Hace 133 años, se
inició la historia bancaria moderna en Venezuela. Eso sucedió en 1883 cuando se
funda el Banco de Maracaibo conjuntamente con el Banco Comercial, que luego se
convirtió, 7 años después, en el Banco Venezuela. En 1890, se fundan el Banco
Caracas, el Banco Venezolano de Crédito y el Banco Mercantil y Agrícola.
Todos eran bancos
privados, que emitían sus propias monedas y billetes, enteramente respaldadas
en forma real con oro y plata como garantía de sus respectivas emisiones de
monedas. Eran los momentos felices cuando el honor y la honestidad en Venezuela
sí eran la divisa. Entonces, el Gobierno de turno no intervenía en la creación
del dinero y no tenía al alcance de su mano ni de sus caprichos, la
"maquinita" mágica para imprimir billetes con la consecuente
devaluación.
En 1939, el Congreso
Nacional aprobó la creación del Banco Central de Venezuela (BCV) como Compañía
Anónima. Y nació teniendo al Sector
Privado y al Estado como dueños en partes iguales. Es decir, cada uno era propietario del 50% de las acciones. Un año después,
exactamente el 10 de diciembre de 1940,
el BCV emite sus primeros billetes con la denominación de Bs. 500,oo. Acto
seguido pasa a ser el ente emisor y asume el control y la emisión monetaria, y
le ordena a la banca privada no imprimir más billetes o monedas. También le
exige la entrega de sus reservas privadas de oro. Y los bancos, a cambio,
reciben billetes del BCV por el monto
correspondiente. "Cachicamo trabajando para lapa". Todos los bancos
privados cumplieron con la exigencia, menos el Banco Venezolano de Crédito, que
decidió entablar un pleito judicial, oponiéndose a entregar sus reservas en
oro. El BCV también dispuso que del dinero circulante, sólo estaría respaldado
el 50% con el patrón oro. En otras palabras, se da así la primera gran
devaluación del Bolívar.
La proporción
accionaria compartida se mantiene hasta el año 1974 cuando, en la primera gran
euforia histórica petrolera y entre discursos grandilocuentes de La Gran Venezuela, el Gobierno estatiza
totalmente al Banco Central y pasa a ser
su único propietario.
A partir de ese
momento, comienza el derrumbe del valor del signo monetario venezolano, y al
Gobierno de turno se le permite tener injerencia en la institución. En 1974, la
paridad del Bolívar por dólar era de Bs. 4,30; en febrero del 2016, en el
mercado paralelo, la paridad es de Bs. 1.016.000 por dólar. Dicho de otra
manera, del Bolívar considerado una de las monedas más estables y fuerte del
mundo, en poco más de cuatro décadas se pasa a la disponibilidad de sólo un
símbolo redondo que exhibe el rostro del Padre de la Patria, mientras que su
nombre plena discursos al por mayor, en el medio de alabanzas a la supuesta Soberanía
alcanzada por los "nuevos libertadores", responsables históricos de
concluir su gesta independendista.
Por supuesto, todo
eso sucede mientras más de treinta millones de ciudadanos viven la inobjetable
e incuestionable verdad. Y es que el Bolívar es sólo un símbolo acusador de lo
que sucede cuando se combinan desajustes monetarios, fiscales, cambiarios y corruptelas,
entre controles usados como “garrotes” políticos para, supuestamente, favorecer
al pueblo. La fórmula perfecta para empobrecer a la gente, crear una vía rápida
hacia la corrupción desmedida y destruir la economía de cualquier país.
Porque es así como se
ha conducido la economía en los últimos años, es por lo que todo ha terminado
siendo lo que es hoy: un cáncer metastásico económico en Venezuela. En 1999, la
paridad era la de que un dólar valía Bs.
573,oo. En el 2016, un dólar en el
mercado paralelo vale más de un millón de bolívares, no olvidando, desde luego,
que al valor del Bolívar le eliminaron 3 ceros en el 2008, cuando la Revolución
parió su Bolívar Fuerte.
Para tener una idea
del daño causado por esta terrible devaluación convertida en eterna política de
Estado, un elemento referencial indica que hace apenas 10 años, cualquier
ciudadano podía comprar un apartamento tipo clase media, con apenas un millón
doscientos mil bolívares. Con esa misma cantidad, hoy, restándole los 3 ceros que
le fueron eliminados para disfrazar el daño causado a los venezolanos,
solamente se puede comprar un kilogramo
de cebollas.
¿ Cuál es realmente
la magnitud del daño que a los venezolanos se les ha causado en apenas cuarenta
años, y en el medio de alzas y descensos en los precios petroleros y lo
suficientemente abundantes como para que hoy Venezuela fuera realmente un
paraíso?. ¿Existe en el mundo otro país con ese registro de destrucción y a
cargo de sus propios gobernantes?.
En fecha reciente, el
actual Presidente de la República anunció un aumento salarial que, en conjunto,
llega a los Bs. 24.853,oo mensuales. Es un monto que, convertido a la paridad
con el llamado dólar paralelo, representa un ingreso de sólo $24 mensual, es
decir, $ 0,80 diarios. Es decir, ese ingreso sitúa internacionalmente al
trabajador venezolano en una categoría de víctima de pobreza extrema. Por otra
parte, si el aumento anual del salario fue del 70% en el 2015 y la inflación,
según el BCV, fue de 180.9%, aunque las amas de casa estiman una inflación
subyacente que supera fácilmente 250%, ¿ cómo vive un trabajador que gana $
0,80 diarios y que ahora, por la insaciable voracidad del fisco nacional, en
razón de dicho monto, además, se les incluye entre los ciudadanos obligados a
declarar y pagar Impuesto Sobre la Renta?.
El Banco Central de
Venezuela tiene que ser autónomo y actuar con base en el comportamiento de las
variables macroeconómicas y microeconómicas del país; nunca del capricho
administrativo y populista del Gobierno de turno; tampoco de lo que
disponga un partido político, o un
autócrata mesiánico. Junto con dicho
cambio legal, la primera medida que tiene que ponerse en marcha es la
eliminación del control cambiario e ir a una progresiva liberación cambiaria.
Este errado control es el factor principal del colapso de la economía
Venezolana, además de la emisión de dinero inorgánico para financiar el festín
burocrático de los últimos años. Los venezolanos no merecen ser víctimas de la
inflación más elevada del Planeta; tampoco que sean, quizás, los únicos en
estar obligados a subsistir en el medio del vendaval de la última
hiperinflación Latinoamericana.
Esa hiperinflación,
sin duda alguna, es el verdadero legado de quienes aún se empeñan en mantener
vivo, en el medio de hambre, miseria y destrucción moral, eso que pedante y
arrogantemente mercadearon alguna vez como Socialismo del Siglo XXI.
Realmente, esa
aventura política llamada revolución siempre fue el zika con el que anduvo el
signo monetario venezolano durante los últimos años. Lo destruyó. Y lo que
esperan millones de ciudadanos, es que luego no se les diga que la Democracia
hoy está embarazada de esperanzas, y con la posibilidad de que el feto esté afectado por una eventual
microcefalia. Ese añadido maligno en la existencia de cualquier criatura, por
supuesto, sería la ausencia de suficiente voluntad para cambiar las causas
estructurales que trajeron los vientos del populismo a la realidad de hoy.
Cambiar,
definitivamente, no es sólo alimentar gatopardismos en el medio de
expectativas, y valerse de un aprovechamiento cuasi criminal de las esperanzas.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
ebritoe@gmail.com
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