En días
recientes apareció en los medios de comunicación una información impactante,
pero que no sorprendió a nadie que siga con cierto detenimiento el curso de la
realidad nacional: Venezuela fue en 2020, por quinto año consecutivo, el país
más miserable del mundo, de acuerdo con el Índice Anual de Miseria Hank (HAMI),
elaborado por el equipo dirigido por el célebre economista Steve H. Hanke, de
la Universidad Johns Hopkins.
En esta
oportunidad se estudiaron y compararon 156 naciones. En 2019, la investigación
había comprendido 95 países; y en 2018, solo 62. Saquen la cuenta: el año
pasado, Nicolás Maduro tenía ocho años gobernando; en más de la mitad de ese
lapso, Venezuela emergió como la nación más pobre de la Tierra. En 2020, fue la
que tuvo la inflación más alta, con 3.713% (en un planeta donde ese fenómeno ha
sido controlado por la casi totalidad de los países); una tasa de desempleo de
50.3%; una caída del PIB per cápita de 30.9%. Estos son los tres indicadores
más importantes que se consideran para construir el HAMI.
El año 2021
no luce más prometedor. Los organismos internacionales proyectan un panorama
igual de sombrío. El FMI calcula que Venezuela será la única economía del
continente que no crecerá. La inflación de nuevo se montará en cuatro dígitos
(el promedio en la región es de menos de uno); el desempleo se proyecta hasta
59.1%. Y el PIB global y per cápita seguirá contrayéndose. Será el séptimo año
consecutivo que la economía se comprimirá. En diciembre tendremos un tamaño
parecido al de hace setenta años, pero con una población seis veces mayor.
Solo
considerando los pocos indicadores mencionados, el régimen de Maduro tiene que
ser calificado de catastrófico. Ha colocado a Venezuela por debajo de Zimbabue,
Sudán, Líbano, Surinam, Libia, Argentina, Irán, Angola y Madagascar, las otras
naciones que completan el cuadro de las 10 peores. La diferencia reside en que
Maduro no ha padecido guerras civiles, ni invasiones extranjeras, ni
prolongadas sequías, ni conflictos armados con sus vecinos, como la mayoría de las
naciones mencionadas. Eso sí, ha tenido un enemigo mucho más letal: su
ineptitud, la telaraña ideológica que lo cubre a él y a sus ministros, y la
corrupción, ese laberinto donde se extravían los recursos nacionales, que al
final van a parar en los bolsillos de unos cuantos enchufados.
Para tener
un cuadro más completo de la miseria provocada por los rojos hay que añadir
otros datos. El colapso de los servicios públicos, el estado del sistema
sanitario y escolar, el acceso a internet -clave en las circunstancias
actuales-, el deterioro de las vías de comunicación, la escasez de gasolina,
diesel y gasoil.
El gobierno
insiste en negar la realidad que registran los informes nacionales e
internacionales. Habla de planes pintorescos y acusa a enemigos inexistentes.
Por esta vía, solo cabe esperar que el declive sea mayor. Frente a los
problemas económicos más acuciantes, la inflación y la extinción del bolívar,
no tiene ni la menor idea de cómo combatirlos. El Banco Central no proporciona
cifras oficiales desde 2016. Los cálculos sobre el comportamiento de los precios
en el mercado interno, las exportaciones e importaciones, la producción
petrolera, la producción industrial y agrícola, el desempleo y la informalidad,
se realizan a partir de las exploraciones de diversas empresas privadas,
observatorios organizados por iniciativas particulares e institutos
universitarios que, en condiciones precarias, levantan y cotejan informaciones
fragmentarias.
A partir del ingenio y malabarismos, la sociedad ha ido armando el mapa de las
estadísticas nacionales. El gobierno oculta, distorsiona o inventa las cifras.
Con la fantasía han tenido que lidiar los organismos multilaterales. Entre
muchas otras razones, este es otro de los motivos por los cuales el gobierno de
Maduro resulta tan mal evaluado en el exterior.
Frente a la
pulverización del bolívar y el alza indetenible del dólar, el BCV se ha
limitado a ver cuál es el promedio fijado por Monitor Dólar Venezuela (antes el
marcador era Dólar Today), y realizar los ajustes para acercar o alejar el
precio oficial de la divisa a ese promedio. El Banco Central perdió su
autonomía hasta con respecto de los grupos privados que monitorean el curso de
la moneda norteamericana. La directiva de ese adefesio en el cual la nación invierte
millones de dólares anualmente, ni protege el valor interno y externo de la
moneda, ni sirve para estabilizar los precios y controlar la inflación. De su
ineptitud insondable no se han enterado los diputados de la Asamblea Nacional
constituida en enero pasado. Ni una sola vez han interpelado a su presidente y
a los miembros de su directorio. Estos son amanuenses de Maduro.
Con
funcionarios y organismos como los que integran el gobierno y el Estado
madurista, será imposible que Venezuela supere el umbral de la miseria en el
que caímos hace casi una década.
Trino Márquez
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario