viernes, 30 de noviembre de 2018

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, UNIDADES IMPOSIBLES


Todos conocemos la afirmación de Simone de Beauvoir, quien aseguraba que el poder de los represores no sería tal si no contara con la colaboración de los reprimidos. En dicho sentido, el caso venezolano es paradigmático. En cada circunstancia crítica, saltaron Acción Democrática y Primero Justicia a avalar la tiranía. Dándole luz verde a la brutal represión dictatorial que se ha saldado con centenas de mártires. 

La historia abunda en unidades imposibles. La celebérrima, por ser relativamente reciente y estar en la memoria de todos quienes se interesan por la historia de la Libertad, fue la de Churchill y Chamberlain: el ex canciller quería la paz a cualquier precio y trató de conseguirla mediante una paz imposible con su principal enemigo, Adolf Hitler. Su sucesor sabía que esa era no sólo una utópica, sino una estúpida aspiración: con el enemigo mortal no se negocia. Nadie con dos dedos frente se abraza al náufrago. Lo enfrenta, lo derrota y lo aniquila. 

Pero hubo antes y después de esa, otras unidades imposibles. Coinciden en un punto crucial: una de las partes tiene siempre la razón. Poco importa que sea la que, finalmente, termina oponiéndose a la otra unidad: la razonable, la conveniente, la necesaria: unirse para enfrentar al enemigo. En donde el término enfrentar se refiere a la esencia del problema: unirse para, uniendo fuerzas y no debilidades, desalojar al enemigo, combatirlo, derrotarlo e imponer la razón de la porfía. 

Yo he vivido unidades imposibles, porque encubrían mascaradas, triquiñuelas para imponer la voluntad y la perfidia del enemigo, mecanismos por medio de los cuales una de las partes de la ecuación, secreta y solapadamente, incluso a veces de buena fe, confabulada con el enemigo, perseguía castrar y reducir a la impotencia a la parte renuente a montar esa cópula de dos espaldas enemigas.  Si hablamos de unidades inútiles, valga mencionar todas aquellas en las cuales las fuerzas verdaderamente dispuestas a dar sus vidas por derrotar al enemigo común, y las dieron, vale decir: el chavismo, primero, y el madurismo después, el castro comunismo siempre,  se vieron compelidas por el chantaje del buenismo unitario a ir en comparsa con quienes jamás tuvieron ni la decisión ni la voluntad, mucho menos el coraje, de enfrentarse a la tiranía. 

Dos de esas formas unitarias nacieron bajo los mejores augurios, con el respaldo universal de quienes se decían opositores: la Coordinadora Democrática y la Mesa de Unidad Democrática. A poco andar mostraron su fractura ontológica: se trataba de fuerzas esencialmente encontradas, los demócratas y los colaboracionistas. Salvo en un par de felices circunstancias, los resultados fueron infelices. Y cuando fueron felices, el sector colaboracionista terminó imponiéndose para castrarlas, como las parlamentarias del 2015 y el plebiscito del 2016. Fue la causa del fin de ambos intentos. 

Esa fractura ontológica entre combatientes y colaboracionistas transcurre transversalmente y afecta a casi todos los partidos. En todos ellos hay sectores de rechazo visceral al régimen. En todos ellos termina imponiéndose el ala dominante, dispuesto a la colaboración. A mi buen saber existen tres excepciones: VENTE VENEZUELA, CAUSA R y ABP.

Y una auténtica plataforma unitaria, SOY VENEZUELA. De los partidos restantes – de AD y sus satélites, definitivamente alineados con el régimen, a Primero Justicia y Voluntad Popular, que muestran todas las facetas posible de rechazo y aceptación a la tiranía, siempre vacilantes y ambiguos, por ahora enconchados en el llamado FRENTE AMPLIO – a la hora de la verdad prima la unidad del chantaje y la manipulación. Castración y mutilación auto impuesta. 

Todos conocemos la afirmación de Simone de Beauvoir, quien aseguraba que el poder de los represores no sería tal si no contara con la colaboración de los reprimidos. En dicho sentido, el caso venezolano es paradigmático. En cada circunstancia crítica, saltaron Acción Democrática y Primero Justicia a avalar la tiranía. Dándole luz verde a la brutal represión dictatorial que se ha saldado con centenas de mártires. 

Al aproximarse la fecha final de la tiranía ya corren los quinta columnistas a reclamar unidad. Habrá una parodia de ella con los colaboracionistas de siempre. Con el previsible, temido e inevitable resultado: la parálisis de la voluntad popular por desalojar la tiranía y la castración, una vez más, de la voluntad emancipadora del pueblo 

No hablo en vano: le reafirmo mi respaldo a las únicas fuerzas confiables de esta interminable lucha: VENTE, ABP, CAUSA R y SOY VENEZUELA. La unidad de ellos, entre ellos, sirviendo de fuente y base operativa para cooptar fuerzas de todos los partidos y movimientos marcará  un quiebre en la disgregación y la anarquía. Y apuesto a que esa unidad fragüe la existencia del partido del futuro que necesitamos con urgencia.  ¿Será posible? Dios lo quiera.

Antonio Sánchez García
@sangarccs

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