domingo, 17 de mayo de 2020

RAUL AMIEL, VENEZUELA: ¿QUÉ PASA DESPUÉS? EL ASCENSO Y LA CAÍDA DE UN PETROESTADO

No voy a caer en la tentación de hacer crónica del affaire de la Operación Gedeón. No tengo elementos de juicio para tal cosa. Solo me voy a limitar a citar al Presidente Trump: “Si quisiera entrar a Venezuela, no lo ocultaría. En ese caso mandaría al Ejército y la misión no fallaría”.

Es diferente el tema de mi mayor interés. Otro día más del ya muy largo confinamiento que nos ha impuesto el degobierno. Lo que aun no entendemos es que se llenan la bocota con el cuento de que tiene todo controlado con lo de VirusChino. Dicen que somos el país con la menor incidencia de casos y muertes. Sin embargo nos decretan otro mes más de reclusión e inmovilización ciudadana. Estoy por creer que es cierto lo que todo el mundo ya comenta. Es el espanto de un país que no se puede movilizar por falta de gasolina. Que no hay electricidad. Que no terminan de solucionar lo del agua. Dos tercios de los venezolanos han experimentado escasez de agua o pérdida total de agua. Que hay poblaciones que cocinan a leña porque tiene meses que no reciben gas. Que el problema es ese. Y no otro.

El país está sumido en conflictos políticos y continúa sufriendo de hiperinflación, altos niveles de violencia criminal, servicios públicos desmoronados, pobreza severa y desnutrición. Pobreza epidémica.

9 de cada 10 personas están atrapadas en la inanición. El 64% de las personas ha perdido entre 15 kilos y 20 kilos, en promedio, debido a la desnutrición. Los médicos dicen que están viendo un aumento en los casos de diarrea, fiebre tifoidea y hepatitis A, despunte de malaria. Más de cinco millones de venezolanos deambulando por el mundo. Algunos miles regresando para pasarlo peor. Pero el desgobierno presenta buen balance del problema del VirusChino. Pura propaganda. 21 años de propaganda. Y cero eficiencias y efectividad para resolverlos.

La situación económica de Venezuela es impensablemente mala, especialmente para lo que una vez fue la Nación más rica de Sudamérica. La severa crisis económica continúa agotando los salarios y ahorros de los venezolanos. El salario mínimo solo vale lo suficiente para comprar un kilo de queso al mes. Los suministros de alimentos y médicos son escasos y, a medida que los recursos disminuyen, los precios se disparan.

Venezuela necesita un liderazgo reflexivo que tenga credibilidad personal para llevar a las personas y tomar decisiones aún más duras para corregir el desastre. El enfrentamiento político de Venezuela parece estancado.
Los esfuerzos para alcanzar una resolución pacífica hasta ahora han demostrado ser intermitentes y en gran medida infructuosos.

¿Cómo resolver el problema? En primer lugar, lo que hay que tener en claro es que una crisis sistémica no representa un problema sencillo. Si queremos construir un buen sistema relacional, tenemos que conocer la diferencia entre lo urgente y lo importante; tenemos que saber qué debe hacerse primero y qué debe hacerse después; tenemos que saber qué está bien y qué está mal y, por último, también tenemos que saber por qué está bien lo que se acepta y por qué está mal lo que se rechaza.

¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar? Habiendo dicho lo precedente, la pregunta inmediata es: ¿por dónde empezaríamos? ¿Cómo comenzaríamos a construir un nuevo "modelo", distinto del actual, con reales posibilidades de funcionar en forma satisfactoria? La enorme mayoría de la gente seguramente nos contestaría: "Hay que empezar por la economía."

Gran error: la economía es lo urgente. La política es lo importante. En Venezuela la economía anda mal porque la política anda peor. No es la política la que anda mal porque la economía es un desastre. La economía Venezolana no arranca porque no hay decisión política para hacer lo necesario a fin de que arranque o, mejor dicho, no hay ni suficiente Poder político ni suficiente voluntad política para tomar las medidas que la hagan arrancar y funcionar decentemente. Peor todavía: ni siquiera hay una estructura política institucional medianamente satisfactoria a través de la cual eventualmente podría canalizarse una voluntad política orientada a recuperar la capacidad económica del país.

Consecuentemente, lo primero que Venezuela necesita es una estructura de poder político correcta que permita tomar las medidas necesarias para restaurar a la economía. En otras palabras: la recuperación del poder político es la condición necesaria que forzosamente debe preceder a la reconstrucción económica. De otro modo, las decisiones políticas tomadas carecerán de credibilidad; la falta de credibilidad inevitablemente se traducirá en falta de confianza y no hay economía en el mundo entero capaz de funcionar sobre la base de la desconfianza y la incertidumbre.

Desde el momento en que el órgano del Poder político por excelencia es el Estado, la primer propuesta tiene que ser, pues, la de restaurar al Estado. Y restaurarlo no significa ni desmantelarlo para tener un Estado ineficaz pero barato; ni significa tampoco inflarlo hasta dimensiones elefantiásicas para tener un Estado muy benefactor pero ineficiente y, por añadidura, carísimo. Lo que necesitamos es un Estado correctamente dimensionado que cuente con:

* El poder necesario para superar las divergencias internas y lograr una síntesis de las fuerzas y los intereses contrapuestos que desgarran a la sociedad.
* La capacidad de planificar a largo plazo en función de un futuro positivo para el país, con planes estratégicos coherentes que no resulten tergiversados después a propósito de cada coyuntura electoral.
* La autoridad moral y el prestigio necesarios para conducir a la Nación construyendo consensos alrededor de objetivos concretos y viables.

La restauración del Estado implica, así, tres grandes metas:

1.- Restaurar las estructuras del Poder político para que las decisiones necesarias se puedan tomar en tiempo y forma; y para que, una vez tomadas, se las pueda hacer cumplir de un modo efectivo y persistente.

2.- Realizar el planeamiento estratégico para establecer un nuevo Proyecto de Nación con metas, objetivos, cronogramas, recursos y responsabilidades.

3.- Poner la ejecución en manos de personas capaces y honestas, cuya personalidad, cuyo comportamiento y cuya idoneidad profesional generen la certidumbre necesaria para recuperar la confianza y la fe en el futuro.

Y en este orden de premisas consideramos que: El Ideario Republicano es el más favorable a la garantía de los derechos individuales, la vida, la libertad, la seguridad, la igualdad, la reputación y la condición domestica; como la protección y el goce efectivo de estos derechos es el gran fin con que se establecen los gobiernos; el gobierno republicano es el mejor de los que conocen los hombres.

El hecho concreto es que resulta perfectamente posible demostrar que nunca ha habido un gran líder sin un extendido ambiente cultural previo que le abone el camino y, viceversa, nunca han llegado al Poder aquellas iniciativas culturales que no terminaron siendo encarnadas por buenos líderes operativos con verdadera vocación y voluntad política de conquistar el Poder.

Para poner en marcha esta iniciativa de construcción política, las fuerzas sociales para emprenderlas están políticamente disponibles. Hacen falta la lucidez, el coraje y la voluntad política necesarios para asumir este desafío.
Creemos que la historia de la Venezuela de hoy nos presenta un momento preciso para nuestra oportunidad. Las puertas de la historia están abiertas y debemos entrar con decisión.

Pronto, muy pronto. Será el evento más importante del acontecer nacional después de salir de la coyuntura del VirusChino. El Conversatorio Liberal de Caracas. Lo hemos reprogramado para el SÁBADO 27 DE JUNIO.
Y recuerda… ciudadano en Acción. ¡Juntos es mejor!

Raul Amiel
raulamiel@gmail.com 
@raulamiel

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