Cualquiera con un mínimo grado de inteligencia o sentido común sabe que una vez que la pasta se sale del tubo es imposible volver a meterla. Esa es la precaria situación en que se encuentra la tiranía de Raúl Castro y su banda de forajidos. No me molesto siquiera en mencionar a Miguel Diaz-Canel porque este zocotroco es como uno de esos patitos de tiro al blanco cuya misión es la de servir de entretenimiento a los incautos. Después del pasado 11 de julio Cuba no volverá a ser la misma de las últimas seis décadas.
Cuba vivió éste inolvidable y heroico 11 de julio la mayor protesta masiva de su historia reciente. Por primera vez en más de 60 años, miles de personas se lanzaron a las calles en cincuenta poblados y ciudades a lo largo y ancho de la isla al grito de "libertad" y "abajo la dictadura". El detonador estuvo ubicado en la ciudad de San Antonio de los Baños, en el suroeste de La Habana y fue liderado por Carlos Manuel Pupo Rodríguez y su batallón de vergüenza del Partido Unión por Cuba Libre.
Sin embargo, los personeros del gobierno y sus testaferros se hicieron la ilusión de que el 11 de julio fuera una anomalía--como el “maleconazo’ de agosto de 1994--que pasaría muy pronto al olvido. Pero esta vez se equivocaron de manera rotunda. La convocatoria a la marcha del próximo mes de noviembre será el tercer eslabón que se quiebra de una cadena cuyos dos primeros eslabones se quebraron en 1994 y en el pasado 11 de julio. Por aquello de que “a la tercera va la vencida” las cosas son muy diferentes en este momento.
Además, aunque a cuenta gotas, los progresos en la tecnología de las comunicaciones han cambiado las relaciones entre opositores y gobierno. Ahora el pueblo cubano puede actuar en forma coordinada y simultánea. En agosto de 1994, muchos cubanos en otras provincias ni siquiera supieron lo que había pasado en la capital. Casi 30 años después, ya Cuba no cuenta con un liderazgo carismático o "histórico" como el de Fidel Castro. De hecho, las redes sociales fueron la vía por la que se esparció la noticia de la protesta en San Antonio de los Baños.
En este momento las razones principales son que la isla ha sido duramente azotada por la pandemia del coronavirus, al mismo tiempo en que vive una profunda crisis económica, con escasez de alimentos y medicinas y una creciente inflación. A esto se ha sumado la férrea postura de un gobierno aterrado por la recién adquirida agresividad de sus opositores. La tiranía ha respondido con penas de cárcel, prisión domiciliaria o frecuentes "actos de repudio". Pero todo indica que esa oposición ya no es amedrentada por la represión y le ha perdido el miedo al miedo.
Por otra parte, quienes seguimos los asuntos de Cuba hemos visto como en este último año que el edificio carcomido de la tiranía ha comenzado a derrumbarse desde sus cimientos y bajo el peso de sus injusticias. Por ejemplo, el pasado 6 de julio, cinco días antes de las recientes marchas en Cuba, publiqué un artículo en La Nueva Nación que titulé “A la tiranía castrista ya no la salvan ni Biden ni el médico chino”. En aquel momento escribí: “Por otra parte, la tiranía confronta en estos momentos a un enemigo al cual no puede ni reprimir ni intimidar. El Covid 19 está diezmando los recursos del gobierno y desanimando a los turistas que han sido por muchos años una de sus mayores fuentes de divisas”.
Por nuestra parte, los opositores debemos estar conscientes de que los miserables que se han robado a Cuba se aferrarán al poder con todas las armas con que cuenten, perpetrarán todas las barbaridades que sean necesarias y utilizarán todas las trampas que tengan a su disposición. Esa gente no sólo viola sus propias leyes sino carece de todo principio y no conoce el significado de la palabra compasión.
No vacilaran en derramar barriles de sangre con tal de mantener sus privilegios. En cuanto a nosotros, no tenemos otra alternativa que combatirlos con la fuerza venga de donde venga. Y, cuando logremos nuestra liberación, juzgarlos como a los criminales que son. Una vez lo dije y ahora lo repito, sin castigo no habrá paz.
Una prueba de su empecinamiento es la respuesta del régimen a quienes solicitaron un permiso para la marcha de noviembre. Un permiso innecesario porque nadie en sus cabales pide permiso para hacer la guerra. Envalentonados por el acto de reconocimiento por parte de los opositores, los jerarcas del régimen contestaron: "Los promotores y sus proyecciones públicas, así como los vínculos de algunos con organizaciones subversivas o agencias financiadas por el gobierno estadounidense tienen la intención manifiesta de promover un cambio de sistema político en Cuba".
La misma monserga que han utilizado estos malvados durante seis décadas y también las mismas maniobras de intimidación. Tras la solicitud del permiso el mes pasado para el 20 de noviembre, las autoridades anunciaron la realización de ejercicios militares y de un "Día Nacional de la Defensa" en la misma fecha en que antes se había anunciado la marcha. De ahí que la semana pasada los organizadores de la marcha anunciaran que la adelantarían para el 15 de noviembre.
Lo que habrá de pasar ese día sigue siendo un enigma. Pero, con permiso o sin él, la oposición no tiene otra alternativa que marchar. Si no lo hiciera perdería el entusiasmo que se generó el pasado 11 de julio y caería en un letargo similar al que ha permitido a estos miserables prolongar una tiranía que ya es la más larga de América. Si marcha podría haber víctimas pero obligaría al régimen a tomar medidas que redundarían en su perjuicio y en su desprestigio, si fuera posible que una tiranía tan desprestigiada pudiera desprestigiarse más.
En cuanto al régimen, si tolera la marcha estaría abriendo un espacio de protesta como la pasta que se sale del tubo. Nunca más podría controlar las ansias de libertad de un pueblo enardecido por las injusticias, las represiones y la miseria. Si las reprime por medio de la fuerza con el consiguiente saldo de muertos y heridos estaría derrochando el poco capital que le queda con sus cómplices internacionales. Una comunidad internacional que ya ha dado muestras de estar cansada de hacer causa común con la tiranía y que está deseosa de crear puentes hacia la nueva Cuba que ya se vislumbra en el horizonte cercano.
Una nueva Cuba donde la libertad no degenere en libertinaje, la justicia no tenga excepciones, el orgullo de patria sea el pilar de nuestra soberanía y el bien predomine sobre el mal. La misma Cuba que durante más de un siglo le hemos negado a José Martí.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
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