sábado, 12 de febrero de 2022

LEOMAGNO FLORES ALVARADO: MI DIA DE LA JUVENTUD DE 1967

A propósito del centenario de Carlos Andrés Pérez, creo oportuno relatar que mi primer encuentro con él tuvo lugar en San Cristóbal, en la vieja casa del partido en la carrera 5 número 10-43, en un día como hoy hace 55 años. En efecto, en una Asamblea a casa llena, celebrábamos el día de la juventud y siendo yo el orador de orden, tarea encomendada por las autoridades partidistas, dada mi destacada trayectoria de dirigente estudiantil, que desde las aulas del Liceo Simón Bolívar como líder del movimiento Alianza Revolucionaria Estudiantil, me llevó a ocupar sucesivamente los cargos de Secretario Juvenil del Municipio Pedro María Morantes y Secretario Juvenil Distrital de San Cristóbal. 

Nunca podré olvidar ese momento, cuando de manera sobrevenida mis palabras fueron ahogadas por los aplausos de la gente que de pie prodigaban una ovación, que ingenuamente, creí que eran por lo que decía, cuando me percaté de la situación real. Sucedió que mientras yo hablaba, había hecho su entrada a la sede del CES del partido, el jefe de la fracción parlamentaria de AD en el Congreso, nuestro diputado por Táchira Carlos Andrés Pérez, quien nos acompañó un rato en el presídium hasta que se ausentó para subir al segundo piso donde se reuniría con la Dirección Regional del Partido. Obvio que los vítores eran para el líder que hacía acto de presencia.

Al terminar la Asamblea, cuando me retiraba del sitio, me abordó el adeco más emblemático de aquella época, se trataba de Rodolfo “el conserje” de la vieja casona partidista, personaje que guardaba in pectore todos los secretos de conspiraciones e intimidades de aquellos episodios que urdían el tejido organizativo adeco desde aquellas paredes cargadas de historia regional; quien me atajó y me condujo a la presencia de CAP, que le había pedido a las autoridades conocer al estudiante que oyó discursear con motivo del día de la juventud. Sin proponérmelo, con mi alocución sobre la batalla de La Victoria de 1812, recordando a los jóvenes seminaristas de Caracas que se inmolaron por la libertad y a la egregia figura de José Félix Ribas, con citas de Eduardo Blanco y su Venezuela Heroica, de por medio, había llamado la atención del aquel líder tachirense, destinado a ser dos veces Presidente de la República, asumiendo el trance histórico de nacionalizar el hierro y el petróleo para materializar el cambio político de mayor trascendencia para la provincia venezolana, como lo fue la elección directa de los Gobernadores de Estado que hasta entonces los designaba a dedo el Gobernante de turno.

Una vez, frente a CAP, bastaron unos minutos de diálogo y una invitación suya para que lo viera en Caracas. Desde entonces, me sentí maravillado con su carisma y sin juramentos ni pactos, quedé comprometido de por vida con sus acciones, ideas y liderazgo. Mi destino político se ató al carro de la historia contemporánea que conduciría mi paisano, el primer andino en llegar a la Presidencia por el voto Universal, directo y secreto. Esa conexión discursiva con Pérez fue tan determinante, que años después, cuando recorrió el país en busca de los votos en su primera campaña electoral, yo le acompañé no solo como su secretario de giras, sino que fui una especie de orador telonero en todos sus actos políticos. En 1974, de su mano, entré a Miraflores, como Secretario del Consejo de Ministros, siendo un muchacho cargado de sueños y retos. El destino haría el resto.

Leomagno Flores
magnotablet@gmail.com
@Leomagnofa
Venezuela

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