“En esta tierra
nuestra, la verdad ha muerto hace mucho tiempo”.
Fernando Aramburu
Los disfraces han desaparecido, los antifaces han sido olvidados y ya
todos sabemos quién es quién en el baile. Después del carnaval, el miércoles de
cenizas nos traerá nuevamente a la realidad pero, como la semana hábil será muy
breve, el final de fiesta se producirá el lunes 6 de marzo.
Entre ese día y el siguiente, se producirán algunos hechos de relevancia
pero distintos, aún cuando todos comparten la imagen que sirve de título a esta
nota. El Presidente Macri habrá regresado de su paseo triunfal por Madrid, que
tendrá repercusiones positivas en un futuro mediato pero si, ingenuamente, espera
encontrar aquí a unos caballeros que, al menos por un elemental pudor, lo
respetaran por no haber desnudado en su momento la crisis que recibió en 2015,
se equivocará una vez más.
Enfrente tiene la peor clase de tahúres, los que padecen de amnesia
voluntaria, capaces de simular el olvido de su propio y reciente pasado, de
abjurar del kirchnerismo en el que participaron y seguir jugando sucio en el
partido. Lo único que buscan es volver al poder, practicar el más abyecto
populismo y enriquecerse en el camino.
Los gremios que nuclean a los “trabajadores de la educación” –ex
maestros-, anunciaron encantados que el ciclo lectivo no comenzará el 6, como
estaba previsto, y que están dispuestos a seguir extorsionando a la sociedad.
Perjudican -¿los llamarán “daños colaterales”?- a los más desprotegidos de los
chicos con tal de disparar contra el Gobierno y se asocian, descaradamente, a
la campaña de desestabilización en la que están empeñadas varias usinas afines.
Lamentablemente, y además de la trágica pérdida de días de clase en el “siglo
del conocimiento”, entre otras cosas las escuelas cerradas implican niños sin
alimentos y padres que pierden el “presentismo” por la necesidad de permanecer
en casa cuidándolos.
Como reinvidicación sindical, todo vale: la resistencia a la evaluación
y el perfeccionamiento de los docentes, a la corrección del sideral ausentismo,
la duplicación de cargos hasta el infinito. Si bien los salarios nominales que
perciben pueden parecer bajos, al menos en la ciudad de Buenos Aires un maestro
recién recibido, con una jornada básica de cuatro horas, percibe más de once
mil pesos. ¿Es un motivo real, cuando toda la ciudadanía está sufriendo
mientras paga los errores y los robos de la década kirchnerista o, simplemente,
se está haciendo demagogia y oposición salvaje con la huelga?
Me pareció altamente positivo un movimiento, generado a través de
Tweeter, por voluntarios a-partidarios, que se ofrecen para dar clases durante
la huelga nacional anunciada por Roberto Baradel, líder del gremio más
combativo, y sus congéneres de los demás sindicatos, y evitar así, al menos
parcialmente, los enormes perjuicios que causará. Y digo positivo porque
muestra el profundo hartazgo social frente al accionar de estos verdaderos
delincuentes que, embanderados en los reclamos gremiales, buscan sólo réditos
políticos.
Ese mismo lunes veremos, por primera vez, a los retoños de doña
Cristina, el Diputado Máximo y la joven Florencia, concurrir a los Tribunales
de Comodoro Py para prestar declaración indagatoria en la causa Los Sauces, y
los seguirá Cristina al otro día. Tienen razón Luis D’Elía y Eugenio Zaffaroni
en preocuparse, ya que es posible –aunque altamente improbable- que quede
detenida pese a tratarse, después de la denuncia del Fiscal Nisman por
encubrimiento del terrorismo, de la causa que más la preocupa.
Nuestra abogada exitosa volvió a usar Tweeter para brindar su apoyo e
invitar a sus fieles a sumarse a la marcha contra el Gobierno que, también para
el martes ha sido dispuesta por los triunviros de la CGT; pero la catarata de
tuits no contuvo uno sólo que se refiriera al Gral. Milani. No es para menos ya
que, después de apañarlo durante años, de encumbrarlo a la jefatura del
Ejército, de ponerlo al frente del espionaje interno y de darle cifras
siderales para su equipamiento –y para que robara a manos llenas-, hoy el noble
guerrero se ha transformado en la bala más potente que haya atravesado el
relato trucho y el negocio de los derechos humanos tuertos.
Luego del anuncio de la principal central obrera, rápidamente
aprovecharon CTA y ATE, los piqueteros, los desocupados, el atomizado PJ pegado
con engrudo en San Vicente, los educadores y cuantos pretenden expulsar a Macri
y volver a las recientes épocas de corrupción y latrocinios impunes, para
recuperar protagonismo. Los convocantes son quienes reciben las peores
calificaciones de una sociedad que, sin embargo y por inacción o por abulia,
permite que sus dirigentes se perpetúen en sus cargos.
Porque, si bien la economía personal de los argentinos no da demasiado
espacio para el optimismo todavía, me pregunto qué pretenden quienes marcharán el martes que haga el
Gobierno: ¿seguir aumentando el déficit, la emisión, el endeudamiento, los
impuestos o los subsidios?; cualquiera de esas recetas lleva a mayor inflación,
el impuesto más gravoso para los pobres, es decir, para aquéllos a quienes
dicen representar. ¿Qué harán por ellos, si siguen en esta tesitura en vez de
capacitarlos, cuando el progreso de la ciencia expulse del mercado laboral a
los menos preparados?; ¿harán huelga como la de Pablo Moyano, cuando consiguió
que los bancos siguieran mandando los extractos en papel y por correo?
¿Dónde deberían buscarse recursos para hacer frente a los reclamos? Hay
una sola respuesta: en el crecimiento de la economía, y para ello se necesitan
varios elementos: inversión, productividad, seguridad jurídica, previsibilidad,
respeto a las normas, y debemos ser nosotros mismos, con las verdaderas
fortunas que muchos tienen en el exterior, quienes nos pongamos el país al
hombro, porque el mundo se hartó de escuchar nuestros llantos mientras, una y
otra vez, nos pegamos tiros en los pies. ¿O es que no hemos oído fuera, cada
vez que intentamos que vengan a invertir, la lapidaria apelación: “comiencen
ustedes por confiar en la Argentina”?
Macri y Cambiemos podrían
fracasar, claro, pero al menos están intentando apartarnos del rumbo de segura
colisión con un iceberg en que tantos años de politiquería, de corrupción y de
populismo nos habían colocado. En 2015, y por escaso margen, los argentinos
decidimos que no queríamos transformarnos en la tristísima Venezuela de Hugo
Chávez y Nicolás Maduro, en la paupérrima Cuba de Fidel y Raúl Castro, o en
otro cualquiera de los engendros con que el “socialismo del siglo XXI” había
sembrado nuestra sufrida región. Si ese fracaso se produjera, allí estarán los
personeros del pasado para regresar y, otra vez, suicidarnos en masa.
No incurramos en el disparate, instalado por los medios y por las usinas
K, de igualar las denuncias que se hacen contra Cambiemos, todos los días, con
la corrupción kirchnerista y, mucho menos, caigamos en la estupidez de Jorge
Asis que, hace poco, llamó a éste “tercer gobierno radical”, o de Sergio Massa,
tratando de instalar la comparación con Fernando de la Rúa; todo ello no hace
más que dar aire a los golpistas, que hay ya muchos.
Los errores del Gobierno me duelen, y mucho, pero creo que no me queda
otra que apretar los dientes, seguir para adelante y, en la medida de mis
escasas posibilidades, evitar que siga cometiéndolos.
Enrique Guillermo Avogadro
ega1avogadro@gmail.com
@egavogadro
Argentina
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