El totalitarismo
castrista se apresta para el congreso del Partido, sin que se aprecie
disposición por parte de la nomenclatura de hacer cambios fundamentales en la
estructura económica, y menos, reformas jurídicas sustanciales que permitan
avizorar un mejor futuro en relación a los derechos ciudadanos.
La fecha está repleta
de simbolismo. El 16 de abril de 1961, cincuenta y cinco aniversario de la
proclamación del socialismo en la isla, y víspera del desembarco de los
expedicionarios de la Brigada 2506, operación que financió el gobierno de
Estados Unidos.
El evento se efectúa
en un contexto sin precedentes. Restablecimiento de relaciones entre Washington
y La Habana y la reciente visita de Barack Obama, un panorama en el que la
nomenclatura se congregará para interpretar
la voluntad de los jerarcas de la
dictadura más longeva del continente.
Las condiciones del
país se mantienen inalterables. Los
ciudadanos continúan sin disfrutar de sus derechos y las alternativas
ideológicas y políticas al oficialismo siguen penadas por la ley, lo que debe
inspirar a los más optimistas a releer el capítulo V de la constitución que
Fidel y Raúl Castro hicieron a su medida.
El capítulo de marras
establece, "El Partido Comunista de
Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana,
es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y
orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del
socialismo y el avance hacia la sociedad comunista", con centellas como
está, no es de esperar que la tribu del
Granma, sus descendientes y asociados,
confeccionen su propia acta de defunción.
El apartado
constitucional antes referido, confiere a los líderes del Partido el máximo
poder, condición que determina que los burócratas del gobierno, por elevada que
sea su posición, están sujetos a las decisiones de los principales dirigentes de la agrupación, en particular a
las del Secretario General, y que conste,
que el PCC no desarrolla sus actividades en base a la ideología que
supuestamente la inspira, sino en virtud
a los intereses de la clase gobernante, en particular la de los hermanos
Castro, dos militares disfrazados de políticos.
Históricamente el
secretario General del Partido ocupa la jefatura del Estado y Gobierno, la
única vez que esas funciones estuvieron compartidas fue cuando Fidel Castro
renunció a sus posiciones en el gobierno, 2008, sin dejar la jefatura general
de la agrupación partidaria hasta tres años después.
A partir del 2011 el
poder se centralizó en Raúl Castro, en consecuencia la interrogante del
periodista Amado Gil en relación a la anunciada renuncia de Raúl en el 2018 es
muy válida, ya que su abdicación,
recordemos el país está regido por una
dinastía, se produciría dos años después de la designación del secretario
general y de las otras autoridades de la organización.
Los resultados del
congreso del Partido pueden ayudar a interpretar mejor lo que prepara el
régimen para el futuro inmediato.
Si Raúl Castro sigue
al timón de la organización, después de este Congreso, continuaría controlando el país, aunque sería
la primera vez en casi seis décadas, que uno de los dos principales cofrades de
la mafia del Granma, no funge como jefe de Estado.
En caso que deje el
Partido cuando abandone el gobierno, sería una situación novedosa,
pero si el nuevo secretario general es a la vez jefe de Estado y Gobierno, se mantendría
vigente la actual forma de gobierno,
aunque con un nuevo mayoral.
La otra alternativa,
si se concreta la anunciada renuncia, sería que las tres posiciones oficiales
más importantes estarían ocupadas por personas diferentes, lo que repetiría
fielmente el modelo que regía la extinta Unión Soviética, donde un sujeto controlaba uno de los tres
poderes del estado a la vez que regia el
Partido, entidad en la que radicaba el verdadero poder. El artículo V de la
Constitución cubana es copia del VI de la de la URSS.
De concretarse la
renuncia del dictador designado, los que ocupen la dirección del resto de los
poderes públicos, pasarían a disfrutar
de una mayor relevancia en la sociedad insular. El Tribunal Supremo y la
Asamblea del Poder Popular, entre otros.
El partido Comunista ha sido la careta de la dictadura militar que rige el país desde 1959. El disfraz perfecto. El Partido y la ideología han sido instrumentos del castrismo que ha demostrado ser un método eficiente para tomar el gobierno y conservar el mando, en consecuencia, la suspensión o no de la nueva farsa partidaria, no será determinante para el futuro del país.
A fin de cuantas, los
verdaderos árbitros y dueño del poder son las Fuerzas Armadas. Sus comandantes,
por el momento, son quienes están en capacidad de definir el futuro.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Periodista de Radio
Marti
Estados Unidos
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