jueves, 10 de marzo de 2016

MAURO PARRA, APOCALIPSIS

En estos días de tribulaciones y desacatos continuados que vive nuestro país, buscando respuestas, he estado leyendo y releyendo el último texto  de la Santa Biblia. El Libro de las Revelaciones, de profecías o Apocalipsis. Escrito por  el apóstol Juan aproximadamente en el año 70 DC, simbólica y alegóricamente el documento revela los horribles acontecimientos que padecían los cristianos a raíz de las inclementes persecuciones  de la Roma imperial, tal como hoy vivimos toda clase de atropellos y opresiones sin misericordia alguna ante el planteamiento del régimen de  establecer a juro, inconstitucionalmente, un estado comunista en Venezuela.

Nicolaítas, basta ya de tanto mal, arrepiéntanse, expíen sus pecados y salven sus almas previo a  la derrota que las fuerzas del bien con nuestro esfuerzo, les infligirán muy pronto sin duda alguna y antes de que el empuje del movimiento reformador gane  sus espacios y adquiera vigencia irreversible.
Por razones de que el hombre en casi dos mil años no ha cambiado de parecer en cuanto e ejercer toda clase de fuerza para mantener el poder, hemos encontrado, salvando  algunas distancias  históricas, sin escudriñar ni especular mucho, similitudes asombrosas entre esa época romana y nuestros días en este país, descontando claramente que en la Roma de entonces no existía  el narcotráfico ni las alucinantes drogas accesibles y comunes hoy a todos los habitantes del planeta.
Como muestra, podemos interpretar a Juan cuando señala los cuatro caballos y sus jinetes que asuelan la Tierra. Aquí tenemos mucho más de  cuatro caballeros  que juegan el mismo papel, con la sutileza y aditamentos malignos que nuestro tiempo les proporciona.  Escatológicamente, estamos ante una violación resbaladiza de los principios fundamentales de la convivencia entre los seres humanos habitantes de este desafortunado país, que una vez fue Tierra de Gracia y  es ahora tierra desolada, desértica, enferma, sedienta, oscura y hambrienta. Un verdadero apocalipsis, catástrofe generalizada. Podemos asumir que cada  corcel en particular tiene muchos jinetes o un jinete poderoso y abusivo  que cambia de  caballo a discreción como ocurre en todas las tiranías. El  caballo bermejo, rojo rojito, símbolo del conflicto y la violencia es la monta preferida del icónico difunto, como también lo es la engañosa montura del corcel blanco.  En el negro cabalga el funcionario de turno que ha sido incapaz de resolver la crisis económica y  acotar la perversa inflación  desatada a todos los horizontes de la nación. Y por último les queda  disponible el amarillo que nadie quiere montar o lo hace alguien de incógnito por mandato o temor quizás a que se le pegue lo promovido: enfermedad y muerte. Nadie se ofrece a montarlo porque es el preferido de Hades  para conducir a los pecadores sin salvación a su oscuro y caluroso reducto.
Continué leyendo a Juan sobre  sus divinas visiones  y profecías y encuentro que «La Salida» está escrita ahí mismo. Una salida que envuelve la derrota de Satanás, sometido por ejércitos  celestiales,  no los cascos azules sino el noble pueblo de Venezuela que seguirá enseñando sus dientes en jornadas como la del 6D, cuando de nuevo venceremos, con renovados esfuerzos, en las próximas contiendas, ya sea revocatoria o de enmiendas a  la Ley fundamental. Romperemos la avaricia y el deseo de los grandes nicolaitas de  apoderarse de todo circulante de moneda fuerte, de preciadas posesiones de tierras e industrias. Sobre todo, recuperaremos la verdadera soberanía, -traicionada por el gobernante de turno- y la dignidad de la nación al fallar en ponerle  coto al narco lavado y el tráfico de estupefacientes. Ni Midas ni Creso disfrutaron de tan grandes fortunas como los escogidos por el mayor fanático de lo ajeno que país alguno haya soportado. Venezolano, si pierdes tu cultura pierdes tu alma,  evitemos traspasar a nuestros descendientes ningún llano o profundo sentido de pérdida  personal y echemos camino para allá, hacia adelante, el presente y el futuro, porque bien ha quedado demostrado que quienes «gobiernan las leyes no son gobernados por las leyes» y las ejercen a su gusto y servicio.
«Oh Cielo! Oh tierra! Oh mar! ¿Qué haremos con estos bellacos criminales?»
Montemos la olla.

Mauro Parra
jmpzc@yahoo.com
@parratiticastro

Miranda -Venezuela

1 comentario:

  1. Interesante análisis acerca de esta situación sin igual que tiene en ascuas a nuestros amados coterráneos y al mundo entero… «Oh Cielo! Oh tierra! Oh mar! ¿Qué haremos con estos bellacos criminales?»… A lo largo de la historia muchos nos hemos preguntado por qué Dios permite que dictadores hagan tanto mal a sus pueblos. Por otra parte podemos ver cómo terminan su vida en forma miserable, y como desaparecen sin dejar a su generación ni a las generaciones futuras, ni un recuerdo digno. A su debido tiempo, Dios se ha ocupado de ellos, y esto debiera hacernos reflexionar y tranquilizarnos cuando, al mirar a nuestro alrededor vemos que los malvados prosperan. ¡Maravilloso es poder esperar pacientemente que nuestro amado Dios actúe! Y no permitir que el éxito de los malvados en sus estratagemas nos irrite, ni nos preocupe. Dice el Salmo37 1 No te impacientes a causa de los malignos… 2 Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán… 5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará… 9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. 10 Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí…

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