miércoles, 26 de diciembre de 2018

PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ, VENEZUELA: LA TRANSICIÓN AL CAPITALISMO


Durante el siglo XIX y principios del siglo XX Venezuela estuvo a punto de desaparecer como república y como Estado- Nación. Las guerras civiles, las enfermedades endémicas, la deuda pública y los desmanes de caudillos militares la pusieron muy cerca de ese límite indeseable. Hoy, más de un siglo después, el país se encuentra en una situación similar. Su sistema político y económico no encarna ni practica ningún principio republicano. Cada vez el Estado concentra de manera discrecional más poder y cada vez dispensa menos seguridad y justicia. La vida, la libertad y la propiedad, garantías fundamentales en todo orden civilizado y que deben ser preservadas bajo el imperio de la Ley, están cotidianamente vulneradas por aquellos que ejercen el poder político en nuestro nombre.

Nuestra historia reciente nos arroja una información valiosa. La reconstitución de Venezuela como república viable se produce luego de la primera década del siglo XX como consecuencia de los efectos positivos que generaron, no sólo importantes cambios económicos, sino también cambios en sus arreglos institucionales, los cuales gravitaron en torno a cuatro instituciones fundamentales, a saber: La Hacienda Pública Nacional, el Sistema Monetario Nacional, la Industria Petrolera Nacional y las Fuerzas Armadas Nacionales. Tal cosa permitió que se constituyera un orden económico con características ciertamente mercantilistas, pero suficientemente capitalista, que funcionó evolutivamente bastante bien desde 1920 hasta 1977 aproximadamente. Es el tiempo durante el cual, por ejemplo, muchos venezolanos y sus familias pasaron de la vida depauperada en un conuco localizado en algún paraje rural, a vivir luego como citadinos en un bloque del Banco Orero y de allí a un apartamento de propiedad horizontal. Este proceso de ocupación económica del espacio nacional permitió un sustancial mejoramiento de las condiciones de vida de la población con un crecimiento sostenido de la participación por habitante en PIB que duró casi 60 años.

Como consecuencia directa de la estatización de la actividad petrolera ocurrida a mediados de los años setenta del siglo pasado ( inicio de las tendencias socialistas en la sociedad venezolana), se produce un cambio sustancial en los arreglos institucionales del país, lo que ocasiona en adelante un fenómeno económico inverso al ocurrido en las décadas precedentes. Aparece así lo que se llama el Petro-Estado. De una tendencia al crecimiento continuo de una economía de rendimientos crecientes con algunos baches de caída, se pasó a una tendencia continua de rendimientos económicos decrecientes con ciertos períodos de recuperación. De esta forma transcurrieron más de 20 años de decadencia económica y política bajo los gobiernos estatistas y con inclinaciones socialistas de AD y COPEI que hicieron retroceder ese orden capitalista venezolano inicial a un peligroso punto de debilitamiento. En las postrimerías de la centuria llegó al gobierno un demagogo poderoso y la revolución bolivariana, virulentamente mucho más socialista que sus predecesores, se lanzó sobre la yugular de la industria de los hidrocarburos, de la hacienda pública, del sistema monetario y del estamento militar para consumar su actual y pernicioso control hegemónico.

Para rescatar a Venezuela hay que articular una oferta alternativa creíble y viable, la cual no es otra que ofertar el desarrollo, en lo político e institucional, de un sistema verdaderamente republicano con separación efectiva de los poderes públicos, y en lo económico, la aplicación de un modelo que fomente el libre mercado , la propiedad privada y el respeto a los contratos voluntarios entre las personas como los más formidables instrumentos que ha creado la civilización para alcanzar la prosperidad material mediante la generación masiva de empleos productivos, bienes y servicios. En otras palabras, crear las condiciones necesarias y suficientes para que se produzca una transición de una economía socialista a una economía que sea básicamente capitalista, tal y como lo sugiere en un reciente artículo el filósofo de las ideas y economista venezolano Guillermo Rodríguez.

La dirigencia opositora tradicional, luego de 20 años de fracasos como alternativa de reemplazo al régimen chavista- madurista , insiste en continuar accionando de la misma forma y alrededor de temas vinculados a la esfera de lo político que poco o nada le interesan al grueso de la gente, al tiempo que sigue proponiendo un catálogo de medidas que lucen poco articuladas, cuyo peor defecto consiste en carecer de una visión conceptual y de conjunto que apunte en la correcta dirección a la que se debe apuntar para producir los cambios que puedan tener un real y positivo efecto sobre la vida de las personas .La recuperación material, moral e institucional del país, la cual no es otra cosa que detener el masivo empobrecimiento de la población que ha ocasionado el socialismo del siglo XXI, sólo se puede lograr mediante un deliberado proceso que eché las bases para una transición de Venezuela hacia el capitalismo creando los consensos políticos y los incentivos económicos que sean necesarios para tal propósito. No se trata de una aspiración ilusa. Basta con asomarse a las experiencias desarrolladas en las naciones que conocieron el socialismo del siglo XX o que padecieron los terribles efectos de políticas de índole similar y que hoy, luego de reformas de mercado, abrazan en menor y mayor medida el modelo de economía libre y de empresa privada con resultados exitosos. Ahí están los ejemplos de Vietnam, China, Polonia, La República Checa, Nueva Zelanda, Chile, Perú entre otras.

En esta hora el país atraviesa por una severa crisis de orden sistémico. Cada día es mayor la convicción del peligroso rumbo que han venido tomando las cosas. En toda la nación la inseguridad nos asecha, los empleos productivos desaparecen, las zonas industriales son pueblos fantasmas, la carencia de agua potable nos quita calidad vida, los apagones hostigan a la ciudadanía, el acceso a una salud y a una educación de calidad son mera ficción, la hiperinflación limpia nuestros bolsillos, el bolívar ya no es dinero, nuestros jóvenes emigran y la escasez se enseñorea. En general, una sensación de incertidumbre y desesperanza se apodera de la gente. Este sombrío balance se produce luego de haber recibido entre 1999 y 2014 los cuantiosos recursos fiscales que dispensó un prolongado tiempo de altos precios internacionales en la cotización del barril de petróleo, el cual, como vemos, ha llegado a su fin. Tal circunstancia debería generar una seria reflexión acerca del origen y destino de una riqueza nuevamente malgastada, tal y como lo confirman los resultados obtenidos durante períodos semejantes de bonanza petrolera ocurridos previamente entre 1973 y 1982.

Rescatar la república y generar las condiciones que hagan posible el tránsito de las actuales formas de relaciones económicas socialistas a un capitalismo nacional abierto al mundo, constituyen el factor de cohesión que necesita una sociedad como la nuestra sometida a la erosiva acción de la fractura y el desarraigo. A mi juicio los venezolanos de este tiempo debemos consumir nuestros esfuerzos en la producción de las mejores ideas que hagan posible este propósito. Ciertamente el destino de nuestra sociedad se ve ahora poco auspicioso. No pareciera verse nada en el horizonte, ningún sector político luce confiable ni transmite emoción alguna. Sin embargo no hay otra opción, tenemos la oportunidad de cambiar nuestro futuro de forma pacífica y democrática. Sólo basta tener el coraje cívico para intentarlo. Vida, libertad, propiedad, prosperidad material, seguridad y justicia, son valores civilizatorios que tienen en Venezuela millones de causahabientes.
Pedro Elías Hernández

Pedro Elías Hernández
@pedroeliashb

No hay comentarios:

Publicar un comentario