En Estados Unidos se prendió un ventilador que amenaza
con salpicar a muchos. Si algo tiene la justicia gringa, es que esos señores
son serios en sus investigaciones y condenan a quienes tienen que condenar, sin
guachafita ni sobornos. No importa el tiempo que les tome averiguar y
desentrañar la patraña. Cuando emiten las órdenes de captura, van tras ellos
sin piedad…y sin importar si son los sobrinos amados de alguna pareja
presidencial o los amigos del alma de intergalácticos difuntos.
Cuando me enteré que Alejandro Andrade había sido
detenido el 16 de noviembre, debo confesarles que la noticia me alegró. Como
periodista, fueron muchas las oportunidades en las que dediqué mis artículos o
los programas de radio, para recordar los casos de corrupción y nombres de
próceres de esta revolución que, de la noche a la mañana, pasaron a tener
enormes fortunas en tierras foráneas. Andrade era uno de los que estaba en mi
lista de corruptos. Lo traía como recuerdo a nuestra corta memoria con alguna
frecuencia porque, no era normal que un militar de mediano rango, hubiese
llegado a tener tanto. Una fortuna solo comparable con la Bill Gates, con quien
compartía vecindario: haras, caballos pura sangre, mansiones en las mejores
localidades de Florida, colecciones de relojes y carros lujosos. Bienes que
sumados reconstruirían muchos hospitales y escuelas de varios estados de
Venezuela que hoy están en ruinas.
Andrade es tan sólo uno de los muchos apellidos que,
gracias al Chavismo/Madurismo, ahora son sinónimo de fortuna, boato y derroche.
La ambición de los personeros de este régimen –y de mucho nuevo rico que se
pasea por la vida luciendo una bonanza escandalosa y dudosa- ha sido
proporcional a los millones de dólares que le desfalcaron a la nación. Pero “El
Tuerto Andrade”, buscando suavizar su condena, bajó la palanca del WC y
arrastra con él a quien sea, con tal de reducir los años que le esperan en
prisión.
Así, es como salta al estrado de los acusados Raúl
Gorrín, otros de los que, durante años, no escatimó en sacar la chequera,
gorda, jugosa y abultada de dólares. Unos dólares abonados en su cuenta sin
mucha justificación. Una empresa de seguros, un banco y una televisora son
apenas unas chucherías que no le hicieron mella a su fortuna. Nunca antes, como
con este régimen, para el abogado Gorrín el ejercicio del Derecho había sido
tan rentable. Pero, tanta riqueza de la noche a la mañana, siempre levanta
sospechas. Que lo diga Claudia Díaz, a quien la gran vida en la península
ibérica pareciera que está llegando a su fin. La enfermera del difunto
intergaláctico no tiene como justificar su deslumbrante patrimonio; mucho
menos, tanta vida de esplendor. Niega que sus ahorros provengan del blanqueo o
el enriquecimiento ilícito. Pero, el tic tac del reloj anuncia que se le acaban
los días de buen vino y embutidos, de caminatas por la Gran Vía, el Paseo de La
Castellana o Salamanca. Si la justicia española accede a extraditarla y, aquí,
la justicia actúa apegada a la ley, solo espero que su sentencia sirva para
resarcir cada una de las vidas que se perdieron por falta de insumos médicos en
un hospital, cada niñito que murió de hambre, cada anciano cuya pensión lo puso
en el dilema de elegir entre comida o medicina; mientras ella, Claudia Díaz y
su maridito el militar, gozaban en España, con los dineros públicos que
hubieran podido sacar de la miseria o ahorrarle la muerte a muchísimos
venezolanos.
La rapacidad ha sido el sello de este régimen y la
responsable directa de la ruina en la que está hundida Venezuela. La corrupción
en estos 20 años no tiene precedente, y transforma a los corruptos de la Cuarta
República en unos rateritos en formación, comparados con estos “pesos pesados”
que arrasaron con las arcas de la nación.
Escuchar que Andrade está tras las rejas, que Gorrín
tiene orden de captura y que la libertad de Claudia Díaz está condicionada a un
régimen de presentación semanal, me hace tener esperanzas. La justicia tarda;
pero, llega. Que mientras los norteamericanos y los españoles halan los hilos
de este ovillo llamado corrupción venezolana, van apareciendo más nombres de
“notables revolucionarios” que sin justificación alguna se enriquecieron bajo
el amparo de este “comunismo” que les otorgó una parcelita de poder.
Una vez más, esta revolución del Siglo XXI se apunta
un hecho inédito. Chávez sí dejó un gran legado: la trama de corrupción más
grande de nuestra historia. Y en la medida que los gringos la desenmarañan van
apareciendo los miembros de esta gran banda de delincuentes, un tinglado de
guiseros y testaferros que, por 20 años han mantenido secuestrada a Venezuela.
José Domingo Blanco
@mingo_1
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