En estos días de tribulaciones y desacatos continuados
que vive nuestro país, buscando respuestas, he estado leyendo y releyendo el
último texto de la Santa Biblia. El
Libro de las Revelaciones, de profecías o Apocalipsis. Escrito por el apóstol Juan aproximadamente en el año 70
DC, simbólica y alegóricamente el documento revela los horribles
acontecimientos que padecían los cristianos a raíz de las inclementes
persecuciones de la Roma imperial, tal
como hoy vivimos toda clase de atropellos y opresiones sin misericordia alguna
ante el planteamiento del régimen de
establecer a juro, inconstitucionalmente, un estado comunista en
Venezuela.
Nicolaítas, basta ya de tanto mal, arrepiéntanse, expíen
sus pecados y salven sus almas previo a
la derrota que las fuerzas del bien con nuestro esfuerzo, les infligirán
muy pronto sin duda alguna y antes de que el empuje del movimiento reformador
gane sus espacios y adquiera vigencia
irreversible.
Por razones de que el hombre en casi dos mil años no ha
cambiado de parecer en cuanto e ejercer toda clase de fuerza para mantener el
poder, hemos encontrado, salvando
algunas distancias históricas,
sin escudriñar ni especular mucho, similitudes asombrosas entre esa época
romana y nuestros días en este país, descontando claramente que en la Roma de
entonces no existía el narcotráfico ni
las alucinantes drogas accesibles y comunes hoy a todos los habitantes del
planeta.
Como muestra, podemos interpretar a Juan cuando señala
los cuatro caballos y sus jinetes que asuelan la Tierra. Aquí tenemos mucho más
de cuatro caballeros que juegan el mismo papel, con la sutileza y
aditamentos malignos que nuestro tiempo les proporciona. Escatológicamente, estamos ante una violación
resbaladiza de los principios fundamentales de la convivencia entre los seres
humanos habitantes de este desafortunado país, que una vez fue Tierra de Gracia
y es ahora tierra desolada, desértica,
enferma, sedienta, oscura y hambrienta. Un verdadero apocalipsis, catástrofe
generalizada. Podemos asumir que cada
corcel en particular tiene muchos jinetes o un jinete poderoso y
abusivo que cambia de caballo a discreción como ocurre en todas las
tiranías. El caballo bermejo, rojo
rojito, símbolo del conflicto y la violencia es la monta preferida del icónico
difunto, como también lo es la engañosa montura del corcel blanco. En el negro cabalga el funcionario de turno
que ha sido incapaz de resolver la crisis económica y acotar la perversa inflación desatada a todos los horizontes de la nación.
Y por último les queda disponible el
amarillo que nadie quiere montar o lo hace alguien de incógnito por mandato o
temor quizás a que se le pegue lo promovido: enfermedad y muerte. Nadie se
ofrece a montarlo porque es el preferido de Hades para conducir a los pecadores sin salvación a
su oscuro y caluroso reducto.
Continué leyendo a Juan sobre sus divinas visiones y profecías y encuentro que «La Salida» está
escrita ahí mismo. Una salida que envuelve la derrota de Satanás, sometido por
ejércitos celestiales, no los cascos azules sino el noble pueblo de
Venezuela que seguirá enseñando sus dientes en jornadas como la del 6D, cuando
de nuevo venceremos, con renovados esfuerzos, en las próximas contiendas, ya
sea revocatoria o de enmiendas a la Ley
fundamental. Romperemos la avaricia y el deseo de los grandes nicolaitas
de apoderarse de todo circulante de
moneda fuerte, de preciadas posesiones de tierras e industrias. Sobre todo,
recuperaremos la verdadera soberanía, -traicionada por el gobernante de turno-
y la dignidad de la nación al fallar en ponerle
coto al narco lavado y el tráfico de estupefacientes. Ni Midas ni Creso
disfrutaron de tan grandes fortunas como los escogidos por el mayor fanático de
lo ajeno que país alguno haya soportado. Venezolano, si pierdes tu cultura
pierdes tu alma, evitemos traspasar a
nuestros descendientes ningún llano o profundo sentido de pérdida personal y echemos camino para allá, hacia
adelante, el presente y el futuro, porque bien ha quedado demostrado que
quienes «gobiernan las leyes no son gobernados por las leyes» y las ejercen a
su gusto y servicio.
«Oh Cielo! Oh tierra! Oh mar! ¿Qué haremos con estos
bellacos criminales?»
Montemos la olla.
Mauro Parra
jmpzc@yahoo.com
@parratiticastro
Miranda -Venezuela
Interesante análisis acerca de esta situación sin igual que tiene en ascuas a nuestros amados coterráneos y al mundo entero… «Oh Cielo! Oh tierra! Oh mar! ¿Qué haremos con estos bellacos criminales?»… A lo largo de la historia muchos nos hemos preguntado por qué Dios permite que dictadores hagan tanto mal a sus pueblos. Por otra parte podemos ver cómo terminan su vida en forma miserable, y como desaparecen sin dejar a su generación ni a las generaciones futuras, ni un recuerdo digno. A su debido tiempo, Dios se ha ocupado de ellos, y esto debiera hacernos reflexionar y tranquilizarnos cuando, al mirar a nuestro alrededor vemos que los malvados prosperan. ¡Maravilloso es poder esperar pacientemente que nuestro amado Dios actúe! Y no permitir que el éxito de los malvados en sus estratagemas nos irrite, ni nos preocupe. Dice el Salmo37 1 No te impacientes a causa de los malignos… 2 Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán… 5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará… 9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. 10 Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí…
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