“Como amo la libertad, tengo sentimientos nobles y liberales, y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos” Simón Bolívar
La llamada nomenklatura, es una palabra latina, que
ha alcanzado la misma connotación que el termino gulag, ignorado hasta el día
que Soljenitsyn lo utilizó para describir el sistema de concentración ario
soviético, frase ésta última que es de Jean Ellenstein, historiador comunista
francés miembro del PICF, pero disidente de la ortodoxia oficial, prologuista
de la obra del historiador soviético Michael Voslensky, autor de la obra “La nomenklatura”,
que describe la cara de quienes detentaban el poder en la otrora URSS, en la
que 750.000 privilegiados “constituyeron la clase dominante y explotadora del
pueblo soviético”.
Para conocer un poco más acerca del tema cuyo
título encabeza el presente artículo de opinión, y posteriori compararlo con el
mayúsculo escándalo que en toda la historia republicana de nuestro país viene
ocurriendo desde hace 17 años, conviene saber quién era Voslensky. Nacido hace
más de 60 años en la URSS, es historiador y fue alto funcionario colaborador
del Comité Central del Partico Comunista soviético, al que representó en
conferencias Internacionales. Perteneció al Consejo de la Academia de Ciencias
Sociales y ejerció como profesor en la
Universidad Patricio Lumumba de Moscú. Desde el año 1972 vive en Occidente y
está considerado como uno de los especialistas más solventes de la política
soviética
¿Qué es la nomenklatura? En la URSS, se entiende por nomenklatura “la
lista de puestos de dirección dependientes de las instancias superiores del
partido y la lista de personas nombradas para esos puestos o que se mantienen
en reserva para esos mismos cargos. La nomenkaltura en definitiva, responde a
una pregunta que en cierta ocasión se planteó Trotski: ¿Quién dirige la Unión
la Unión Soviética?.
Para el revolucionario ruso, colaborador de Lenín y
asesinado en México, el poder fue “usurpado” por la burocracia parasitaria.
Otros especialistas, han intentado luego demostrar que el poder está en manos
del ejército, o del partido o de la policía, pero Voslenski responde
categóricamente y con lujo de detalles, que en la URSS, como en los demás
países socialistas, el poder total, absoluto y despótico está en manos de la
nomenklatura, cuyos padres fueron Lenín y Stalin, y cuya dominación y
privilegios no han hecho más que extenderse hasta la presente fecha. La
nomenklatura, según Voslensky es “la clase de privilegiados, la clase de
explotadores de la sociedad soviética, una clase que aspira a la hegemonía
mundial, una clase de parásitos, elegidos cada vez más, por motivos
hereditarios”.
El autor describe la trayectoria de nomenklatura
hasta que llega al pleno disfrute de todos sus privilegios; lujosos
apartamentos, refinadas comidas en restaurantes y acceso a comercios
especiales, datchas (casas de campo), sueldos diez veces superiores a la media,
más bonos especiales mensuales, lujosos centros de descanso, vehículos de lujo
y lo que constituye su “insustituible droga”: el poder. La nomenklatura en la
Unión Soviética estaba conformada por los principales funcionarios del gobierno
y del partido comunista. Disfrutaban de grandes privilegios y manejaban una
clientela sometida los designios del Jefe que concedía cargos, que convertían
al titular de dicha nomenklatura en un poderoso ciudadano que no solo ejercía
sus funciones, sino que aupaba y practicaba la corrupción, manejando el poder
de manera absoluta, especialmente bajo el caudillaje de Stalin y Breznev.
Mereció la oposición de Lenin en los últimos
tiempos de su vida y de Trotski y la oposición de izquierdas que fue diezmada,
recluida en los gulags o asesinada sin contemplación. Pero esa organización no
solo continuó hasta el fallecimiento de Stalin y la reunión del XX Congreso del
partido comunista, sino que se prolongó hasta la extinción de la URSS, creando
un minicapitalismo salvaje -que entregaba a los principales integrantes de esa
nomenklatura grandes privilegios y honores, y evitando que nada se decidiera
fuera del conocimiento del politburó del partido y de la oligarquía que gobernaba.
Esta era integrada por un reducido número de servidores del sistema, que
rotaban dentro de la más alta burocracia y a los que, muy de vez en cuando, se
los mantenía alejados del poder, perfeccionando un reciclaje que figuraba por
todo el supremo aparato del gobierno y del partido.
Con el advenimiento de Krushev y sus denuncias
contra Stalin, se supuso que la nomenklatura dejaría de existir, pero no
ocurrió así, pues se creó una nueva y se mantuvo la antigua en tanto sus
integrantes demostraran una servil adhesión a los nuevos gobernantes. No eran
muchos en un país tan grande, uno de los mayores de la Tierra, con una
población de centenares de millones de habitantes, es decir, se trataba de una
pequeña oligarquía en un mar de pobladores. Sus abusos, sus privilegios, sus
mentiras conocidas, por un tiempo toleradas, finalmente se desplomaron y el
sistema sostenido a base del enorme poder de unos cuantos que lo ejercieron
como una tiranía, se hundió y fue a parar en lo que se llamaba el basurero de
la historia.
La Rusia de hoy casi no ha cambiado y en lugar de
la nomenklatura existe una alta clase integrada por las mafias que negocian
todos los bienes existentes, desde misiles nucleares hasta petróleo, así como
diminutos aparatos de última y extraña tecnología, y lo hacen sin el menor
escrúpulo ni vergüenza, y Venezuela es uno de sus más allegados aliados con el
que se lucra económicamente con la venta de misiles, aviones, helicópteros,
tanques y sofisticado armamento, que según versados investigadores del tema
militar, son de segunda mano.
Si repasamos un poco la dolorosa historia
de nuestro país en estos últimos años, desde que se enquistaron el poder
los llamados socialistas revolucionarios
bolivarianos del siglo XXI, observaremos que a lo anteriormente
señalado, no habría que agregarle absolutamente nada, y por el contrario, más
bien habría que sumarle un rosario de desaciertos, errores, abusos y latrocinio
perpetrado por quienes a mala hora llegaron a tomar el poder por la vía del
voto popular, el mismo que hoy descarada y cínicamente pretenden desconocer,
tras la apabullante derrota infringida por la oposición, en el pasado proceso
electoral en el que se escogieron los parlamentarios que conformaran la nueva
Asamblea Nacional, con una indiscutible mayoría calificada.
Esta es la nomenklatura chavista que ha llevado al
país a la más indescriptible ruina, jamás experimentada desde el nacimiento de
la República. Y probablemente esta sea una de las razones por las cuales los
socialistas bolivarianos y marxistas, y por ende comunistas, temen perder las
riendas del poder, por cuanto más tarde que nunca los estropicios perpetrados
por los padres de esta vorágine populista y demagógica, saldrán a la luz
pública, tan pronto el nuevo y
democrático parlamento investigue de acuerdo a la propia ley y la Constitución
Nacional, lo acuerdos, convenios, contrataciones y demás compromisos contraídos
por el gobierno socialista, bolivariano y marxista, muchos de los cuales
convirtieron de la noche a la mañana a más de uno de sus militantes en
millonarios boliburgüeses, que de humildes barrios en los que habitaban pasaron
a vivir en lujosas residencias en el país y en el exterior y exhiben costosos
vehículos de marca, amén de otras bondades que contradice el llamado del extinto
padre de esta debacle , quien solía afirmar reiteradamente que “ser rico es
malo”.
***** Un
Feliz y Próspero Año 2016 les deseamos a todos nuestros lectores y votos por
que en el seno de sus hogares reine la paz, armonía, felicidad, dicha,
prosperidad y salud. Volveremos a la palestra de nuestro oficio, en la segunda
quincena del próximo mes de enero 2016.
¡¡Felicidades!!
Carlos E. Aguilera
A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del
Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Aragua - Venezuela
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