miércoles, 13 de abril de 2022

LUISA YANEZ: EL GRAN DEBATE, LOS REFUGIADOS. DESDE ESTADOS UNIDOS

Como ocurre en tiempos de guerra, desastres y dictadores enloquecidos, la palabra “refugiado” empieza a resonar en todo el mundo, en el país y, sí, en Miami-Dade.

Escuchamos que se espera que la Florida reciba a cientos, tal vez miles, de refugiados afganos y ucranianos que escapan de la guerra y los conflictos. Se unirán a los recién llegados cubanos, haitianos, venezolanos y (rellene con la nacionalidad). Intentarán encontrar alojamiento en el sur de la Florida. Les deseamos suerte en esta búsqueda casi imposible con nuestra actual escasez de viviendas.

La mayoría de la gente tiene dificultar para diferenciar entre el significado de inmigrante y de refugiado. Para mí, un inmigrante es alguien que decide mudarse de su patria y buscar una vida mejor en Estados Unidos. Y no siempre son bienvenidos.

Pero un refugiado suele formar parte de una nacionalidad que se ve obligada a abandonar su hogar debido a una persecución de la que todo el mundo es testigo o a que Estados Unidos se retira repentinamente de su país o a que Vladimir Putin declara la guerra a su patria.

Según Amnistía Internacional, se calcula que en 2022 habrá 26 millones de refugiados en todo el mundo, la cifra más alta jamás registrada.

Y esto es lo más triste. La mitad de los refugiados actuales son niños, dice la agencia. Y esa es una experiencia con la que me identifico. Solo con escuchar la palabra “refugiado”, comprendo al instante el cambio de vida que experimentan estos niños. Niño o adulto, ser un refugiado es una sacudida para el sistema que se queda contigo para siempre. Hablo como uno de los refugiados más conocidos y antiguos del sur de la Florida: los cubanos.

Cada uno de nosotros que tiene el recuerdo de haber subido a un avión o abordado un barco o cruzado una frontera para huir del régimen de Fidel Castro, cada uno de nosotros lleva “la herida”.

La columnista de origen cubano del Miami Herald Ana Veciana-Suárez, conmovida por los niños ucranianos que vio, trató recientemente de explicar su experiencia infantil como refugiada. Podía haber estado escribiendo sobre mi propia experiencia. Así es como ella lo ve: “Rara vez hablo de mi experiencia de la infancia como niña refugiada cubana. No hablo de mis primeros e inquietantes meses en la escuela, de cómo me enfrenté a un nuevo idioma y a costumbres desconocidas, de la lucha de mi familia por encontrar su camino en una tierra extranjera”, escribió Veciana-Suárez.

“Al fin y al cabo, vivo en una ciudad de refugiados, exiliados e inmigrantes. Estas historias son familiares y, aunque los personajes cambien, el mensaje es el mismo. Queriendo o no, dejar el hogar nunca es fácil, y el desplazamiento se traduce invariablemente en heridas profundas, tanto visibles como invisibles”, concluye Veciana-Suárez.

Tiene razón. Esto es lo que les espera a muchos de estos niños refugiados.

Mi corazón está con ellos.

Luisa Yánez
Luisayanez@hotmail.com
@HeraldOpEd
Editorial Board member
Estados Unidos

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