lunes, 7 de enero de 2019

ELINOR MONTES, ES HORA


Como todo, los socialismos totalitarios también evolucionan, adaptan a los nuevos tiempos las tácticas para quebrar la voluntad y el espíritu del enemigo -quien aspire ser libre-, los surgidos en el Siglo XXI adoptan una apariencia de democracia, no necesitan crear guetos amurallados custodiados por guardias, basta dejar a la oposición algunas alcaldías y gobernaciones que, vaciadas de presupuesto y competencias, son incapaces de mantener la calidad de vida y brindar seguridad a sus habitantes quienes son controlados mediante el Estado policial conformado por los servicios de inteligencia y los cuerpos armados oficiales y paramilitares del régimen, que incluyen la delincuencia común; apoyados por los fiscales, los defensores públicos y los tribunales. Tampoco necesitan bombardear las ciudades para destruirlas junto con su población, basta con crear una hecatombe económica mediante el control total de la economía, -divisa, importación, exportación, producción, precios, otros-; expropiar-expoliar bienes de la población; desmantelar el servicio de salud pública y ahogar el de salud privada; arruinar las vías de comunicación y la infraestructura de servicios básicos por falta de mantenimiento o mantenimiento con materiales de la peor calidad, otros; para sumir a la población en la incertidumbre, el abatimiento y la desesperanza, por la carencia de seguridad, recursos económicos, alimentos, medicinas, agua, electricidad, transporte público y privado, empleos no relacionados con el régimen, otros.

La guerra convencional es sustituida por una que, no por ser no convencional, es menos cruenta que aquélla, los relatos de las innumerables personas encarceladas, torturadas, perseguidas, discriminadas, arruinadas o sus familiares asesinados por el régimen o fallecido por inanición, o por ausencia de medicinas o falta de atención médica adecuada no son menos aterradoras que los ocurridos durante la II Guerra Mundial, solo que, no se conocen en su dimensión real por haber sido la libertad de expresión aplastada por el miedo, la desaparición de medios de comunicación independientes y la propaganda del régimen que crea una realidad virtual, donde el odio y la mentira dan paso al pensamiento único. En la medida en que se incrementa el espionaje-delación-represión y se profundiza la miseria moral y material se intensifica el éxodo.

La legitimidad del régimen se sustenta en las sistemáticas elecciones no democráticas, la arbitrariedad y el poder represivo del Estado-partido que lo ejerce con extrema crueldad para anular cualquier disidencia o intento de restituir la democracia. En caso de que algún Órgano del Poder Público estuviere en manos de la oposición, sería un Poder sin poder, sin capacidad de que sus actos sean acatados y ejecutados por las instituciones del Estado-partido, construido con el adoctrinamiento y la corrupción que aseguran la lealtad de sus integrantes, que sólo atienden a la nomenclatura totalitaria que sin límites ni moral exhibe su poder de fuego, en especial cuando se siente amenazado. A lo anterior se adiciona el narcotráfico y las relaciones con grupos terroristas.

En un contexto como el descrito pretender el restablecimiento de la democracia por medios democráticos, exhortaciones al régimen a respetar el Estado de Derecho, o la aplicación de sanciones que contribuyan a depauperar más la población que no se libera, no porque no quiere sino porque no puede, es una utopía. Es hora de que los criterios y mecanismos para garantizar el respeto de la dignidad de la persona humana también evolucionen y que la comunidad internacional democrática, para detener la expansión totalitaria del Siglo XXI que amenaza la democracia en el mundo entero, en vez de pretender que la población sojuzgada se inmole inútilmente, enfrenten el poder totalitario con un poder capaz de derrotarlo. 

Elinor Montes
@Elinormontes

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