sábado, 4 de mayo de 2019

MARIO MÚNERA MUÑOZ: LA INTUICIÓN

El ser humano contiene todo lo que está arriba en los cielos  y abajo sobre la tierra, tanto las criaturas terrestres como las celestes. Por esa razón E.G.A.D.U. (Dios) eligió al ser humano como su divina manifestación.

Ningún mundo podía existir antes que Adán (humano primigenio - conciencia abierta) cobrara vida, pues la figura humana contiene todas las cosas, y todo lo que es existe en virtud de él. Según la Cábala, E.G.A.D.U. creó primero a un ser perfecto llamado "Adam Cadmon", es un reflejo de la unidad que se vuelve manifiesto al extenderse la existencia desde la divinidad hasta la materialidad, antes de volver a fundirse de nuevo en el fin de los tiempos.

Concebido con forma humana, contiene todo aquello que es necesario para completar la tarea de la semejanza divina: es a la vez espejo y observador, y dentro de su ser posee "voluntad, intelecto, emoción y capacidad de acción". Pero ante todo es consciente de lo "divino", aunque en el momento de su inspiración solo tiene un conocimiento "inocente" de ello, lo mismo que un pez es inconsciente del mar en el que existe. Solo en el transcurso de su existencia logra por experiencia conocer los aspectos de la divinidad.

Con la intrusión de "la tentación" en su mundo idílico se dio la ruptura deliberada de la única regla que se le había impuesto. Con ello llegó el conocimiento del mundo de la creación y la posibilidad de comer del árbol de la vida y así fue arrojado al mundo inferior de la materialidad y recibió "la túnica de piel o sea su cuerpo carnal". Se somete al mayor número de leyes para resguardar al Universo de las consecuencias de su "libre albedrío" y de esta manera el ser humano experimenta todos los niveles de la existencia: tanto hacia arriba como hacia abajo en su intento de recuperar su estado primigenio: *el ser humano intuicional*, pues no tenía desarrollado el órgano de la razón, que es propio de este plano. Solo intuía, y este estado lo hacía estar en contacto directo con E.G.A.D.U. Decíamos que el "ser humano primigenio" está dotado de voluntad, intelecto, emoción y capacidad de acción. La razón es una facultad intrincadamente humana, es justamente el modo humano de la inteligencia, la inteligencia discursiva, el ámbito de la mente. El intelecto puro que conlleva la llamada "intuición intelectual o inspiración", es en cambio un órgano, por así llamarlo, de un nivel suprahumano, puesto que es una participación directa de la inteligencia  universal. Este órgano suprahumano posibilita el conocimiento directo o visión inmediata de la realidad absoluta, con él se llega al conocimiento "puro o trascendente".

Simbólicamente, las facultades "razón e intelecto" se les ha asimilado al cerebro y al corazón respectivamente. El cerebro es un transmisor, un órgano de la reflexión o de transformación, y por eso el pensamiento es "racional", es un pensamiento reflejado o indirecto, como visto a través de un espejo. De allí que la razón se identifique con el pensamiento especulativo.

Un ejemplo práctico sobre la razón es la luna: su luz es un reflejo de la luz del sol. En cambio el sol es la representación de "la inteligencia intuitiva", es directa e inmediata. La luna ilumina, pero no podrá hacerlo sin la luz del sol, de la misma manera que la razón no puede funcionar en el orden de la realidad, sino bajo la garantía de los principios que la iluminen, que no es otra cosa que "el intelecto superior".

Debido a la ceguera, el pensamiento racional ha caído en lo infrahumano y ha producido esta vasta organización material que corporiza al mundo. La intuición intelectual es una percepción directa de la verdad. La intuición es supraracional, la cual el mundo moderno ha perdido hasta la simple noción, es el verdadero conocimiento del corazón.

El conocimiento suprarracional, tal conocimiento en sí, es incomunicable y es preciso haberlo realizado para saber que es verdaderamente. No se puede encarar filosóficamente, o sea desde afuera, porque "la filosofía es un conocimiento humano y racional", como todo saber profano.

Todo conocimiento "infrahumano" es una participación lejana del conocimiento puro, así como la luz de la luna, no es más que un pálido reflejo de la luz del sol. El "conocimiento intuitivo o del corazón" es la percepción directa de la luz inteligible, esa luz del verbo, de la que nos habla el apóstol san Juan en su Evangelio al comienzo: "Al principio era el verbo, y el verbo estaba en Dios, y el verbo era Dios". (Jn. 1:1). Este plano físico nos dificulta con su dualidad que lo hace denso, y para poder comprender la luz, hay que trascenderla, para poder llegar a un conocimiento realmente "metafísico".

La "intuición" trasciende lo humano y supone una comunicación con los planos superiores. Se trata del conocimiento puro y es en sí mismo incomunicable por el hecho de ser "inexpresable", las cosas del espíritu, del espíritu son. Para llegar a estos planos superiores es necesario realizarlo efectivamente, lo cual supone una "iniciación" que consiste en una iluminación interior y despertar las facultades "intelectuales intuitivas" con el apoyo de los símbolos visuales y sonoros. No se usa el lenguaje, ya que este es analítico y no sintético como el símbolo.

El lenguaje es discursivo y racional, y no es más que una preparación para el verdadero conocimiento, tal preparación constituye el camino de la filosofía en sus orígenes; es un punto de apoyo para ascender al intelecto, pero en la actualidad es incapaz de iniciar al ser humano en el camino de la realidad absoluta, para acceder a esta realidad hay que superar el plano mental, plano en el que discurre la filosofía moderna. La expresión mental no es más que un conocimiento por reflejo, como las sombras que ven los prisioneros en la caverna simbólica de Platón, un conocimiento indirecto, por lo tanto exterior. Ir de las apariencias a la realidad supone elevarse de las sombras a la luz, de la ilusión a la verdad. Esto implica la renuncia a lo mental, es decir, a toda facultad discursiva, que es impotente para llegar al conocimiento puro. La razón no puede superar los límites impuestos por la misma naturaleza, pero la "intuición" puede trasponer ese límite por tratarse de una facultad "suprarracional", metafísica.

Cuando se ha pasado de la razón al intelecto, toda especulación mental, toda dialéctica, toda discusión, pierden absolutamente finalidad y son desechadas por inútiles. Al que ha llegado a ver la luz directa de la verdad les son inútiles los instrumentos de la razón que lo aprisionan a la forma y multiplicidad.

Con este escrito trato de hacer comprender que el mundo camina inmerso en un mundo de tinieblas, mineral, material, y significa para el ser humano, el alejamiento de ese "estado primordial" de verdadera sabiduría.

El ser humano está ilusionado por lo "fenoménico" y lo "sensible”: ceguera espiritual. Si nosotros queremos en verdad liberarnos, si anhelamos la auténtica felicidad, necesitamos en forma urgente e inaplazable introducirnos en la revolución de la conciencia.

Es nuestro deber "despertar la conciencia" para ver el sendero hacia la verdad absoluta. Un día vendrá en que el buscador del "real sendero" despierte conciencia, entonces podrá ver al G.A.D.U. y recibir sus órdenes directas y obedecerlas conscientemente, como por ejemplo Moisés recibió las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí, directo del G.A.D.U.

Nuestros símbolos nos sirven como soporte para conocer el "verdadero secreto masónico" y solo tú lo puedes lograr con el método, conocimiento y la "intuición". Piensa como los grandes filósofos, piensa como los sabios, pero exprésate con sencillez para que te entiendan y comprendan.

Mario Múnera Muñoz
@mariomuneramuoz

No hay comentarios:

Publicar un comentario