afirma, correctamente, que la mera emisión monetaria no aumenta la riqueza. De este modo, si el gobierno duplica la oferta monetaria, la aparentemente mayor capacidad adquisitiva de bienes que adquieren los tenedores de moneda queda neutralizada por la duplicación de precios."[2]

La teoría cuantitativa mencionada antes tiene un concepto que -podríamos llamar- mecanicista del comportamiento del dinero y el incremento o la disminución de sus cantidades. Pero acierta en lo que podríamos decir hoy en dia que debería ser una conclusión -casi- de sentido común. Tampoco, como ha advertido muchas veces el profesor Alberto Benegas Lynch (h), es correcto hablar de una suba general de precios. Conforme ha enseñado el profesor M. N. Rothbard la emisión de moneda, si bien afecta a todos los precios (y en ese sentido el término "general" podría ser apropiado) no lo hace nunca en la misma proporción, ni en el mismo sentido respecto de todos los bienes y servicios que se comercian en el mercado. La distorsión perturbará a todos los precios, pero no de la misma manera, dependiendo de la forma en que ese dinero extra ingrese en el circuito mercantil.

"Pero mientras la teoría cuantitativa del dinero supuso un importante avance en el pensamiento económico, una interpretación mecánica de la teoría cuantitativa del dinero condujo a que se subestimaran los costos que generan las políticas inflacionistas."[3]

El autor en examen denomina costos de las políticas inflacionistas a lo que nosotros designamos como los efectos de la inflación. Tal como señalamos en nuestro párrafo anterior, si la inflación simplemente consistiera en un remonte de los precios de igual tenor que la adición de la masa monetaria, en tal caso la inflación -en si misma- no representaría mayor dificultad que agregar la cantidad de ceros necesarios en las planillas contables y en las calculadoras o, en el caso de dinero en efectivo, el tamaño de las billeteras. Pero en realidad, el inconveniente de la inflación no sería este.

"Si los precios simplemente se duplicaran cuando el gobierno duplica la oferta monetaria, los agentes económicos serían capaces de anticipar este ajuste de precios, mediante el seguimiento cercano de los números referidos a la oferta monetaria y, de este modo, ajustarían su comportamiento de la forma apropiada. El coste de la inflación sería, entonces, mínimo."[4]

Si el mercado esperara un crecimiento de la base monetaria digamos del 20% -por caso- y si supusiera que el aumento de los demás bienes y servicios será igual a ese porcentaje ajustarían los precios en un 20%. Si esto fuera así, se aplicaría lo que comentamos en el párrafo nuestro precedente, y el único inconveniente seria agregar dígitos a la derecha de los números de que se trate. Erróneamente, se ha sugerido que las llamadas "expectativas inflacionarias" serian la causa de la inflación. Pero esto es imposible, de momento que la emisión monetaria no depende de las expectativas de los agentes mercantiles, sino que resulta exactamente al revés: la inflación depende de las expectativas de los burócratas gubernamentales, y más que de sus expectativas de sus políticas monetarias, las que -como la práctica demuestra a menudo- varían de acuerdo a los vaivenes de las coyunturas políticas, y no pocas veces de los caprichos políticos de los gobiernos de turno.

"Pero la inflación es socialmente destructiva a varios niveles. En primer lugar, incluso la inflación prevista daña la confianza básica entre el gobierno y sus ciudadanos, porque implica que el gobierno utiliza la inflación para confiscar la riqueza de las personas."[5]

En el plano común y corriente este origen causal de la inflación no es reconocido por el gran público. Popularmente, las gentes han considerado que los autores de la inflación han sido (y siguen siendo) los denominados especuladores, término con el que se pretende incluir a agestes de bolsas, comerciantes, financistas, empresarios, etc. Desde hace más de 4000 años reyes, príncipes, emperadores, jefes de estado y la clase política en general han instalado e inculcado esta idea tan pero tan alejada de la realidad, habida cuenta que no existe ningún otro causante de la inflación que los gobiernos, con independencia de épocas y partes donde hubiera tenido lugar.

[1] Peter J. Boettke. *Hacia una Robusta Antropología de la Economía**La Economía Austriaca en 10 Principios* Instituto Acton Argentina. Trad: Mario Šilar.

[2] Boettke, P. ibidem

[3] Boettke, P. ibidem

[4] Boettke, P. ibidem

[5] Boettke, P. ibidem

Gabriel S. Boragina 
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina  

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