Este texto
escudriña las manos de los guaqueros, hombres que pierden las huellas mientras
escarban entre los muertos y extraen los artefactos que acompañaron a los
antepasados en su último viaje y que luego se exhiben en museos, casas y
galerías: Mario Jaramillo.
Escarbando
por los intersticios, escudriñando entre la memoria, nos tropezamos que dentro
del espectro, esa figura irreal de la política nacional, son pocos los hechos
nuevos de trascendencia que se crean, o que sean desconocidos. Como
consecuencia, se da un desgano o indiferencia por el acontecer político que
invariablemente favorece al régimen de Nicolás Maduro. Más allá de la Covid-19,
el trabajo de proselitismo de los dirigentes políticos opositores, quienes se
dedican con mucho afán a visitar zonas populares, ellas las más populosas, no
tienen ningún sentido —salvo que dentro de sus intimidades aspiren ocupar un cargo
público proveniente de elecciones regionales o locales, reunirse, por ejemplo,
con estos compatriotas para hablarles del caos y carencias en la cual vivimos,
es una estulticia. Pues ellos son víctimas principales, digamos actores de
primera línea, que se baten día a día con la inflación, las faltas de agua, de
electricidad, de gas y tantos otros males en un país que está en la cola de los
más subdesarrollados, detrás de Zimbawe.
¿Qué hacer
entonces? ¿Cuál el camino a seguir? Lo
primero que se debe hacer y con mucha premura es unirse. Dejar la dispersión a
un lado. Hurgar hasta conseguir la unión, todos empujando hacia el mismo
blanco. Los problemas internos de la oposición, la dispersión, los errores
cometidos hasta ahora, las aspiraciones exageradas, estrategias atolondradas,
no son pecados que pertenezcan a la dictadura; ellos hacen su trabajo, la
oposición debe hacer el suyo, y, por supuesto, hacerlo bien.
Esta
dejadez debe cesar; hay que dar los giros que sean necesarios para que los
grupos opositores se integren en un solo bloque; cuestión muy simple ya que el
fin, el objetivo, es exactamente el mismo. Hay que ejercer la máxima presión
para que el gobierno acelere el paso para que ingresen en el país las vacunas y
así combatir con efectividad la pandemia, que es el efecto paralizante más
importante para retomar la calle. La protesta pública debe reiniciarse sin
poner el pecho al aire, sin enfoques épicos, sin escudos de cartón. Para el
presidente de la Academia Nacional de Medicina, el proceso de inmunización
contra la COVID-19 en el país se encuentra en punto muerto debido a la poca
cantidad de vacunas que han llegado. Hasta ahora 880 mil dosis, y se requiere
de 30 millones para vacunar a 15 millones de personas. Es decir, que la cobertura hasta ahora está
por debajo del 1% de la expectativa. La vacuna es un arma de lucha política
perversa, pero es la realidad.
Para
terminar, es notorio como ha venido disminuyendo el frenesí en los potenciales
candidatos a gobernadores y alcaldes de la oposición, salvo contadas
excepciones. Todo se debe a que se han percatado de que los venezolanos no
saldrán a votar sino hay garantías, respeto a su voluntad de elegir sin
artimañas. Si no hay unidad y si no hay candidatos únicos a gobernadores o
alcaldes. Esa es una decisión tomada por los ciudadanos con anticipación de
manera libérrima, sin que en ella puedan influir liderazgos cuestionados y de
dudosa solidaridad con los principios democráticos.
Mientras
tanto, el régimen sigue adelante con su plan del Estado Comunal. Ya hay una
designación unilateral de rectores del CNE, la mayoría de los elegibles están
vinculados al PSUV. Este lunes Juan Guaidó rechazó el nuevo CNE presidido por
Elvis Amoroso, actual Contralor General de la República y amigo de la pareja
presidencial. Siempre hay que dejar algo para la imaginación del lector…
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RgarciaMarvez
Venezuela
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