POR UNA NUEVA VENEZUELA
A estas alturas supongo que mis amables lectores entenderán cuando digo
que vale la pena ser cristianos, pero que no es fácil
Vale la pena ser cristiano, pero no es fácil. La mayoría abrumadora de
los venezolanos nos declaramos cristianos. No siempre actuamos como tales. Si
todos los que nos decimos cristianos actuáramos conforme a lo que dicen los
evangelios, el país estaría viviendo mucho mejor y todos nos sentiríamos más
felices.
Estos comentarios los hago a propósito de lo que dice el evangelio del
domingo pasado: “Jesús dijo a sus discípulos: ustedes han oído que se dijo: ojo
por ojo y diente por diente, pero yo les digo que no hagan resistencia al
hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la
izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele
también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio,
camina con él dos mil. Al que te pide dale, y al que quiere que le prestes, no
le vuelvas la espalda.
”Han oído ustedes que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tus enemigos;
yo, en cambio les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian
y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su
Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su
lluvia sobre los justos y los injustos. Porque si ustedes aman a los que los
aman, ¿qué recompensa merecen? Y si saludan tan solo a sus hermanos, ¿qué hacen
de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean
perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mt. 5,38-48).
A estas alturas supongo que mis amables lectores entenderán cuando digo
que vale la pena ser cristianos, pero que no es fácil. El Maestro nos pide,
nada menos y nada más, que seamos perfectos, como nuestro Padre celestial es
perfecto.
Pero estarán de acuerdo conmigo también en que si practicáramos el
mandamiento del amor, Venezuela sería un país en el que prevalecería la
justicia, la fraternidad y la verdad.
Desde hace muchos años se ha impuesto en Venezuela la cultura del odio,
de la lucha de clases, de la fractura de la unidad nacional, de la violencia,
de la confrontación y de la muerte.
El cambio más importante que tenemos que lograr los que soñamos con una
nueva Venezuela es el de sustituir la cultura del odio por la cultura del amor.
Sustituir la cultura de la muerte por la cultura de la vida. La cultura de la
confrontación por la cultura de la unidad nacional, del entendimiento y de la
búsqueda de los consensos fundamentales que hagan posible que resplandezcan la
verdad, la justicia, la fraternidad y la paz.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernandez
efernandez@ifedec.com
@EFernandezVE
Miranda - Venezuela
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