domingo, 14 de febrero de 2016

GUSTAVO AZÓCAR ALCALÁ, CON EL HAMBRE DE LA GENTE NO SE JUEGA

Una joven madre de 26 años espera en una fila, frente a una de las tantas cadenas de farmacias ubicadas en San Cristóbal, con su bebé de 6 meses de nacido en los brazos. Llegó a ese lugar a las 5 de la mañana. Y a pesar de que madrugó para estar allí muy temprano, apenas logró tener el puesto número 126. Delante de ella hay otras 125 madres que, al igual que ella, también se levantaron de madrugada para tratar de obtener un producto muy preciado y muy escaso en estos tiempos de revolución: fórmula láctea, el alimento indispensable para los hijos de algunas mujeres cuyos pechos no producen leche materna.

La joven se llama María, y me cuenta que es la cuarta vez en una semana que acude a la farmacia a la misma hora para tratar de conseguir el alimento para su bebé. “Tenemos 15 días en esta situación. Desde hace dos semanas no llega el camión con la carga de fórmula láctea. Mis pechos no producen leche materna y mi hijo necesita esa fórmula para poder alimentarse y sobrevivir. Esto es algo desesperante”, dice ella.
Detrás de María, la larga fila de mujeres es mucho más extensa. Eso quiere decir que si delante de ella hay 125 personas, detrás debe haber no menos de 200 más. La mayoría son madres jóvenes, con sus niños en los brazos, abrigados con pañales de tela o con cobijas. Muchas de ellas ni siquiera viven en San Cristóbal. Hay quienes han venido de Táriba, Rubio, Santa Ana, Capacho y hasta de San Juan de Colón, a una hora de carretera, para tratar de obtener la fórmula láctea porque según dicen, en la capital del estado es mucho más fácil conseguir este tipo de productos.
“Nos dijeron que hoy llegaba el camión con la fórmula láctea. Pero todo parece indicar que  no será así. No se ve movimiento por ninguna parte. Las madres hemos estado hablando y si hoy no llega la gandola, mañana nos vamos a venir todas muy temprano y vamos a cerrar la avenida en protesta por esta situación. No es justo lo que está pasando en este país. No puede ser que todas las semanas tengamos que hacer colas y colas para comprar uno o dos potes de leche”, dice María. La joven madre me cuenta que  a veces sólo traen una sola fórmula y la mayoría de las madres se ven obligadas a comprarla para después hacer trueque con otras mamás para conseguir la leche que toma el bebé.
El drama de María lo viven a diario miles de madres venezolanas no solamente en San Cristóbal, sino en muchas otras ciudades del país. Así como hay personas luchando cada día por tratar de conseguir un pote de leche para sus hijos, hay gente batallando para tratar de obtener algo de comida para el sustento de su familia. Largas filas de gente se ven a diario frente a supermercados, abastos y bodegas a la espera de conseguir algún producto para hacer el almuerzo, el desayuno o la cena.
Pero las filas de gente no son solamente para obtener alimentos, sino también para comprar medicinas, bombonas de gas, para sacar dinero de algún cajero automático y para muchas otras cosas que en cualquier país del mundo son asuntos cotidianos en la vida de un ciudadano. Venezuela se ha convertido, gracias a la llamada revolución socialista y bolivariana, que inició Hugo Chávez en 1999 y que continuó Nicolás Maduro desde el año 2013, en el país de las colas, la escasez, el hambre y la inseguridad.
María me cuenta que tuvo que dejar el trabajo que tenía, en una panadería, para poder disponer de tiempo suficiente para hacer colas. “Tuve que escoger  entre el trabajo y la leche de mi bebé. Cuando trabajaba dejaba el bebé en manos de mi mamá, una viejita de 65 años. Pero casi todos los días pedía permiso para salir a buscar la fórmula láctea. Antes que el dueño me botara, preferí renunciar”.
Lo que hacía María lo hace el 40% de los venezolanos hoy día. El ausentismo laboral ha crecido drásticamente. Froilán Barrios, coordinador del Frente Autónomo de Defensa del Empleo, informó que el ausentismo laboral en Venezuela oscila entre un 20% y 40% debido a la escasez de alimentos y otros artículos de primera necesidad, pues los empleados piden permisos un día a la semana o se retiran de su puesto cuatro o cinco horas para hacer cola cuando llega un producto al comercio.
Contrariamente a lo que piensa la dirigente revolucionaria Jackeline Farías, la gente no está muy feliz en las colas. Hay situaciones que han venido ocurriendo en estos últimos días y que nos demuestran, con toda claridad, que el peligro de un estallido social está a la vuelta de la esquina. En San Cristóbal, un grupo de personas intentó saquear un supermercado luego de esperar por varias horas por la venta de un producto. Un video colgado en You Tube muestra como en Acarigua, estado Portuguesa, otro grupo de personas desbordó la seguridad de otro supermercado y rebasó las rejas de protección para internarse dentro de las instalaciones en busca de comida. En Caracas, un grupo de personas intentó saquear el interior de una farmacia ubicada en Sabana Grande. En la autopista regional del centro, una avalancha de seres humanos saquea camiones accidentados repletos de harina pan, cerveza, carne y todo lo que se consiga.
En las calles de Venezuela lo que hay, después de 17 años de revolución socialista, es hambre. El Observatorio de Misiones presentó un informe según el cual, desde su creación en el año 2003 la Misión Alimentación recibió $20.247.504.542 (más de 20 mil millones de dólares) para importar alimentos al país. La revolución socialista, que prometió el “desarrollo endógeno” logró que el 70% de los alimentos que se consumen en el país sean importados. Pero a pesar de esa importación masiva, el hambre aumenta cada día.
No hay que ser científico de la NASA ni economista para entender porque estamos como estamos. Hay hambre porque hay escasez. Hay escasez porque no hay producción. Y no hay producción porque la mayoría de las empresas que producían fueron expropiadas y confiscadas por Hugo Chávez. Las últimas es­tadísticas publicadas por el Banco Central de Venezuela (BCV) en marzo de 2015, señalaban que la escasez se ubicaba en 29,4%. El Centro de Documentación y Análisis So­cial (Cendas) en su último infor­me publicado en el mes de abril ubicó la escasez en 31,03%. Estimaciones realizadas a comienzos de 2016 hablan de una escasez que supera el 70%. 
Expertos sostienen que de los 58 productos que contiene la canasta básica fami­liar, 47 brillan por su ausencia. Guillermo Manosalva, presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, estado Carabobo, fue mucho más catastrófico y aseguró que “90% de los productos básicos desparecieron de los supermercados del país”.
Y mientras todo esto ocurre, Nicolás Maduro insiste en la mal llamada guerra económica y apela a la Sala Constitucional del TSJ, controlada por el PSUV, para que declare legal un decreto de emergencia que ya fue negado por la mayoría calificada de la Asamblea Nacional.
Maduro está jugando con el hambre y la paciencia de la gente. El ex chofer del Metro de Caracas cree que puede ganar tiempo y convencer a madres como María, de que la escasez y las colas son culpa de la oposición, de los empresarios y del imperio. Alguien debe decirle a Maduro que con el hambre y la paciencia de la gente no se juega. La mecha ya está encendida. Es sólo cuestión de horas para que esto estalle.

Gustavo Azocar Alcala
cafeconazocar@gmail.com
@gustavoazocara

Tachira - Venezuela

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