Franklin
Delano Roosevelt derrotó al Presidente republicano Howard Hoover en noviembre
de 1932 de manera aplastante, en medio de terribles secuelas de la gran
depresión de 1929 en la sociedad norteamericana y el mundo entero: miseria,
desesperanza y escepticismo sobre la democracia y sobre la misma civilización.
Las vanguardias europeas declaran indigno el arte en una sociedad tan
monstruosa e irracional, que simbolizan en la batalla de Verdún.
Esa triza
del mundo que retrata el cubismo, rechazan dadaísmo y surrealismo, y evaden
abstraccionistas, veía el final de los valores de occidente. Caen los viejos
imperios y están en vilo las instituciones demo liberales ante los movimientos
totalitarios. La hora de los duros: Stalin y los bolcheviques, Mussolini y el
fascismo, Hitler y los nazis. Roosevelt era también un duro pese a ser
demócrata y amable.
El
Presidente de la Corte Suprema de Justicia lo definió como “un carácter de
primera con talento de segunda”. La fortaleza de ese carácter, su antipatía por
las grandes corporaciones, y la contundencia de su victoria, crisparon el
ambiente político y comenzaron complots e invocaciones a la fuerza para
detenerlo, pero también para apoyarlo, riesgo a la cohesión social.
El partido
Demócrata, con mayoría en ambas cámaras, antes de la toma de posesión introdujo
en la de representantes un proyecto de ley de poderes especiales –nunca aprobado-
para darle autonomía al Presidente en las decisiones económicas. Se esperaba
que asumiría la dictadura, pero no fue así. Su programa, el New Deal, cuajado
de populismo, se adaptó a la constitución. (Sutilmente Eleanor los llamó
“momentos aterradores”).
Conspiración
de los negocios
Fue un
populista democrático, una concepción desastrosa, pero en los cauces
constitucionales, y desoyó la prédica golpista de medios de comunicación e
intelectuales. Para liderizar la conspiración, los que temían a Roosevelt
hicieron contacto con el general marine Smedley Butler, el oficial más
condecorado y de mayor prestigio de EEUU.
Pero él los
denunció ante una comisión del congreso, en un lenguaje muy antisistema. Se
conoce así la bussines plot, la conspiración de los ricos. Sus convocantes eran
Gerald Mac Guire de Wall Street, y Sterling Clark jefe de la Singer Corporation.
El general William Doyle movilizaría la Legión Americana, una prestigiosa
organización de militares retirados. Supuestamente estarían involucrados
DuPont, J.P. Morgan, Mellon Associates, U.S Stell, Sun Oil, G.M, Stándar Oil,
Goodyear y Rockfeller Asociates.
Un año
antes, el presidente de Chevrolet, William Knudsen, donó 10.000 dólares a
Hitler y regresó diciendo que Alemania era un milagro del nazismo. Según el
plan, Butler encabezaría una marcha de medio millón de veteranos de guerra
armados, sobre la Casa Blanca. Aplicarían el modelo bolchevique de tomar la
ciudad y así derrocar al Presidente. Fiorello LaGuardia, alcalde de Nueva York,
bajó la presión de la denuncia, al llamarla “conspiración de coctel” por no
haber ninguna prueba.
En esos
días un italiano “que odiaba a los políticos”, disparó contra Roosevelt, pero
una mujer lo golpeó con el bolso y desvió el tiro, que mató al alcalde de
Chicago, sentado al lado del destinatario. La mayoría legislativa, permitió al
gobierno aplicar sus políticas, básicamente creación de empleo improductivo
gubernamental y subsidios.
Cabezas
blancas y duras
Las piñatas
populistas, a plazo inmediato alegran a la gente y crean mejoría simulada, pero
rápido se desploman en problemas peores, de los que a Roosevelt libró la
segunda guerra. Los nueve miembros de la Corte Suprema son vitalicios y
entonces había una mayoría estrictamente apegada a la constitución, sin
concesiones sobre la creatividad del ejecutivo. Eso llevó a un conflicto de
poderes y al conato de golpe de Estado que no se materializó.
El poder
ejecutivo presenta el proyecto de Ley de reforma de procedimientos judiciales,
ridiculizado como “ley de empaquetamiento de jueces” que lo autorizaría a
nombrar un magistrado por cada uno que cumpliera edad de jubilación (¿?) y no
lo hiciera. La justicia, según Roosevelt, “no debían administrarla nueve ancianos”.
Eso creo una grave tensión entre los poderes, pero al final el gobierno no pudo
salirse con la suya.
Los jueces
se mantuvieron firmes en que declararían la ley inconstitucional. La
constitución norteamericana es un milagro de ingeniería política que le
permitió a un grupo de colonias convertirse en país y luego apoderarse de gran
parte del norte del continente, para llegar a ser la principal potencia del mundo.
No hubo en su dominio golpe de Estado ni revoluciones durante los siglos XX y
XXI, a diferencia del resto del planeta.
Pero en
este período presidencial hemos visto peligros alarmantes para la democracia.
Cuestionar posibles resultados o el voto por correo, denunciar que las
instituciones y los partidos están podridos, denigrar del liderazgo son
peligrosas pulsiones revolucionarias. Calles tomadas por paramilitares que
amenazan asaltar una gobernación y que existan grupos terroristas como Attack,
son aberraciones tercermundistas.
Carlos Raul
Hernandeaz
carlosraulhernandez@gmail.com
@CarlosRaulHer
@ElUniversal
Venezuela
Interesante enfoque del sistema político de usa. Acertada apreciación respecto a que es el único país, que en el tiempo no ha tenido los reveses políticos del resto del mundo
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