domingo, 9 de diciembre de 2018

RAQUEL GAMUS, LAS VILLAS Y CASTILLA DE AMLO

Gran expectativa mundial se ha generado sobre el nuevo gobierno de México que conducirá el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Como es de esperarse esa expectativa ha sido mayor en América Latina al tratarse de uno de los gigantes del continente y mucho mayor aún en Venezuela cuyo destino se supone íntimamente ligado a los movimientos del tablero internacional y especialmente regional.

AMLO se enfrenta a grandes retos que ha prometido resolver, como sacar de la pobreza extrema a millones de mexicanos y limitar la desoladora desigualdad del país, sanar la sociedad del flagelo de la corrupción y enfrentar la violencia de enormes proporciones que azota a México: Todo lo cual explica que las esperanzas de los electores se hayan volcado hacia una opción prometedora aún no experimentada, que no había logrado calar en las oportunidades anteriores en las cuales fue candidato. La ruptura de los 70 años de la llamada dictadura del PRI, había favorecido a un partido de derecha como el PAN que también les falló.

Esa desesperada búsqueda de la esperanza sobre la decepción es la que en Venezuela nos llevó a la era desafortunada era de Chávez y en otros países de del América Latina al acceso de otros gobiernos populistas y recientemente a la inaudita elección ultraderechista de Bolsonaro en Brasil como respuesta a la decepción hacia el PT.

Desde su elección hasta su toma de posesión López Obrador se movió entre las ofertas efectistas y cándidas como la decisión de renunciar a la protección de la guardia presidencial que complica hasta los actos más sencillos de su agenda, el fin de la pensión para los expresidentes, el adiós al avión presidencial, la renuncia a la residencia de Los Pinos, hasta otras muy complicadas como la de recuperar el petróleo tal como hizo el general Cárdenas, promesa que más allá de la retórica no se sabe cómo logrará.

También tomó decisiones como el sometimiento a consultas populares informales, con participaciones minúsculas, que liquidó un proyecto de 13.000 millones de dólares como el nuevo aeropuerto internacional o la ampliación de derechos en pensiones y sanidad. Se han creado inquietud en sectores económicos e intelectuales por estas nuevas formas de ejercer el poder y sus riesgos. Pero son mecanismos demagógicos que lo han ayudado a crecer desde el 44% de los votos obtenidos por su partido en la contienda electoral a un 63% de aprobación en su desempeño como presidente electo para el momento de su investidura.

Raquel Gamus
@gamusraquel

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