Los incompetentes no sólo
llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas sino que su
incompetencia les impide darse cuenta de ello. Efecto Dunning-Krugger.
El presente obscuro y borrascoso del país nos debe convocar al rescate
de la dignidad, la decencia y la vergüenza perdida. Son demasiados los hechos
que nos abruman de pena, dolor y rabia ante la desfachatez y la impudicia con
que se cometen. Desde el gobierno se ha hecho cotidiano el deshonor y se
pavonea la impunidad. Se observa a la distancia, aunque sea temporal, los
síntomas de esa descomposición; un país lleno de contradicciones entre un
sector de la población que va rumiando su desgracia y una aparente
desesperanza; un pueblo que aparece abandonado a su suerte, en una situación
de sálvese quien pueda, y otro sector
minoritario, opulento, donde el boato sin recato es la mayor demostración de
una riqueza mal habida y súbita que se disfruta con avidez y gozo.
Son los nuevos ricos de alpargata y liquiliqui para la prensa criolla, y
yates, aviones y mansiones de lujo, dignos del jet set internacional, que
aparecen en los medios faranduleros de otras latitudes. Una doble moral para
conducir el país. Un tartufismo político que incomoda por la degradación con
que se actúa y que nos hace sentir en carne propia la humillación de sus
desvaríos.
Para el venezolano común, viajar
por razones de salud, familiar, éxodo obligado por persecución política o ante
un futuro incierto por el desbarajuste económico de la nación, se ha tornado en
un acto de sacrificio heroico para tener que toparse con la vergüenza de la
mirada escrutadora de funcionarios de inmigración o la actitud piadosa de
quienes conocen nuestra dramática realidad.
En Venezuela se libra una lucha entre los que consideran que la política
es el arte de conseguir que los intereses egoístas parezcan intereses
nacionales y los ciudadanos honrados y decentes que verdaderamente queremos una
libertad plena, sin condiciones. Una libertad donde la justicia sea ciertamente
justa y devolver a la democracia sus valores fundamentales: el respeto y la
tolerancia.
Una democracia donde, como afirma Javier Bierdau, “la autonomía de
la forma y de la norma jurídica debe garantizar que el derecho no se reduce a la
arbitrariedad perennizada de la fuerza de la razón de Estado.”
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
Zulia - Venezuela
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