viernes, 5 de febrero de 2016

ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN, POR UNA EDUCACIÓN INCLUSIVA

En general, la exclusión escolar reproduce la  exclusión social. Son precisamente los alumnos que más necesitan de la escuela los que no ingresan en ella, o los que la abandonan antes de tiempo, sin haber adquirido las competencias mínimas esenciales para un desarrollo autónomo. Las escuelas de los pobres suelen ser unas pobres escuelas que contribuyen a reproducir la pobreza. Si a todos nos parecería inconcebible que los hospitales y clínicas enviaran a sus casas a los enfermos más graves o que requieren atención y cuidados especiales, todos aceptamos sin problemas que los centros educativos dejen en el camino  a los alumnos más necesitados y problemáticos  y se queden sólo con los mejores. 

¿Cómo leer el fracaso desde el sistema educativo  y desde la sociedad y no desde los alumnos? ¿Cómo dejar de preguntarnos por qué fracasan  la mayoría de los alumnos más necesitados, y preguntarnos más bien por qué fracasa la educación  con ellos? Detrás de cada alumno que fracasa, se oculta el fracaso del sistema educativo, el fracaso del maestro o profesor, el fracaso de la familia, el fracaso de la sociedad. Posiblemente, un alumno fracasa porque no somos capaces de brindarle lo que necesita.

De ahí  la necesidad de practicar la discriminación positiva, es decir, privilegiar y atender mejor a los que tienen más carencias, para así compensar en lo posible las desigualdades y evitar agrandar las diferencias. No puede ser que abandonen la escuela o que ni siquiera ingresen en ella los que más la necesitan. En este sentido, Estado y Sociedad deben aunar esfuerzos  para que en los centros educativos que atienden a los alumnos más carentes y con serias deficiencias,  se les garantice una verdadera educación integral de calidad.

Asumir en serio la inclusión va a exigir no sólo dotar adecuadamente a las escuelas, sino sobre todo trabajar para lograr  los mejores maestros y profesores, con vocación de servicio,  orgullosos de su profesión, con expectativas positivas de sí mismos y de los alumnos,  motivados y que gozan enseñando,  en formación permanente, no para acumular títulos y engordar currículos, sino para desempeñar mejor su labor y servir con más eficacia a los alumnos, capaces de impulsar una pedagogía  que promueva la motivación, autoestima y deseos de aprender de sus alumnos.   En momentos en que en la mayoría de los barrios impera la cultura de la inseguridad y de la muerte, los centros educativos deben ser reductos de vida, bellos y atractivos en el aspecto físico y en el ambiente y clima social que se respira, en los que todos y cada uno de los alumnos se sientan tomados en cuenta, respetados y queridos

Pero quiero insistir en que el problema de la inclusión es mucho más complejo de lo que se nos quiere hacer creer. La  verdadera inclusión implica, en primer lugar,  no sólo incluir a los que no han tenido oportunidades, sino retenerlos  en el sistema educativo el mayor tiempo posible para que no lo abandonen. Esto va a suponer implementar una pedagogía del amor y la alegría, pedagogía activa, para que los educandos se sientan a gusto estudiando y palpen la utilidad de sus estudios.  En segundo lugar, la inclusión implica también proporcionarles a todos los educandos  las competencias esenciales para que se integren productivamente en la sociedad y puedan continuar aprendiendo por su cuenta,  pues si no, si  sólo tienen  títulos y no una buena formación, la sociedad va a excluirlos posteriormente. Puede resultar profundamente excluyente y a la larga muy frustrante, regalar títulos sin las exigencias académicas requeridas, títulos que no garantizan las competencias y  saberes necesarios. En tercer lugar,  la inclusión implica dotar a los educandos de una sólida formación ética para que se conviertan en incluidores de todos: tanto de lo  que piensan como ellos como de los que piensan diferente.  Sería de un cinismo muy cruel y totalmente opuesto al sentido de la verdadera inclusión, incluir para hacer sujetos excluidores, es decir, formarlos ideológicamente para que no acepten ideas  distintas y rechacen a los  que no piensan como ellos.  

Antonio Pérez Esclarín
pesclarin@gmail.com
@pesclarin      

Zulia - Venezuela

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